/Narra Matías/
Le sigo los pasos a Diego, pues también me atrapa la curiosidad de inspeccionar el interior del cobertizo; y lo que veo pinta tétrico: Cuchillas, tijeras, serruchos, navajas, machetes y hachas de distintos tamaños y formas, pero una gran moto-sierra cubierta de telarañas se roba toda mi atención. Lo que sea que gustes partir por la mitad, seguramente aquí tendrías la herramienta necesaria.
Desde la puerta contemplo como todos esos objetos están muy bien ordenados en dos grandes estanterías que cubren por completo dos de las paredes. En otra de las paredes, se encuentra la única ventana de esta habitación, y a sus costados hay algunas cadenas y candados abiertos colgando de grandes anzuelos incrustados desde las esquinas del techo. Casi casi puedo imaginarme a Jason Voorhees o Michael Myers apareciendo detrás de nosotros (incluso giro a mis espaldas por las dudas).
Brandon también está en el interior con nosotros, olfateando todo. Me acerco a la gran moto-sierra que está en la parte baja de uno de los estantes, y cuando pretendo ponerle una mano encima, Diego me advierte.
- Mejor no toques nada, chaparro.
- Sólo quería verlo un poco más de cerca – corrijo.
- Si te cortas o lo que sea, papá podría enterarse de que estuvimos aquí, y ya sabes cómo se pondrá – advierte aún más serio.
- Ya, está bien, no te 'esponjes'.
Me alejo de la moto-sierra, y noto que debajo de ambos estantes hay algunas cajas de cartón que pasaban desapercibidas entre tantas... 'herramientas de Halloween'. Me inclino para inspeccionar una de ellas, y al abrirla, solo veo trapos sucios, macetas rotas, clavos oxidados... y todo huele muy mal. Diego hace lo mismo: toma una caja, y solo encuentra puro cachivache inservible en ella.
Nos pasamos un buen rato chequeando las 15 cajas que encontramos, y hasta ahora no hay otra cosa más que basura. Tomo entonces una última caja que resta, y antes de abrirla, veo que en uno de sus lados hay un escrito con marcador negro que dice "cosas de Bomber". Al ver en su interior, encuentro en ella: un bozal, un collar para perro con correa, algunas pelotas de hule, y un paquete de comida canina ya bastante caducada.
- Diego, ven échale un ojo a esto.
- ¡Oh Dios! ¿qué huele tan mal? – se cubre la nariz.
Saco la pequeña bolsa de comida y la arrojo lo más lejos que puedo, fuera del cobertizo.
La habitación ya empieza a oler bastante mal, y sin ser suficiente con que la puerta esté abierta, Diego casi rompe la ventana de este cuarto al intentar abrirla, pues estaba halando de ella, cuando esta se abre empujándola. Tomando una de las pequeñas pelotas de juguete, Diego se la da a Brandon, y este empieza a mordisquearla ahí mismo.
- Esto es genial – comenta Diego, mientras inspecciona el collar para perro.
- Recuerda que mis papás no te dejarán tener a Brandon – agrego.
- ¿Tú qué sabes? – refuta.
- Sólo digo.
- Mejor pongamos todo de vuelta en su lugar – sugiere – se me acaba de ocurrir una gran idea.
- ¿Qué clase de idea?
- Ya luego te explico.
Antes de guardarlo todo, Diego deja fuera de la caja, el collar y la correa, además de no quitarle la pelota de juguete a Brandon.
- ¿No vas a guardar eso? – pregunto.
- No.
- ¿Por qué?
- Ya te dije que tengo una idea.
Decido ya no darle más vueltas al asunto, y mientras devuelvo la caja a su lugar, comento...
- Te dije que las personas estaban obsesionadas con la letra B en los perros... "Bomber", que buen nombre.
- Por favor, solo ya no empieces a cantar – refunfuña.
Diego va y cierra la ventana, pero antes de irnos, este le da un último vistazo al lugar...
- Creo que papá sacará provecho de todo esto.
- ¿A qué te refieres? – pregunto sin comprenderle la idea.
- Estas herramientas deben valer mucho; sólo mira – empieza a hacer un conteo rápido – hay como 20 machetes, 30 hachas, 40 cizallas, esa moto-sierra espeluznante, todas esas cadenas...
- Pero todas están... todas feas y viejas – critico.
- Igualmente deben valer algo – refuta.
- Yo sólo me pregunto, ¿qué pinta traía él dueño de todo esto?... o ¿a qué se dedicaba?
Veo que Diego toma un pequeño cuchillo y empieza a acariciar el filo de esta.
- ¡Hey, no juegues con eso! – le ordeno – te vas a cortar.
- No soy Matías – sonríe y me señala con el cuchillo.
- Te vas a cortar – vuelvo a advertirle.
- ¿Crees que soy tan torpe como tú?
- ¡Por favor! No hay nadie más idiota que tú.
Diego me hace una mueca de burla, y acto seguido empieza a analizar el cuchillo de manera sospechosa.
- ¡No puede ser! – exclama Diego de repente.
- ¿Qué ocurre? – pregunto asustado.
- Esto no es óxido... ¡esto es sangre!
Empiezo a alterarme, y a brincar tontamente por el miedo, y suplico entonces casi gritando que ya nos vayamos de aquí, pero Diego no resiste más y empieza a carcajearse con regocijo.
- ¡Venganza... dulce venganza!, debiste ver tu cara – apenas puede hablar por la risa.
- JA JA JA – remedo una risa bastante molesto – bobo.
- ¡Caíste, caíste! – continúa burlándose.
- Ya mejor deja eso en su lugar y vámonos – sugiero aún furioso.
- ¿Y decías que él más idiota era yo?
Diego lanza el cuchillo hacia arriba como queriendo hacer una maniobra, pero al momento de atraparlo, el filo cae sobre su palma, causándole un feo corte.
- ¡Mierda! – grita Diego por el dolor.
- Y... ¿quién decías que era el más idiota?
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¿Qué ocurrió con Brandon?
Mystery / ThrillerDiego y Matías son dos hermanos que han llegado junto a sus padres a residir en una nueva casa fuera de la ciudad junto al bosque. Poco a poco irán descubriendo su nuevo entorno y con ello, la inesperada visita de quien llegará a ser su nueva mascot...