#9: Besa una princesa agradecida

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El cumpleaños de Charlotte llega en un día nublado y ella trata de no sentirse decepcionada.

No por el hecho de que las nubes gobiernan el cielo, eso es de su gusto, pero es porque ha pasado los últimos 3 meses alrededor de Rachel como una abeja alrededor de la miel (Y no porque Rachel sea dulce, ella lo es todo excepto alguien dulce, ni siquiera es un punto intermedio) No sabe que es lo que le atrae tanto de ella, tal vez que siempre está lista para sacarla de sus casillas y llevarla al borde de su paciencia cada vez que abre su agria boca, tal vez que todo lo que gira en torno a ella es divertido y nuevo y excitante, pero incluso cuando no hacen nada más que hablar tranquilamente, Charlotte ve un aterrizaje lleno de convincente y pegajosa miel.

Ellas se unen como uña y mugre, Charlotte es la uña por supuesto. La casa rodante de Rachel parece su lugar favorito para estar, escuchando la misma canción de forma consecutiva hasta hartarse de ella, buscando la peor película que encuentren y apostar cuanto tiempo la verán hasta querer arrancarse los ojos y lanzarlos al espacio.

La apuesta siempre terminará con quien escogerá la próxima película horrible.

Y son cosas que solo Rachel pudo haber propuesto.

—Odio que me siga gustando tanto—dice y vuelve a reproducirla a un volumen más alto.

También pasan tiempo en la casa Ivanov, Rachel se autoproclama dueña de esta y hace uno que otro grafiti dentro, Charlotte siempre observando y comentando de a ratos.

—¿Qué demonios es eso?

—Es el cuerpo femenino en toda su gloria.

Lo que sea que Rachel dibuja, no parecen más que líneas y trazos mal hechos.

—Eso parece todo menos una mujer.

—Yo sé lo que hago princesa, soy una mujer también, creo.

Charlotte alza una ceja cuando escucha a Rachel murmurar que es abstracto y la deja estar porque todos tienen su percepción de arte y ¿Quién es ella para juzgar?

Charlotte pronto se da cuenta de que Rachel llama la atención a dónde quiera que vaya, chicos piden su número a montones y cuando está de buen humor les dice que ella llamará. Charlotte no sabe si alguna vez los llama, supone que a una parte de ellos les da el privilegio, no por nada hay siempre flores frescas en su mesa y deliciosos chocolates en su congeladora (chocolates que, Rachel acaba dándole en la mayoría de los casos)

—¿Quieres un chocolate? Hay algunos en la heladera—eso dice cuando ve a Charlotte impaciente y vuelve a lo que sea que estaba haciendo antes.

Pero volviendo al presente, Charlotte siente que su fiesta es algo sosa, porque la música es tranquila, no hay adolescentes gritando y siendo imprudentes, sólo un montón de gente recta que mira dos veces a alguien antes de saludarlo.

Y Rachel no está ahí.

Pero de nuevo, Charlotte es orgullosa y fingirá que se divierte y que no le duele que su amiga no se haya presentado.

Sea o no querida en esa casa, sea o no recibida, ella habría encontrado la forma de estar ahí, justo como la última vez.

Más entrada la noche, cuando todos se han ido, ella está sentada, sus piernas cruzadas y su espalda recta como la señorita que se supone debe ser, frente a ella se encuentra Adam.

—Hay algo que te ha estado molestando.

Charlotte deja en paz su ensalada y mira a Adam, este tiene su ya característica y pintoresca sonrisa de sabelotodo pegada al rostro.

Al besar una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora