He pasado una buena parte del día sumida entre papeles. Robert no me ha llamado aún. Me pregunto si olvidó mi cumpleaños. Adriana tampoco ha dado señales, a pesar de que se declaraba preocupada por mí hace no mucho tiempo. Y bueno... tampoco se puede esperar que Alex diga algo. Supongo que este es el primer cumpleaños que paso sola de verdad. Al menos, que Harmony me haya felicitado a pesar de las circunstancias me eleva un poco el espíritu.
Observo la hora en el computador. Luego dirijo mi mirada hacia el atardecer que ilumina toda mi oficina. Ya es hora de irme. Guardo un par de cosas en mi bolso y me pongo de pie, sin embargo me quedo de pie en la oficina. Este lugar se siente muy solo. Entonces, ¿por qué tengo afán por llegar al apartamento? Estará más solo que aquí. Trago grueso. Me siento como si fuera un conejo abandonado durmiendo en las profundidades de una cueva.
Me siento tan lejos de todos que resulta doloroso. Cuando conocí a Alex pude alejarme momentáneamente de esta sensación, pero ahora ha vuelto. Esa sensación de estar tan lejos de todos los demás. De querer tantas cosas, pero de saber que es imposible obtenerlas. Yo estoy teñida de gris. Siempre ha sido así. Y mientras que todos están llenos de colores, ríen y se aceptan entre ellos, yo me quedo a un lado por estar teñida de gris. Por ser diferente. Duele estar tan lejos de todos, y no poder alcanzarlos por más que lo intente. Odio que nadie se quede a mi lado. No importa cuánto tiempo tome, al final todos se van.
Me gustaría saber qué hice mal, y en qué punto de mi vida lo hice. ¿Por qué tengo esta maldición? ¿Por qué nunca he podido ser como los demás?
¿Por qué siempre quedo por fuera al final?
Suelto un suspiro, y me dirijo a la puerta, pero me detengo en el camino. Observo la puerta que conecta con la oficina de Alex. No he sabido de él en todo el día. Pero eso no me importa. Dirijo mis pasos de nuevo hacia la puerta, pero antes de llegar me detengo otra vez. No debería. No debería importarme ese imbécil, pero aun así... tal vez debería hacer que se fuera a casa. O a darle una razón más para que me odie.
Camino hacia la puerta que separa ambas oficinas, y al llegar allí, la abro con lentitud. Soy tonta, lo sé. ¿Qué me importa lo que le pase? Ojalá fuera más orgullosa. Agacho la mirada y abro la puerta con lentitud. No logro mantener mucho tiempo con la mirada agachada, así que lo miro. El pecho me duele de repente, llenándose de palpitaciones erráticas.
Se ha quedado dormido sobre el escritorio.
Me recuerda tanto a ese entonces. Solo bastaría entrecerrar los ojos para ver a un hombre deshecho, tirado en una cama y sin ganas de vivir. Ahora está más arreglado y viste de traje, pero así dormido... no puedo evitar compararlo con el Alex de ese entonces.
¿Qué debería hacer? No estoy segura de ello. Pero quiero acercarme. Quiero verlo. Mis pies actúan antes de que logre pensar con claridad, y de un momento para otro ya me encuentro parada a su lado. Está dormido con la cabeza sobre sus brazos apoyados en el escritorio. A su alrededor hay un montón de documentos desparramados, y en el navegador de internet se encuentra una página abierta sobre discriminaciones sociales a gran escala ocurridas anteriormente. En otra pestaña veo mi nombre.
Con algo de temor, tomo el ratón y le doy clic a la otra pestaña. Abro los ojos a más no poder. Es un artículo de una revista. Habla de cómo difamé a los homosexuales, mi odio hacia ellos y mi aparente máscara de niña buena. También hablan acerca de Colin, de sus contribuciones como editor a las bibliotecas públicas y escuelas, y su gran reputación. Más abajo se encuentra el video de mi entrevista en Los Ángeles, así como información sobre mi desmayo en las oficinas.
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Corazón de acero
Romance«Porque se necesita de un verdadero corazón de acero para sanar un corazón roto». Segundo libro de la saga «Corazón y alma». Tras abandonar Los Ángeles, Blair intenta ponerse en pie una vez más, pero su depresión parece superarla. Acosada por la pre...