Capítulo 6: Una noche en el molino

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Disclaimer: Alice in Wonderland 2010 pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro

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|Capítulo 6|

|Una noche en el molino|

Chess fue el primero en irse de la fiesta del té. A él lo siguieron la Liebre de Marzo y Mally, la lirona. Alicia y Tarrant se quedaron a solas.

― ¿Deberíamos limpiar?― preguntó ella, viendo que la mesa estaba hecha un desastre. Tazas, pastel, galletas y más cosas todas desparramadas por el suelo.

―No te preocupes, mañana lo limpiaremos. Ahora deberías descansar― él le sonrió ―. Ven, tienes que ir a dormir.

Él la condujo al molino destruido otra vez. Le tomó dos segundos a Alicia recordar que adentro, esa construcción era mucho más grande lo que se veía desde afuera. Ahora que ya no estaba asustada por entrar ahí cómo lo había estado más temprano, el molino le pareció un lugar muy agradable. Las paredes eran de madera, había cuadros modestos adornando el vestíbulo principal y un florero en una mesita de caoba. Ella tocó las flores con sus dedos, eran muy suaves.

―Este lugar es muy bonito― murmuró Alicia ―. ¿Hace cuánto vives aquí?

―Pues, no hace mucho― Tarrant pensó un poco ―. Cuando viniste aquí de niña, yo no vivía aquí. Sólo trabajaba aquí, era mi taller. Pero luego de la tragedia de Witsend, no sólo era mi lugar de trabajo si no que se convirtió también en mi vivienda.

―Lo lamento mucho.

―No lo lamentes, como el campeón de Infratierra, ayudaste a destituir a la Reina Roja― él suspiró ―. Al menos le diste paz a aquellos que murieron bajo la tiranía de esa mujer. Ven, te llevaré a tu habitación.

Se dirigieron hacia el pasillo. Alicia sabía que la habitación del fondo era el taller del Sombrerero. Sin embargo, había otras puertas a lo largo del pasillo, todas estaban cerradas.

―Esta es tuya― dijo él, deteniéndose en la anteúltima puerta.

― ¿Mía?

―Tuya. La hice para ti. Puedes quedarte en ella el tiempo que gustes. La de al lado es la mía― Tarrant señaló la puerta de la izquierda.

Ella se sintió emocionada. Iba a dormir en la habitación que estaba junto a la de Tarrant. Debía buscar un momento para hablar con él, pero no estaba segura de sí podría animarse. Su anfitrión la hizo sentir muy cómoda. Le enseñó su cuarto, que era de paredes azules con cortinas y muebles en el mismo tono. Era un cuarto asombroso.

―Cuando te fuiste, arreglé este cuarto para cuando volvieras. Sé que te gusta el azul.

―Me encanta― respondió ella, observando cada rincón ―. Es verdaderamente una maravilla.

―Ahí adentro está tu ropa― dijo, señalando un pequeño armario. Alicia lo abrió. Estaba lleno de vestidos en diferentes matices de azules. Cada uno era más hermoso que el anterior. Ella estaba impresionada.

― ¡Esto es increíble! ¿De verdad todo esto lo hiciste tú?

Tarrant asintió con una sonrisa.

―Te lo agradezco mucho, en verdad― ella se acercó al Sombrerero y le dio un beso tímido en la mejilla ―. No sé qué haría sin ti.

―Te agradezco a ti por volver.

Se quedaron allí, mirándose unos segundos. Era la oportunidad de hablar con él. Era ahora el momento. Pero lo pensó demasiado y perdió su chance.

―Entonces, Alicia, querida. Te dejo tranquila para que puedas descansar― dijo Tarrant amablemente y caminó hacia la puerta. Cuando llegó a esta se dio vuelta y la miró una vez más ―. Si necesitas algo estaré aquí al lado. Buenas noches.

―Buenas noches, Sombrerero.

Alicia estaba sola en el cuarto que él había arreglado para ella. Después de todo lo que había sucedido ese día, decidió que era hora de descansar. Su cuerpo sentía el cansancio en cada músculo. Eligió de entre todas esas ropas que había en el armario, un conjunto para dormir. Era de seda azul. Cuando acabó de ponérselo, apagó la vela que iluminaba el cuarto y se metió en la cama. Las sábanas olían a canela y vainilla. Creyó que se dormiría en seguida, pero comenzó a meditar. Si alguna vez tenía otra oportunidad de hablar con él a solas ¿Qué le diría exactamente? No lo sabía. Sólo sabía que cuando estaba cerca de él, el mundo era un lugar mejor.

Estos pensamientos fueron interrumpidos por una voz repentina. No entendió que decía la voz, sólo la oyó. La joven se sobresaltó y aguzó el oído para escuchar mejor. Sólo había silencio. "¿Qué podría ser?" pensaba. Se sentó en la cama y se quedó quieta. Una sensación de miedo ingresó en su cuerpo. Y lo oyó otra vez. Estaba segura, era alguien que hablaba. Era el Sombrerero. Alicia no comprendía lo que decía pero algo no cuadraba. Si estaban solos en el molino... ¿Con quién estaba hablando? Ella se puso de pie, encendió una vela y fue hacia el cuarto de Tarrant.

Cuando entró, él estaba dormido. Es decir, estaba hablando pero dormido. Al parecer, estaba teniendo una pesadilla. Se acercó a la cama y lo observó. No tenía puesto el sombrero ni el chaleco, se podía ver por encima de la sábana que llevaba una camisa blanca con unos cuantos botones desabrochados. Tenía los ojos fuertemente cerrados y murmuraba cosas en intervalos irregulares.

―Alicia, no me dejes. No te vayas otra vez― se retorcía en la cama al hablar. A ella se le ocurrió responderle. Apoyó la vela en la mesita de luz y se sentó en el borde de la cama, tratando de no despertarlo. Le sujetó la mano con suavidad.

―No me iré. Me quedaré contigo.

―No es cierto. Te vas a ir― contestó él, negando con la cabeza.

―Sombrerero, yo quiero quedarme.

―Lo sé, pero te irás. Aunque no quieras, alguna fuerza del destino te alejará de mí.

―Si eso sucede, lucharé cada segundo por volver a ti.

Pasaron unos segundos más de silencio y Tarrant se tranquilizó, sujetando fuerte la mano de Alicia.

―Entonces, no tengo por qué temer.

Era sorprendente el repentino cambio de actitud. Era una de las cualidades del Sombrerero. Como todos, tiene sensaciones diferentes pero es capaz de demostrarlas de manera continua, aunque se contradigan entre sí. Él estaba feliz por la vuelta de Alicia pero temía que esta se fuera otra vez. Cuatro años de espera habían sido suficientes.

Aunque Tarrant ahora estaba relajado, Alicia se quedó allí, sujetando su mano. Quería estar allí por si él tenía pesadillas otra vez. Se recostó en el borde de la cama, una posición muy incómoda pero no le importó. Quería estar con él. Él no tuvo más pesadillas en toda la noche, así que ella se quedó dormida a su lado.

Continuará...

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Cereza Queenie


La igualdad entre el cuervo y el escritorio [AliciaxSombrerero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora