16. Buenas intenciones

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/Narra Diego/

Mientras corro en dirección al riachuelo con Brandon siguiéndome, recapitulo un poco en lo que está sucediendo: no creo que deba preocuparme por el cobertizo, pues Matías ya lo tiene cubierto (se supone); no creo que deba preocuparme por la cocina, pues Matías ya está limpiando el desastre (en eso confío); solo me resta el 'cómo' contarle a mis padres sobre el corte en mi mano. El cansancio y los nervios no me dejan pensar lo suficiente en una buena excusa.

Paso corriendo junto al cobertizo, pero algo colorido en el suelo llama mi atención. Me detengo para verificarlo, y noto que es la pequeña pelota de caucho que le di a Brandon para que jugase. La recojo y la guardo en la bolsa. Mientras lo hago, doy un vistazo rápido al picaporte de la puerta del cobertizo, y noto que esta lleva un candado tal y como se lo pedí a Matías, algo que me hace creer una vez más, que esa parte está ya solucionada.

Continúo mi recorrido a paso veloz, y tras un minuto más corriendo, finalmente me detengo a pocos metros de llegar al riachuelo. Me acerco junto a un árbol, Brandon no se aleja de mí. En todo el camino, mi querido amigo no ha podido evitar dejar de cojear, y aunque su herida ya no es muy notoria, debo hacer algo al respecto. Abro la bolsa y saco el desinfectante, lo rocío entonces con mucho cuidado en su pata lastimada, Brandon gruñe un poco pero sin llegar a alterarse.

- Buen chico – le exclamo como a un niño – Lucas no lo hizo con maldad – le justifico como si le importase.

No tengo ninguna experiencia en algo como esto, pero creo estar haciéndolo bien. Me hubiera gustado traer algo de agua para lavar la herida, ya sea de la cocina o del arroyo, pero lo pensé muy tarde y ya debo apurarme. Le coloco una gasa sobre la herida y lo sujeto con algo de cinta... y ya quedó.

Tomo la bolsa y saco el collar para perro, y se lo intento colocar a Brandon; me toma un par de minutos pues sin duda, él no está acostumbrado a usar uno de estos... tal vez es eso, o yo no sé poner un simple collar. Cuando consigo ponérselo, tomo la correa y la engancho a su collar. Por unos segundos me siento como quien saca a su mascota a pasear, pero ese no es el plan en este caso; ya no puedo dejar a Brandon cerca del cobertizo, pues cuando papá vaya a inspeccionar y lo encuentre, lo va a querer lejos y no sé qué pueda pasar, así que se me ocurre dejarlo atado a uno de estos árboles (lejos del cobertizo) para que no se escape y papá no lo descubra.

Con el otro extremo de su correa, amarro un nudo en una rama. Ahora sí, Brandon no se me puede escapar.

Lo contemplo por unos segundos, y me pongo a pensar en el increíble cariño que le he agarrado a esta criatura que apenas ayer no conocía. Lo acaricio por detrás de ambas orejas y siento su pelaje bastante sucio y tieso.

- ¿Alguna vez te han bañado? – le pregunto inocente mientras tomo sus jadeos como un 'no' – pronto te daré un baño, ¿te agrada la idea? – me idealizo un 'sí' como respuesta.

Para finalizar, le doy la pelota de caucho para que se mantenga entretenido. Le doy una última acariciada en la cabeza y me marcho de regreso a casa, pues debo ayudar a Matías con lo de los platos rotos. Mientras me alejo de Brandon, este empieza a ladrarme alterado, a lo que le respondo.

- ¡Ya mismo te traigo comida y agua!

Empiezo a correr a toda marcha directo a casa, pero antes de seguir el camino, hago una parada en el cobertizo para recoger el plato y tazón de Brandon, pues en solo un rato más le debo llevar alimento.

Ya falta poco para llegar a casa, pero me encuentro muy cansado tras mucho correr y correr, así que decido caminar tranquilo el último tramo, de todas maneras mis papás llegarán hasta más tarde; aunque de no ser por la última advertencia del chaparro, sobre no limpiar el desorden si no me apresuraba, me tomaría mi tiempo hasta para meditar. Decido evitar más líos así que me apresuro, pues ya me tardé un buen rato por estar "curando" la herida de Brandon.

Al fin llego a casa; abro la puerta trasera de golpe, y desde el pasillo exclamo el nombre de Matías, quien no sé si aún continúa en la cocina, pero imagino que sí. Voy a la habitación a averiguarlo.

Llego a la cocina; Matías no está, aunque el piso está limpio y libre de platos rotos. Dicha imagen me causa un gran alivio. Dejo el plato y tazón de Brandon sobre el fregadero, y desde donde estoy vuelvo a exclamar:

- ¡Enano, ¿dónde andas?!

- ¡Aquí en la sala! – me responde la voz de Matías.

Me dirijo al lugar, y mientras recorro el pasillo, entono...

- Chaparro, sí que te debo...

La imagen de lo que veo en la sala me deja en silencio: Veo a Matías sentado con cara de no saber qué hacer, y a papá puesto de pie en medio del salón con los brazos cruzados, clavándome una mirada bastante seria. Noto como fija su atención en mi mano vendada, y tardíamente trato de ocultarla tras mi espalda. Su faz cambia entonces a una preocupante.

- Explícame ¿qué ha ocurrido? - me pregunta.


¿Qué ocurrió con Brandon? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora