45. El poder de crear milagros.

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Cuando volví a despertar me encontraba en una habitación individual. Era más bonita que la anterior y con más artilugios. Giré el rostro para mirar a Alex, pero él ya no estaba ahí. Probablemente nos habían puesto en habitaciones diferentes.

¿Qué habrá pasado con él? ¿Estará bien? No puedo dejar de pensar en lo que Reed me dijo. ¿A qué se refería con que Alex no estaría bien? Por favor, tiene que estar bien. Alex saltó para salvarme y por culpa de eso ahora está así. Y ahora está en otra habitación gravemente herido sin saber qué es lo que pasará con él. No... no puedo quedarme aquí.

Tengo que verlo. Ni siquiera me importa estar herida también, tengo que ir a verlo.

Ignoro todos mis dolores y logro sentarme. Las manos me tiemblan, pero no me puede importar menos. Tengo que llegar hasta Alex. Hago un esfuerzo por llegar al borde de la cama, pero el dolor me hace ver estrellas. Mierda. No... no puedo rendirme aquí. Tengo que seguir.

Alex... Alex...

No sé en qué momento he llegado al pasillo, pero mis rodillas no dejan de temblar y tengo que sujetarme de la pared para poder caminar. No me importa no saber en dónde está Alex, revisaré cada habitación si es necesario. Al poco tiempo me doy cuenta de que este hospital es tan sofisticado que cada habitación tiene el nombre del paciente al lado. Veo muy borroso y me siento horrible, pero a pesar de eso no me rindo. Camino arrastrándome por la pared, buscando el nombre de Alex entre las diferentes placas.

Escucho ruidos de sorpresa a mí alrededor y veo personas extrañas pero lo ignoro. Ya sé que no debería estar de pie. Pero tengo que calmar este enorme vacío que siento en el pecho de alguna manera. Debo verificar por mis propios ojos lo que Reed dijo.

Como si fuera obra del destino, el nombre de Alex aparece en una de las placas. Me acerco con cuidado hacia la puerta, como si ésta pudiera desaparecer en cualquier momento. Tomo el pomo de la puerta con mis manos, pero las fuerzas me abandonan en ese momento y tengo que sujetarme bien para no caerme al suelo. Mis manos tiemblan tanto que casi siento al pomo temblar bien, casi puedo escucharlo en mi cabeza preguntarme si estoy bien, aunque eso es una locura.

Respiro profundo y trato de llevar aire a mis pulmones mientras abro la puerta. Sigo mandando aire a mis pulmones con fuerza mientras avanzo, esforzándome por abrir los ojos. Me duele mucho estar de pie, pero tengo que ver a Alex. Tengo que verlo...

Sigo caminando con los ojos cerrados hasta que choco con el borde de una cama. Las piernas me fallan de inmediato y caigo de rodillas. Apoyo mi cabeza sobre el colchón. La sensación es agradable. Pero... ¿qué estoy haciendo? Alex está aquí. Tengo que abrir los ojos. Tengo que poder...

Mis manos sobre el colchón se topan con la suya, agarrándola con las fuerzas que me quedan. Este es. Son las mismas manos con las que me salvó la vida...

— ¡Dios Santo!

Alex... no te quedes dormido mucho tiempo, por favor. Si no yo... yo...

— ¡Señorita, no debería estar fuera de la cama! ¡¿Cómo llegó hasta aquí?!

La ignoro sin soltar la mano de Alex. Pero él no se mueve. Entonces... ¿no era mentira? ¿Alex de verdad está grave?

Escucho a la enfermera hablar sobre perros espaciales y cerdos voladores, pero no me importa. Solo quiero que me dejen aquí con Alex. Por favor, no me lleven. Quiero quedarme con él por un rato más. Se supone que ahora es cuando las cosas comenzaban a mejorar. Por fin íbamos a hablar y arreglarlo todo. ¿Por qué? ¿Por qué pasa esto ahora? ¿Por qué... por qué me pasan estas cosas?

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora