44. Finales en un inicio.

3.7K 384 72
                                    


A pesar de que el objetivo de esto era que me durmiera y de que estoy muy cansada, no puedo pegar el ojo. No sabiendo que estoy lastimando a Alex, que lo lastimaré si me muevo el más mínimo milímetro. Está haciendo todo esto para que yo pueda dormir, a pesar de que se está lastimando a sí mismo en el proceso. Es ridículo.

Alex ha dejado de quejarse, pero ya no dice nada. Me pregunto si se está conteniendo o si simplemente se ha dormido. Espero que no le esté doliendo mucho. Después de todo, puede que yo no sea muy liviana que digamos. ¿Y si estoy apoyada en alguna de sus heridas? No, no quiero ni pensarlo.

Sé que se siente mal por lo que pasó, pero llegar a estos extremos...

— ¿No puedes dormir? —me pregunta de repente.

—No...

— ¿Quieres hablar de algo?

—No sé... ¿De qué quieres hablar? —No tengo muchas ideas ahora mismo.

— Pues... tal vez podrías decirme algunas cosas. Sabes muchas cosas sobre mí, pero hay mucho que no sé sobre ti.

Me encojo de hombros en respuesta. Qué más da. Estoy atrapada aquí con él, no tengo muchos sitios hacia donde correr ahora mismo. O tal vez si los tengo, pero mi cuerpo no está para eso ahora.

—Bueno.

— ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El tres de mayo—murmuro, casi sin pensarlo. ¿De verdad quiere saber cosas con tan poca importancia?

— ¿Y tú color favorito?

—Naranja.

— ¿Comida favorita?

—Eran los espaguetis, pero... les perdí el gusto.

— ¿Algún lugar del mundo al que te gustaría ir?

Sus preguntas son apresuradas, como si tratara de enviar mi mente a cualquier parte que no sea un pensamiento depresivo. Incluso no me ha preguntado por qué les perdí el gusto a los espaguetis. Supongo que lo agradezco. Explicar el por qué no nos llevaría por buen camino.

—Hay fotos muy bonitas de Italia... en especial de Venecia. Me gusta ver cómo la gente se desplaza por las calles en balsas. Debe ser más divertido viajar de esa manera. Así hasta lo más rutinario sería interesante. Me pregunto cómo hacen para las señales de tránsito y los semáforos.

Alex suelta una ligera risa.

—No es tan complejo como eso.

— ¿Por qué no? Si ya es complicado para los autos, debe serlo aún más para algo que funciona como uno pero va sobre el agua. Quisiera sentir esa sensación de transportarme de esa manera por las calles de Venecia. Debo hacer eso antes de morir.

Se queda en silencio por un momento. Espero que mi último comentario no nos lleve a una conversación dolorosa. Me gusta esta conversación en la que tratamos temas simples y no pensamos en ningún dolor o rencor. Aun así, el mundo real hace presión, recordándonos que la vida no es tan bonita.

—Yo he ido a Italia.

— ¿Qué? ¿De verdad? —le pregunto con sorpresa. ¿Ha ido a Italia? Qué afortunado. Debe ser un lugar hermoso. De verdad, es muy afortunado.

—Sí, pero solo por negocios.

— ¿Hablas italiano?

—Pues... no. Por suerte hay mucha gente ahí que entiende el inglés, así que en varias ocasiones el idioma no es problema.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora