A las cinco de la tarde Manuel y Miguel ya hacían la fila para entrar al estadio. Ambos hermanos, mellizos, comían la indiscutible masita frita preferida de la población, una sopaipilla con kétchup, para pasar el tiempo, tan largo y lento mientras la muchedumbre delante de ellos no parecía avanzar ni un par de pasos. Y entre tanta mascada de fritura por aquí y por allá, Miguel se reía de lo tonto que era este muchachito, mayor que él por diez minutos, vociferando con los labios manchados de rojo esa proeza que ni en sus sueños iba a alcanzar.
- ¡Pero, oye, Migue, péscame! Si yo voy a entrar. Le dije hasta a la mamita cuando íbamos saliendo. Voy a entrar a la cancha y lo voy a ver.
- No, si de ver lo vamos a ver los dos, pero, de ahí a entrar... ¡pff! Manu, Manu, Manu...
- ¿Qué? Ay si tení pura envidia de que yo voy a estar ahí y tú no.
- ¡Oh! ¡Me has descubierto! –ironizó, corriendo la mirada. Y el pobre Manuel, que aunque usaba el sarcasmo con frecuencia no podía identificarlo cuando otra persona lo ponía en práctica, se le quedó mirando en silencio.- ¡Ahueonao'!
- ¡Cállate, hueón!
A eso de las siete estaban acomodados en los asientos del estadio y seguían comiendo. El apetito voraz de los mellizos siempre causaba gracia en su familia, en su madre peruana y su padre chileno, y en su linda hermanita menor, que solía no comer ese tipo de cosas porque la ponían la cara grasa, ellos, en cambio, iban por su cuarta masita, Miguel agregándole el pebre, Manuel diciendo que mejor no porque cuando abrazara a aquel jugador, ese que adoraba con locura, que seguía desde que no era más que un peregrino en cierto importante club chileno, no quería dar una mala impresión ni oler desagradable. Ya se comería una mentita, un full, un dulce mentolado cuando comenzara el partido.
A las ocho en punto empezó el juego. Chile vs Argentina. Para algunos el Clásico de los Andes, para otros no más que un partido vital para seguir en la lucha por los pasajes a Brasil 2014, y, para los nacionalistas de siempre, una nueva oportunidad de dejar a la luz cuál país superaba al otro en esa enferma y juguetona competencia siempre instaurada entre ambas naciones.
Por supuesto que, jugando su país, Manuel deseaba que Chile ganara. Nadie podría no haber deseado eso. Él se consideraba muy patriota, un hincha total, parte de la Marea Roja, y apoyaba a la selección con todo, pero, ¡y aquí se planteaba el pero! Pero su jugador favorito en el mundo era argentino y estaba moviendo sus piernas al ras de la pelota, luchando por profanar el arco de Claudio Bravo, ¿cómo pelear contra ello? Se sentía dividido. ¡No! Era el drama de que su jugador favorito fuese extranjero. Nunca quisiera que el ganador de este partido fuese Argentina, pero ojala Martín se luciera tanto como se luce en el Barcelona.
- ¿Trajiste la bebida? –pregunta de pronto Miguel, sacándolo de sus pensamientos. Hay un tiro libre que beneficia a Chile, de los pies de Matías Fernández-
- Ah, sí, toma –Manuel saca de su mochila una coca cola húmeda y tibia y se la entrega. Miguel la bebe y luego le convida, se limpian la boca los dos y siguen concentrados en el juego.
Chile maneja el balón pero en la contra Argentina arrasa. El 4-3-3 chileno, sin embargo, no es derribado y los delanteros se mantienen como punto de lanza directo al centro del terreno. La defensa hace bien su trabajo, la garra de Medel se enfrenta con la llegada de Agüero, Alexis Sánchez no se queda de atrás, jugueteando con los defensas albicelestes. Miguel está viendo el partido fijamente, al igual que su hermano, el tanto que marcó Argentina los tiene a los dos sudando en la cuerda floja, ¡pero si tan bien que estaban jugando! Parece que siempre le pasa eso a Chile. No importa, quedan otros cuarenta y cinco minutos más, y agregados, la Roja puede dar vuelta el partido.
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Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]
FanfictionUna recopilación de las historias de un capítulo o dos que he escrito a lo largo de mi estadía en el fandom sobre Argentina y Chile. Incluye el ArgChiWeek de 2018 y 2023.