Dos es mejor que uno (Segunda Parte - 2/2)

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A Martín le causa extrañeza la nieve densa que cae sobre su casa en Buenos Aires, porque ni siquiera hace frío y hace tanto tiempo que no ocurría. Con una sonrisita cree que es por la ocasión, porque es 9 de Julio y él está en compañía de su esposo y sus hijos y ambos están sentados viendo nevar y pendientes de los niños que arman un muñeco de nieve.

Nadie le puede quitar la sonrisa del rostro, nadie puede venir y llevarse lejos su satisfacción, ni romper la tranquilidad y lo cálido del ambiente cuando está junto a su familia. Es la mejor sensación que Argentina podría tener nunca.

- Anda a ver a los cabros chicos –dice de pronto Manuel, dejando su mate en la mesa y mirando de reojo a Martín. El argentino se fija en sus manos, están cubiertas por los guantes que él le regaló el último invierno que pasaron juntos. Y sonríe.- Se van a resfriar.

- Andá vos –le reclama riendo.- Vos sos la mamá, preocupate de ellos.

- Pero estamos en tu casa y vo' los dejaste salir y si se enferman después, ¿quién los va a llevar al médico? ¡Yo, po'! Así que ya, partiste. Anda. Anda, anda, anda.

Manuel se pone de pie y estira la mano, sonrojándose cuando Martín le acepta, pero no dura mucho, porque de inmediato tiene contacto con su esposo, el chileno le empuja de la espalda hasta el ventanal grande que da al patio, lo abre y sigue, hasta conseguir que Argentina esté fuera y aunque se sigue riendo, Chile no le presta atención. Incluso cierra después de gritarle que él va a prepararles a los niños chocolate caliente. Martín, deberías ser feliz de tener un hombre precavido a tu lado. Oh, y Argentina lo es.

Con un suspiro sus ojos buscan a los tres chicos que estaban jugando en la nieve. A sus niñitas hermosas y su campeón. Los encuentra allá escalando un árbol, o por lo menos a dos de ellos. Apura el paso, porque piensa divertido que Manuel lo matará si ve que los niños están haciendo algo peligroso. Carlitos intenta quitar una fruta congelada de la rama que está en la parte media del árbol y una de las gemelas –Martín no podría decir desde tan lejos cuál era, porque son tan, tan idénticas- intenta alcanzar la parte más alta. Se vuelve a apresurar, en momentos está al lado de una de las niñas. Le toma del hombro para voltearla y ver quién es.

Hay sólo un detalle por el cual Manuel y Martín pueden diferenciar a sus hijas. Julieta posee pequeños puntos negros en sus ojos verdes, Agustina no. Argentina abre la boca. Entonces ésta es su hija mayor.

- ¿Y vos, Agus? ¿Por qué no te subís? –le pregunta a la niña, que se presiona las manos probablemente por el frío. Ella niega con la cabeza y apunta hacia el árbol. Martín mira.

- Porque Julieta está arriba. ¿Y si se cae? ¿Quién va a estar abajo para sostenerla?

Argentina se impresiona. Se aleja un poco para contemplarla bien. Ella, su niñita de seis años, con esas dos coletas que le hizo Manuel y la bufanda que ni siquiera deja ver su nariz, suena tan madura. Le sonríe y se agacha para acariciarle la cara. Agustina suele sonrojarse continuamente, como Manuel, así que Martín no se sorprende cuando la niña le desvía la mirada al sentir el tacto de los dedos de su padre en su mejilla helada. Ella simplemente mira hacia su hermana otra vez, independientemente cuidando de ella.

- ¿Y mamá? –pregunta, entonces.

- Preparando chocolate.

- ¿Quedan alfajores? –Agustina le mira ilusionada y Martín siente pena cuando tiene que romperla.

- No, bonita. Pero mañana nos levantamos re temprano y nos ponemos a amasar, ¿dale?

Agustina sonríe sin abrir la boca y se quita de los ojos un mechón de cabello que le incomoda. Asiente.

Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora