Capitulo 4: Cincuenta Dolares

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¿La culpa sera una forma de sufrir arrepentimiento o es que acaso es nuestra forma de intentar sufrir por no arrepentirnos?


Una infancia de muerte y envuelta en soledad, son entre otras, solo algunas de las razones por las cuales yo algún día creí, que podría quizás algún día alguien, estar entrevistándome como en este momento, sin embargo, nunca imagine que habría una barrera de rejas carcelarias entre nosotros dos, mi estimado entrevistador.

Que mi nombre es Nuriel, apuesto a que ya lo sabes, sin embargo me entrego al lujo de poner en duda tus conocimientos, ya que apuesto a que no sabes, que mi nombre significa La luz de dios. Crecí en aquel pueblo conectado a las cercanías de esta ciudad pútrida, en una casa poco equipada y de mal diseño para los interiores, ame a mi madre como si fuera un pedazo del cielo, venido a tierra para alegrar mis días. Mi madre volvió a formar parte de este cielo cuando yo tenia la poca edad de catorce años, producto de un mortal parto dejando así de esta forma conmigo a Garu, mi recién nacido hermano menor. Nuestro padre un alcohólico carente de remedio o determinación, apoyado por la ausencia de nuestra madre, no tardo mucho en volverse un violento; En el cumpleaños numero ocho de Garu, en una de las mas atípicas e inesperadas reacciones de mi padre, me mando a comprar un regalo para Garu, siendo esta en realidad una excusa para estar a solas con el y poder hacer quien sabe cuantas atrocidades violentas que su cerebro carcomido lo impulsaba a realizar. Nunca culparía a un "héroe" de guerra, por jamás recuperar su estabilidad mental, sin embargo, al llegar a casa y encontrar a Garu en estado de inconsciencia producto de los golpes, sentí una furia emanando desde dentro de mis entrañas llevándome de esta forma, bajo toda sed de sangre capaz de percibir a ir a buscar a aquel despojo de ser humano que alguna vez considere padre. No tarde mucho en encontrarlo, ya que estaba durmiendo plácidamente, en aquel sillón de color café de su habitación, fue el comienzo de un breve fin al yo soltar los tornillos de aquella enorme estantería que alguna vez sostuvo los libros de mi amada madre, una muerte casi instantánea, que me transformo en el hombre de la casa, así como en el responsable de Garu.

-¿Admite usted entonces el hecho de haber matado a su padre a la edad de veintidós años? -Me pregunto el entrevistador mientras acomodaba un rizo en su frente, el cual no parecía agradarle mucho.

-A mi padre lo mato la guerra, yo solo enterré un cuerpo que se movía a razón del alcohol bajo decenas de biblias de 20 kilos cada una, ahora si no le molesta por favor, sea tan amable de no interrumpir mas mi historia. -Le respondí sin mayor esfuerzo.

Sin embargo, debo darle la razón al suponer que me deje llevar por las inmensas ramas de esta historia, ya que usted no me esta preguntando por mi vida, sino en realidad, por si asesine o no a Jessica Walts. Lamento decepcionarlo, pero la respuesta es no.

-Pero usted estuvo en la noche del homicidio -Acoto el entrevistador volviendo a descaradamente interrumpirme.

-Si, estuve, ¿que le dije de interrumpirme?, ustedes los entrevistadores siempre logran colmar mi paciencia.

-Con todo respeto señor Klauser, ¿podría remitirse a los hechos importantes? -Susurro a medias voces el entrevistador.

-A veces, ustedes los mas jóvenes, deberían simplemente sentarse a disfrutar los momentos, un día eres joven, con un gran mundo por delante, pero antes de que te des cuenta estar solo, viejo, amargado, viendo a un hombre con un traje barato tomar notas de lo que uno habla como si fuera un psicólogo mal llegado al cual le pagan por agregarle ambigüedad y falsedad a lo que le digan.

-Continué con el relato, pero desde el día del incidente, señor Klauser. -Logro esbozar una sonrisa en mi rostro, el ver sus facciones sin arrugas, reaccionar ante mi cruda verdad con cierto enojo.

Respuestas a preguntas, Que nunca nadie hizo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora