Me encuentro parada al lado de mi cama. Observo la peluca y la cajita con los lentes de contacto un poco más allá. Ya he tomado mi decisión. Debí haber hecho esto desde el principio. Debí haberme ido lejos, y evitarme la tortura de ver a Alex todos los días. Pero no. Tenía que querer verlo. Tenía que insistir en verlo para así recordar con más fuerza los momentos que pasé junto a él. Quise alimentarme de esos recuerdos, porque sentía que era lo único que me quedaba. Pero el verlo todos los días solo me hizo sentir triste. Era un recordatorio de lo que había tenido, y de lo que nunca volvería a tener.
Ya no puedo negarlo. Me gustaría que Alex cumpliera con su amenaza y me encontrara. Pero eso no estaría bien. Lo sé. ¿Pero entonces está bien que yo me pudra de esta manera? Si tan solo no me apegara tan fácil, si no fuera tan dependiente... esto sería más sencillo. Ya han pasado meses desde que sucedió. No quiero imaginarme como dolerá en otros seis meses, o el año que viene. O en diez años. Me pregunto en qué clase de persona me convertiré. De una u otra forma... no estaré orgullosa de mí misma.
Miro la peluca por última vez, y suelto un suspiro. Apago la luz y me meto en la cama. Me quedo acostada boca arriba, agarrando el borde de la cobija con mis dedos. Ya no sé qué pensar. Tampoco qué hacer o que decir. No tengo objetivo alguno. Antes escribía un poco, pero desde lo que sucedió, ya no puedo escribir nada completo. Solo escribo partes incompletas. Recuerdos dolorosos. Desenlaces felices que nunca se darán. Es como si me gustara torturarme a mí misma. Pero sin eso... ya estaría muerta. Aunque las palabras que salgan de mis dedos ahora mismo sean dolorosas... aún siguen siendo una forma de liberación. La escritora dentro de mí está triste, no puedo evitarlo. Me pregunto si algún día, este sentimiento se acabará.
—Asesina.
¿Eh?
— ¡Eres una maldita asesina! —una mujer que ha salido de la nada me zarandea con los ojos llenos de lágrimas —. ¡Mereces morir!
— ¿Qué...? Se-Señora... ¿po-por qué...?
— ¡Muere ahora! ¡Para que a los veintidós no le arruines la vida a nadie!
Me aparto de su agarre, perturbada. Observo hacia el piso, y veo mi reflejo en él. Solo soy yo. Con mis trenzas y mis lentes. Es cierto que no soy muy agradable, pero... no creo merecer la muerte, y mucho menos que me llamen asesina. ¿Y qué rayos haré a los veintidós años? ¿De qué está hablando?
—E-Escuche... —alzo mis manos frente a mí, intentando tomar espacio—y-y-yo... no sé qué haré, pe-pero... le juro que lo evitaré. Sea lo que sea... l-lo evitaré... Así qu-que... p-por favor...
Esta señora me intimida bastante. Para empezar es una desconocida, y fuera de eso me está gritando cosas que no entiendo. ¿Seré una asesina en el futuro? ¿Por qué? ¿Qué hice?
De repente hay muchas personas rodeándome. Todas se ven amenazantes, algunas llorando de la rabia, otras mirándome con ira. Me estoy asustando. No entiendo nada. ¿Qué sucede? ¿Hice algo mal en los días pasados? ¿Fue porque no le di copia de la tarea a Anthony? ¿O porque no dejé que Brittany y sus amigas se me colaran en la fila de la cafetería? ¿O tal vez... hice algo que molestó a alguien?
— ¡Asesina!
— ¡Muérete de una vez!
— ¡Espero que te pudras en el infierno!
La gente que me rodea me grita llena de rabia. Sus gritos me perturban. ¿Y si me quieren hacer daño? ¿Acaso quieren matarme? No.... No quiero morir. Aún tengo muchas cosas por hacer. Todavía quiero publicar un libro. No puedo morir sin hacer eso.
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Corazón de acero
Romance«Porque se necesita de un verdadero corazón de acero para sanar un corazón roto». Segundo libro de la saga «Corazón y alma». Tras abandonar Los Ángeles, Blair intenta ponerse en pie una vez más, pero su depresión parece superarla. Acosada por la pre...