ARGCHI WEEK: DÍA 3 (FANTASÍA)

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EL DIABLO SE ENAMORA DEL ÁNGEL

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Su rostro era una pared. Una completa muralla. Un muro destinado a la defensa y a la protección. Todo él era una indudable pared. Destinada a protegerse de mí.

Viviendo en la Tierra mis habilidades no eran demasiado diferentes. Continuaba yo siendo capaz de leer los deseos más ocultos de la gente y seguía asqueándome de conocer las ansías que los harían, tarde o temprano, quedarse conmigo para siempre en las llamas del Infierno. La cara bonita y el acento atractivo que llevaba prestado volvían a ser un imán para las mujeres y yo gozaba con gusto de su mohín patético en cuanto nuestros ojos chispeaban juntos. Me gustaba mirar a cada una de las muchachas que llegaban a mí, atraídas por un halo que no podrían entender y darles una, aunque fuera, miserable esperanza de que en algún momento nuestros destinos podrían coincidir más allá de la noche en el club nocturno que había instalado de fachada en Santiago. Los hombres no se quedaban atrás y también se convertían para mí en muñecos que podía usar y botar en el momento en que quisiera.

Había sido esa mi rutina durante los últimos dos años en la Tierra; disfrutaba del placer que los humanos podían entregarme, seguía manejando las almas en el Infierno y estaba contento con eso, mi cabeza estaba tranquila con ello. Sin embargo esa mañana, ese fatídico 31 de octubre, quise cambiar mi hábito de la forma más extrema antes intentada. Y vaya que podría haber roto la compostura, saltar de mi asiento, tomarle de la mano y llevármelo hasta el hogar que continuaba rechazando, ¿a mantenerlo conmigo por el resto de la eternidad? No lo sé. Yo solo sabía que quería sentirlo cerca.

Pero ahí estaba, nuestro eterno divisor. Su rostro, su cara inalterable como una pared, impenetrable, tan hermética, mirándolos a todos de la misma forma que me miraba a mí. Querido mío, no había existido nunca antes alguien que me hubiese rechazado así. Su aura misteriosa, su aire envolvente... Cuando le hablé resistió mi embrujo, negó sus deseos más profundos y yo me vi sin poder. Atosigado, le dije la verdad. Vengo de otro mundo murmuré con picardía y él rió, ¿Sí? ¿De Argentina? Se burló con su carita y yo sentí que mi búsqueda en la Tierra había sido una pérdida de tiempo, porque toda la perfección del mundo que mi Padre creó estaba retratada en una sola persona.

Amé desde el principio sus ojos miel. Adoré su cabello marrón que terminaba de adornar un rostro angelical. Sus pómulos delgados y su dulce nariz me hechizaron tanto como los labios rosados que se curvaban con seguridad para cuestionarme mi vida entera. Me maravilló esa carita de niño indefenso, de muchacho introvertido en busca de siquiera un alma para conversar. ¡Yo podía ser esa alma! Yo podía ser lo que él quisiera... si en ese momento hubiera podido decírselo, no habría tenido la fuerza suficiente para abandonar este mundo y dejarlo a él aquí.

¡Me asaltaron tantas sensaciones en cuanto me mostró su placa de policía y arrastró su bonita mano blanca llena de venas! (Y esas venas... me imaginé corroerlas con mi boca, me imaginé idolatrándolas. Todo lo que quise en ese momento fue alzarlo al puesto que se merecía y que no tenía aquí, al ras de la suciedad que no hacía más que arruinarlo).

Le dije mi nombre humano, Martín. Me respondió con el suyo, detective González. ¿Tiene los permisos para operar este club nocturno aquí? Le vi de pies a cabeza. ¿Puede que en algún momento nuestros ojos se hayan encontrado? ¡Juro que sintió lo mismo y que las llamas crecieron en los dos! Mi dulce niño, ¿cuándo había sido yo capaz de siquiera imaginar, adivinar qué pasaba por tu mente?

Los seres humanos no me parecen muy interesantes. Sus reacciones, sus pensamientos, sus manías, todas son tan básicas, tan monótonas, tan carentes de sentido. Puedo leerlos como a un libro, porque las muecas que se despliegan por sus rostros demacrados son las mismas en cada hombre y cada mujer que se cruza por mi camino a lo largo del día, innecesarias, de hecho, pero uniformes y abundantes. Él, en cambio, movía la boca y arrugaba la nariz con graciosa sinfonía, se ponía el mechoncito de cabello que le colgaba rebelde tras la oreja y después asentía, como si se hubiese perdido una lección muy importante de mi testimonio y quisiera ponerse a corriente.

Fue en ese entonces, cuando lo vi con sus grandes ojos miel bien abiertos, su ceño fruncido, su flequillo oscuro, esa silenciosa melancolía disfrazada de expectante fervor juvenil, que deseé comenzar todo de nuevo. Volver al principio y ceder mi puesto, mi ser y revelarme contra Dios, otra vez, para quedarme con él aquí.

Quise ver a la humanidad completa como un tumulto que vale la pena; a cada uno de ellos. Y quise verlo a él con detalle. Me hubiese gustado saber qué lo hacía tan especial para llamarme con tanta fuerza y para hablarme a la cara como si estuviéramos en el mismo nivel. ¿Qué le permitía mantenerse inmune a mí? ¿Qué me hacía a mí buscarlo a él con necesidad?

Tuve tanta curiosidad.

Tanta curiosidad por conocerlo entero.

Me estiró con el rostro serio una cita a la municipalidad y yo me puse a reír. Acá las cosas no son como en su país, Señor Hernández. ¡Obviamente no! Antes de verlo partir, le pregunté cómo se llamaba y él me lo susurró a regañadientes. Se llamaba Manuel. ¡Y le hacía tanto honor a su nombre! Manuel, Dios con nosotros.

Entonces algo nació en mí.

Él lucía como enviado desde el cielo.

Si necesitaba pruebas de las manipulaciones que mi Padre seguía ejerciendo sobre mí, allí estaban.

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A/N: No sé si es taaan de fantasía, pero está inspirado (primero en una novela que empecé hace tiempo que no es nada fantástica en todo caso) en la serie Lucifer! Aquí Martín es el verdadero Diablo y Manuel es un detective, nacido de un milagro de Dios para cruzarse en el camino de Martín (Diablo) y hacerlo vulnerable (y enamorarlo btw jaja) 

Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora