La casa en llamas (1/1)

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Argentina le da un beso suave y casto en la frente, acaricia su cabello sudoroso y desordenado, sucio; bajo sus palmas se siente tan delicado como cualquier tela. Los labios de Manuel tiemblan al contacto y al instante se siente como fuera de su propia voluntad y sólo cierra los ojos, en un intento de estar más repleto de oscuridad, más de la que ya está sumido hasta el fondo. Porque Chile es incapaz de reconocer dónde está, o por qué ha llegado hasta ahí, sólo tiene la voz de Martín en sus oídos.

- Te amo.

Manuel no puede verlo.

- Yo sé...

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En un día como cualquiera, a Chile se le permite dar una vuelta fuera del recinto oscuro donde convive con Argentina desde que la guerra comenzó y fue atacado por su vecino, vaya uno a saber por qué.

La desesperación le gana y de un momento a otro, desaparece del sector que Martín puede observar sin necesidad de uno de los aviones de su fuerza aérea.

Ese día, Manuel intenta escapar dos veces.

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Chile odia jodidamente los sonidos que se le escapan de la boca cuando Martín lo folla. Es horrible y humillante.

Su ah ah ah suena constante y repetitivo, ansioso y delirante, como una súplica.

Argentina no hace más que sonreír contra la mejilla de su vecino; pasando sus labios, su nariz, sus manos, todo su cuerpo por el cuerpo menudo del chileno, amando tanto la sensación de que Manuel le pertenezca a él y a nadie más.

- Te amo, Manuel, te amo tanto. Tanto, tanto, tanto...

No recibe respuesta.

Entonces frunce el ceño.

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Lovino y Antonio están discutiendo, pero esta vez no entre ellos e Italia del Sur no parece enfadado con España, él está enfadado con Argentina.

- ¿Dónde cojones está, Martín? –escupe Antonio, sus palabras llenas de veneno.

- Podemos quererte, Martín, tú puedes ser nuestro hijo. Pero te lo repito, Argentina, sé prudente con nosotros. No olvides nunca que Italia y España están apoyando con tropas a la soberanía de Chile. –La voz de Lovino suena extrañamente calmada, pero no sin la pisca de amenaza que ambos europeos desean hacer notar.

- ¿Es enserio, chicos? ¿Ustedes creen que yo sería capaz de hacer algo como eso? –Martín se ríe, con su habitual buen humor y esa sonrisa bonita.

En la habitación subterránea, Chile grita y golpea la puerta, desesperadamente.

- ¡Él lo haría! ¡Él lo haría!

Como castigo por su rebeldía, Martín lo encadena a la pata de la cama por primera vez. Manuel luchó contra las esposas, forcejeó, maldijo, insultó y tiró hasta que las cadenas traspasaron la piel de las muñecas y su carne se vio así, como viva. Se encontró impactado con la vista horrorosa y con la sangre cayendo hasta el suelo.

Después de que Antonio y Lovino se van, Argentina entra en la habitación y cierra la puerta tras de él. La madera del piso resuena con el peso de Martín y Manuel no puede evitarlo, porque se congela del miedo, acurrucándose hasta la muralla y mostrándole las muñecas, ¿acaso crees, Chile, que él se sensibilizará?

Chile mira a los ojos verdes como hielo y sabe que lo peor está por venir.

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Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora