Capitulo 1: El Bosque de los Corazones

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¿Será que algo tan frágil como el corazón es capaz de vivir y contar las historias más feroces?

Recuerdo con claridad cada detalle de ese día, pude ver las llamas arrasando todo lo que conocía. Estaba en aquel bosque como todos los días desde que mi memoria me acompaña. Aquel día, como siempre, decidí salir de aquel pequeño prado cercado por inmensos árboles para recorrer la única ruta que salía de allí, un camino ancho y largo de algunos cientos de metros que terminaba en una intersección conformada por dos caminos, uno maltrecho, angosto y lúgubre. Y un camino mucho más agradable rebosante de luz. A decir verdad, nunca me anime a entrar en ninguno de estos, pero aun así, siempre disfrute de ver este último, sin embargo, ese día fue distinto. Me adentre en el camino menos bonito y de camino a mi lugar comencé a sentir sutiles golpeteos que sonaban casi como un ¡boom! ¡boom! a un ritmo sutil y en un tono relajado, que se intensificaban y agitaban a medida que iba caminando, En cierto punto me vi obligado a frenar, ya que de seguir avanzando temí de que mis tímpanos estallen, regrese a la intersección y con cierto temor me adentre en aquel camino de apariencia acogedora el cual sin mucha dificultad me permitió llegar a un prado idéntico al mió, pero rodeado de flores, colores y ciertos animales que me inundaron de una extraña ternura. Decidí pasar ahí la noche y al día siguiente explorar un poco más de aquella belleza que desprendía tan mágico lugar, encontré un montón de rosas que inundaban con un olor extraño el lugar, a su vez estaba plagada de espinas, las cuales no tardaron mucho en ensartarse en mi mano. Gotitas de sangre tiñeron algunas de las hojas que cubrían el piso y con algo de desconfianza me aleje de las rosas, atravesando un suelo algo resbaladizo en el que mis pies se hundían un poco, logré dar con una pequeña cueva lo suficientemente grande como para que mi cuerpo cupiera con algo de esfuerzo, allí logré divisar, junto a la luz del sol que entraba por pequeñas rendijas, a un pequeño conejo que por mas que lo llamara se rehusaba a mirarme. Trate de acariciarlo pero mordió mi mano, con la fuerza necesaria como para hacerme gritar. Tuve que salir arrastrándome, como un gusano en reversa, de la cueva, con el miedo en el corazón y la mente nublada como para pensar, me recosté sobre un árbol, con mis manos muy adoloridas por las espinas y aquella vil mordida. Me desperté poco después al sentir un lento goteo de lluvia gris que fue siendo cada vez más brusco al verse acompañado de algunos relámpagos, requirió cierto esfuerzo el desprender mi cuerpo de aquel árbol ya que de alguna forma me había visto adherido a este, al despegarme note una sustancia extraña proveniente de aquel árbol, ¡la cual generaba una horrenda comezón por toda mi espalda! trate de quitar aquel fluido con la lluvia pero solo empeoraba, las heridas en mis manos se habían infectado, mi cuerpo dolía y mi mente estaba cansada. Intentando salir de aquel prado di con el centro del mismo, rodeado de charcos y oscuridad, así como también lograba sentir como era acechado por diversas criaturas de entre los árboles. Con un terror paralizante, pero un poco de coraje, trate de correr tan fuerte como pude, pero aun así, sentía como si no hubiese avanzado apenas un centímetro. Aquel suelo extraño ahora mojado se había convertido en una trampa compuesta por pequeños pozos y grandes porciones de fango las cuales dificultaban mi paso, me tropecé una y otra y otra vez con los mismos pozos, hasta que finalmente logré sentirme como un inútil por no poder deshacer un camino que yo mismo había tomado. Empecé a echar culpas en aquel ruido que me había traído hasta aquí, solo para no pensar en el hecho de estar sentado en tierra mojada, con una picazón enloquecedora que abarcaba toda mi espalda, mis manos hinchadas e infectadas y una sensación mixta de tristeza y vacío lograron invadir mi mente, me llene de preguntas que no tenían respuesta, incluso con certeza podría apostar a que eran más de treinta. Estuve estancado en aquel lugar húmedo durante una noche lo suficientemente larga como para hacerme olvidar cómo era el día, después de más tiempo del que yo hubiese deseado, la lluvia paró y me permitió ver un camino de salida, corrí con todas mis fuerzas atravesándolo hasta llegar a mi antiguo prado, nada había cambiado allí, todo estaba igual, pasto, árboles, un pequeño cuadrado de ramitas el cual me tapaba del viento de vez en cuando, sin embargo, sentía dentro de mi que algo había cambiado, aquel lugar donde pasé incontables días y noches, donde me entretuve durante horas mirando a la nada, ya no era igual, sentía frió acompañando al dolor y a la tristeza, pero luego de tan ardua travesía no pude hacer más que recostarme a reponer mi cuerpo. Dormí tantas horas que desperté mareado, mis heridas habían sanado dejando unas horribles marcas en mi piel las cuales supuse que no me abandonarían rápidamente, mi prado se había vuelto "Vació". Un día sentí tenerlo todo y al regresar me di cuenta de que no tenía nada, recostado en el piso y agitando mi cabeza mientras exclamaba en refunfuñones mi disconformidad, logré ver algunas rosas en fila, eran distintas a las anteriores, rebosaban de un tono escarlata en sus pétalos, no tenían una sola espina y una tras otra las fui tomando sin prestar atención a donde me dirigían. Con mis manos llenas de rosas llegue hasta la entrada de aquel prado del que había huido entre la confusión y dolor, sin embargo, esta vez era distinto. estaba más radiante que nunca, proponía más que nunca con una renovada belleza cautivadora la cual como un imán lograba llevarme dentro. Al estirar mi mano a recoger esa última rosa divisé nuevamente mis heridas, recordé cómo la belleza de este lugar me había seducido una vez, como lastimo sin consideración a mi cuerpo, mi cabeza volvió a ser tomada por las dudas mientras que un olor revolvía mis entrañas, eran aquellas rosas que habían transformado aquel escarlata brillante, en un apagado negro, pude ver entre los árboles una profunda mirada que esperaba atentamente a que entrara una vez más para reabrir y dar profundidad a mis heridas. ¡BOOM!, ¡BOOM!, ¡BOOM!, Aquellos golpeteos se habían hecho rítmicos con una intensidad estruendosa la cual hacía temblar mi cuerpo, solté las rosas negras para huir por segunda y última vez de aquel traicionero lugar, mareado por los golpeteos de aquel sonido dentro de mi cabeza. Logré llegar hasta mi prado, donde todo era distinto aunque nada haya cambiado. Tarde algunos minutos en entender que el problema no era mi prado, el problema era yo, yo era quien había cambiado, este lugar ya no era mió, le pertenecía a alguien mas y yo ya no tenía lugar en el, me había transformado en un visitante, un visitante en mi propio "hogar" por así llamarlo. Me desperté preguntándome cuándo me había dormido mientras que el golpeteo previo penetraba fuertemente en mi cabeza junto a un olor a quemado que atravesaba mi olfato, mire para los costados sin ver nada pero unos segundos después pude apreciar el calor rozando mi piel, era intenso vi el fuego acercándose a gran velocidad, pensé que nada podría detenerlo, que quemaría todo a su paso incluyéndome, corrí tan fuerte como pude llegando a aquella intersección a la que tantas veces había ido, me sentía deshecho, la única vez que me anime a tomar un camino mi hogar terminó en llamas, mi cuerpo totalmente herido y conocí los horrores de dejarse llevar por la belleza. Decidí adentrarme en aquel camino oscuro una vez más, lleno de incertidumbre y carente de señalización alguna. La lluvia azotó a mi suerte una vez más impidiendo sin piedad el poder ver hacia donde iba, sin embargo no quería regresar, y aunque quisiese no tenía a donde regresar. Di con un lugar no muy grande, repleto de árboles de cerezos, violetas y otras flores, un pasto que desbordaba vida así como también sentí aquellos golpeteos, volviéndose cada vez más calmos dentro de mi. Estos habían tomado un ritmo suave, me indicaban que había llegado al lugar correcto, sin embargo ahí estaba yo, maltrecho, embarrado, lleno de espinas y magullones en la piel, algunas cicatrices y nada para ofrecerle a tan hermoso lugar. Trate de irme para no ensuciar su belleza, ya que alguien menos maltrecho seguro haría mejor juego con el entorno. Sin embargo, aquel lugar se había cerrado, entendió mis deseos de respetarlo y valoró mi esfuerzo por llegar allí, atravesando tal duro camino. Por lo lejos vi llegar el fuego del que tanto había huido, pero esta vez por alguna razón que desconozco, no tuve miedo. Recosté mi cuerpo en aquel verdoso pasto, creí ver aquellas hojas de cerezo por última vez mientras el fuego pasaba sobre mi, pero no quemo mi piel. Aquel anaranjado fuego, paso de forma cálida sobre mi, sano el frió de mi cuerpo y enloqueció mis latidos, antes de que me de cuenta mis heridas habían sanado, las marcas de mi primer aventura ya no plagaban mi cuerpo y una vez más supe, que había dado con el lugar indicado.

-Chicos, la comida esta lis... ¿Por qué están mirando a su padre tan concentrados?, ¿Cariño estás usando alguna especie de herramienta con control mental?

-Papá nos está contando cómo se conocieron otra vez

-¿No te cansas de repetirles esa historia?

-Hay tantas formas de contar cómo se conocieron y sanaron dos corazones, que podría dedicar mi vida entera a ello sin conocerlas todas.

-Siempre exageras todo.

-Todavía recuerdo a aquella chica solitaria que nunca hablaba con nadie y que con un cálido abrazo limpio de mi todo mal que me haya podido causar alguien.

-Y yo todavía recuerdo como mirabas embobado a aquella chica hasta que un día le hablaste y te uso para aprobar aquellas materias y luego descartarte. Al cabo de un tiempo cruzamos miradas, no tardó mucho hasta que comenzaras a buscarme, trate de resistirme, ya que no quería que me hirieran como a ti, sin embargo, lograste cautivarme y nunca más quise dejarte ir.

-Supongo que esa es otra forma de contar nuestra historia, ¿verdad?

Respuestas a preguntas, Que nunca nadie hizo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora