3. La historia se repite.

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Canción en multimedia: Starset - Dark on me

—Creo que piensas que soy un idiota y que deberían crucificarme, probablemente.

Cierro los ojos y suspiro. Robert si es un idiota, pero a pesar de eso no lo odio. No podría. Es mi hermano. Y aunque cometa muchas metidas de pata, seguirá siendo mi hermano.

— ¿Estás feliz? —pregunto en un murmullo.

Sus ojos vuelan hacia mí.

— ¿Qué?

—Volví a casa como querías.

Su mirada se agacha, llena de remordimiento. No está feliz. A pesar de que volví a casa, a pesar de que estoy con mis padres de nuevo como él quería, no está contento. No está contento de ninguna manera. No sé qué es lo que quiere de mí. ¿De qué manera lo haré sentir feliz? ¿De qué manera estará orgulloso de mí? No importa lo que haga, nunca será suficiente para él.

—Quería que volvieras a casa... pero no así. No de esta manera—murmura, acongojado—. Todo lo que está pasando es demasiado caótico como para creerlo—suspira—. Te creo, Blair. Creo todo lo que dijiste. Perdóname por haber dudado.

Me quedo en silencio. Quién lo diría. Ahora soy yo quien tiene la razón. Como han cambiado los papeles.

—Todo este tiempo que estuve luchando en Los Ángeles, lo único que hiciste fue insistirme que regresara—farfullo—. Decirme que yo no era lo suficientemente fuerte para lograrlo sola. Yo ya me sentía lo suficientemente rebajada con respecto a los demás, pero tú solo me lo recalcabas una y otra vez.

—Blair... yo...

— ¿Creíste que no podría conseguir un trabajo? ¿Creíste que no conseguiría dinero? —me ofusco — Tengo un maldito cheque de cien mil dólares en mi poder. ¿No es suficiente eso?

Se queda atónito.

— ¿Qué?

Ruedo los ojos y me doy la vuelta en mi cama, dándole la espalda. Dinero. Gran cantidad de dinero. Con solo mencionarle eso, he dejado de ser el centro de atención. Todo lo que importa es el maldito dinero que ni siquiera tengo intención de gastar.

—Si quieres te lo regalo—murmuro—. Ese dinero no significa nada para mí de todas formas.

Se forma el silencio. Cierro los ojos e intento dormir, esperando que en algún momento Robert se aburra y se marche. A los pocos minutos finalmente se mueve. Le da la vuelta a la cama y se acerca a mí, sentándose en el borde del colchón. Me mira con un sentimiento que no soy capaz de reconocer.

—Lo lamento—dice.

—Ajá—bufo, y me cubro más con las cobijas.

—Lamento haberte hecho sentir así. Debí apoyarte—murmura, acongojado—. Pero todo este tiempo, solo actúe como si fuera tu enemigo.

Me toma de los brazos y me levanta un poco para rodearme con sus brazos y darme un abrazo lleno de arrepentimiento. No le correspondo, simplemente dejo que lo haga. Su abrazo se siente vacío, a pesar de que sé que está arrepentido. No son los brazos que necesito. Mierda. Sólo me siento más estúpida ahora.

Robert me suelta instantes después, y examina mi mejilla mientras me mira con ojos preocupados. Me pregunto si aún cree que mis padres son blancas palomas.

Entonces caigo en cuenta de que Robert no parece sorprendido por el cambio en mi habitación. Agacho la mirada, dolida y decepcionada. No puedo creerlo.

—Tú lo sabías—murmuro con voz rota. No. No voy a llorar otra vez.

— ¿De qué hablas? —pregunta con voz dulce.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora