Capítulo 19: Sin recuerdos

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Disclaimer: Alice in Wonderland 2010 pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro

Nota de autora: Este capítulo es más cortito, pero estoy preparando exámenes en la universidad así que quizás tarde en actualizar. Para los más ansiosos, sepan que sólo faltan cuatro o cinco capítulos como mucho para el final. Gracias a todos los que leen.

 Gracias a todos los que leen

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|Capítulo 19|

|Sin recuerdos|

Stayne y la Reina Roja fueron hacia la celda del Sombrerero cuando cayó la noche. Necesitaban comprobar el efecto de la poción que le habían suministrado más temprano. Al llegar, vieron que el prisionero estaba sentado en una esquina, de manera casi pacífica. Iracebeth se aclaró la garganta para llamarle la atención, pero Tarrant no se inmutó. Entonces, la Sota de Corazones habló.

― ¡Sombrerero, levántate!

El hombre de cabello anaranjado no se movió ni un ápice de su sitio, su mirada seguía clavada en el suelo.

― ¡Oye tú, levántate!― gritó la reina, exasperada.

― ¿Me habla a mí?― la voz del Sombrerero estaba más rasposa, como el tono que usaba cuando perdía el control. Sin embargo, no estaba descontrolado. Es más, ni siquiera había levantado los ojos para mirar a quien le hablaba.

― ¿Cómo te atreves a contestarle así a la reina?― reprochó Stayne pero se calló cuando Iracebeth le hizo una seña para que se callara.

― ¿Qué quiere?― volvió a preguntar Tarrant, haciendo caso omiso a lo que le habían dicho. La reina miraba la situación con suficiencia. Al parecer las cosas iban según su plan. Así que la mujer se acercó a la celda, tanto como su cabeza le permitía, contemplando al hombre loco.

―Oye, tú. Haz el favor de mirarme, tengo algo que proponerte.

El Sombrerero levantó los ojos. Su mirada era otra, era la de una persona que no tiene razón para vivir. Una persona que no sabe nada, que no recuerda nada. El sombreado en sus ojos era negro al igual que sus pupilas. No eran de un negro vivaz, eran de un negro apagado, demostrando ninguna clase de emoción. Parecía estar vacío por dentro.

― ¿Quién es usted?― le espetó con un tono descortés que Stayne estuvo a punto de replicarle algo si no fuera porque Iracebeth lo chistó.

―Yo soy la Reina Roja, soy tu soberana― dijo la mujer, con el tono más inocente que pudo inventar.

― ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién soy? ¿Acaso soy un reo de este lugar?

―Tú eres un criminal y estás encerrado por los crímenes que cometiste. Eras todo un rufián― Iracebeth movió los dedos con emoción ―. Pero verás no puedes recordarlo porque te has golpeado la cabeza cuando mis hombres te atraparon.

El Sombrerero seguía sin emoción en su rostro. Al no tener recuerdos, no tenía motivos para tener sentimientos. Sin embargo, la duda comenzaba a asomarse en su cabeza.

― ¿Es eso verdad, señora Reina Roja? ¿Usted sabe quién solía ser yo?

―No lo sé, pero si quieres descubrirlo tendrás que salir de prisión primero.

― ¿Y cómo salgo?

―Verás, querido. Tenemos un pequeño problema, mi trono peligra y me batiré a duelo con mi hermanita por el poder. Pero somos reinas, no podemos pelear nosotras mismas, así que tenemos que llevar a un campeón. Tengo entendido que eras un hueso duro de roer, así que te propongo esto. Lucha una batalla en mi nombre y te daré tu libertad.

Stayne miró a Tarrant expectante por sobre el hombro de la Reina Roja.

―Está bien― murmuró luego de unos segundos de meditarlo ―.  ¿Cuando?

―Sólo faltan unos días, mientras tanto deberás quedarte ahí― dijo ella.

―Muy bien.

El Sombrerero volvió a su posición inicial, la mirada gacha, quieto y sin recuerdos de nada. La Reina se dirigió entonces a Stayne en voz baja.

―Ha sido fácil, ya es nuestro.

―Mucha es su inteligencia, Su Majestad― Stayne besó la mano de la reina. Esta le sonrió con afecto.

―Vayámonos, querido Stayne.

―Claro, mi reina.

Estando a punto de marcharse de nuevo hacia los dormitorios, Iracebeth pareció recordar algo de repente. Se giró sobre sus talones y volvió hacia la celda.

― ¡Tú! ¡Prisionero! Olvidaba preguntarte algo. ¿Dónde está Alicia?

Tarrant levantó la mirada y dirigió sus oscuros ojos a la mujer.

― ¿Quién es Alicia?― preguntó en voz baja. La sonrisa en el rostro de la Reina Roja hubiera helado cualquier corazón.

El Sombrerero ya había olvidado a Alicia.

Continuará...

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Cereza Queenie

La igualdad entre el cuervo y el escritorio [AliciaxSombrerero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora