El piso no estaba tan frío como la noche afuera, obstinada y oscura incluso cuando era Navidad. La salita de estar, cubierta por la calefacción que emergía desde la estufa en una esquina, estaba iluminada por las lámparas en forma de calas y por las lucecitas del árbol de navidad, que prendían y apagaban ahí en el rincón que daba al gran ventanal, y reflejaban en el vidrio los colores, Carlos miraba fijamente el espectáculo, el tintineo de las campanitas colgadas en la puerta. Las doce de la noche habían pasado no hace mucho, y no hace mucho tampoco había vuelto a casa, luego de dar un paseo con su Pá y su hermana en busca de Santa Claus alrededor de todo el condominio; un montón de niños más corrían por las calles, su Pá le aseguró que el Viejito ya había llegado, y su hermana estaba tan emocionada, casi tropieza camino a casa.
Ahora, ya en calma, recostado en el coche que sus padres acomodaran cerca del árbol, acurrucaba su cabecita llena de mechones rubios en la almohada azul, había un peluche entre sus manos torpes, uno recién traído por Santa. Apenas y ya tenía fuerzas para mirar con sus ojos miel a sus papás, sentados alrededor del árbol, y a su hermanita, tan excitada por el cachorro que había encontrado en una cajita agujerada. Algo dijo Papá pero Carlos no pudo entenderlo del todo y no más vio que su hermana era cargada por Papá y que el cachorro los seguía moviendo el rabo, con las patitas torpes sobre la alfombra, y después Pá habia arrastrado el coche, Carlos observó con los ojos cansados y mojados el desvanecer de las lucecitas de colores. Casi ni sintió que lo recostaban contra la cuna, y menos el beso que le dejaron en la mejilla, se durmió, agotado de las emociones del día.
Manuel estaba sentado en el suelo, cerca del árbol, con solo las lámparas encendidas, cuando Martín volvió. Martín tenía frazadas entre las manos y cubrió con una los hombros de su omega antes de yacer frente a él, mirando su rostro. Los dos parecían exhaustos pero contentos y Manuel le sonrió sin muchas fuerzas.
- ¿Cansado? -susurró a media voz, con los dedos acomodaba el cabello que parecía flotar en la nariz de su alfa.
Martín asintió, pero se dio la vuelta, mirando el ir y venir del brillo del juego de luces colgado en el árbol de navidad. Frente a Manuel quedó la chaqueta de mezclilla y sus manos pasaron desde el cuello hasta la cintura, Martín dejó salir un suspiro pequeñito, y su voz fue amortiguada por la distancia:
- Pero a los chicos les encantó. ¿Viste lo contenta que se puso Florencia con el perro? Lo dejé en su habitación, puse unas sábanas viejas para que se echara encima. Mañana... No, pasado mañana podemos salir a comprarle más cosas. Por ahora, solo traje los platos y un saco de comida.
- Te pasaste -comentó, sus manos viajeras se acomodaron al fin alrededor de sus hombros, y Martín sintió pronto el calor del pecho de su omega contra su espalda fría- Estaban tan felices. Cuando salimos a buscar al Viejito... Incluso Carlos parecía darse cuenta de todo...
- Él se da cuenta de todo -corrige Martín, con orgullo- Es un beta muy inteligente.
- Como su papá.
Martín suprimió el impulso de darse vuelta, pero era todavía muy consciente del calorcito cómodo que se extendió por su pecho. Sonrió, orgulloso junto al árbol de navidad, porque la idea de las palabras de su omega impulsaban su ego, y ese sentimiento bien arraigado que tenía en el cuerpo desde que no era más que un muchacho. Gruñó, pero con suavidad, tocando con sus manos las manos heladas de Manuel.
- Fue un navidad bonita. Sencilla, tranquila, solo nosotros. Me gustó, me gustó mucho, gracias.
- No me des las gracias, no tienes por qué hacerlo.
- No, sí, sí tengo... Porque pasamos por mucho para llegar a esto, y tú fuiste siempre tan... Estuviste siempre ahí. Gracias. No todos lo hacen y menos cuando éramos...
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Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]
FanfictionUna recopilación de las historias de un capítulo o dos que he escrito a lo largo de mi estadía en el fandom sobre Argentina y Chile. Incluye el ArgChiWeek de 2018 y 2023.