29. Muy cerca.

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—Gracias por todo, señor Ray.

Ya tengo puesta mi ropa de oficina. Cuando le dije a Ray que vendría aquí y que me cambiaría, él dijo que debería cambiarme primero en el apartamento. Sería peligroso si me cambiaba aquí y alguien descubría algo que no debía. No le vi mucho sentido ya que no me quitaría los lentes ni la peluca, pero de todas maneras le hice caso. Después de todo él hizo mucho por mí. Lo menos que puedo hacer es escucharlo.

— ¿No llamarás la atención con esa maleta? —pregunta, señalando mi equipaje.

Bufo.

—Le pediré a la recepcionista que la guarde mientras tanto. Seguro que no tendrá problema.

De todas maneras dejaré la editorial hoy.

—Muchas gracias por todo—le digo de todo corazón—. Si no hubiera sido por usted, yo...

Ray, al recordar el incidente del hombre que quería asesinarme, endurece el gesto.

—Ten mucho cuidado. Aún hay alguien por ahí que quiere matarte.

—Muchas personas deben querer matarme.

—Cierto. Solo... ten cuidado.

—Lo tendré—le sonrío.

Le doy un abrazo lleno de agradecimiento, y él me devuelve el abrazo. ¿Por qué será que a veces me encariño tan rápido con las personas? Si no me encariñara tan fácil, esto... toda esta situación sería mucho más llevadera. Me duele pensar que nunca lo volveré a ver.

Terminamos de despedirnos. Él se sube a su auto y arranca, desapareciendo en el horizonte. Por suerte nadie parece haberlo reconocido. Si alguien lo hubiera visto, si lo hubiera recordado como el guardia de seguridad del edificio y si lo hubiese visto hablando conmigo, podría haber terminado uniendo puntos. Me alegra no haberlo metido en un problema. Al menos él y su familia estarán a salvo. Es lo menos que se merece después de haber hecho semejante acto de bondad por mí.

Me doy media vuelta y observo el enorme edificio frente a mí. A pesar de todo lo que ha pasado y las demandas que seguro la editorial recibió, ha podido sobreponerse y seguir adelante. De una u otra forma, ellos también son víctimas de todo esto. Pero pronto terminará. Espero que con el video que hice, se puedan aclarar muchas cosas. Puede que no ayude en nada, pero al menos debía dar la cara. Sé que ya lo hice cuando fui a Nueva York, pero no se siente como lo mismo.

Me adentro en el edificio con mi maleta. Al entrar me acerco a la recepcionista.

—Buenos días, señorita Harrison—me saluda, mirando mi maleta. Es la misma chica que estaba aquí la primera vez que llegué a ver a Harmony. Esa vez también llevaba mi maleta a rastras—. ¿En qué puedo servirle?

—Buenos días. ¿Puedes guardar esto aquí por favor? No tardaré mucho en recogerla.

—C-Claro... —me responde, algo confundida.

Le paso mi maleta, y ella la guarda debajo del mostrador.

—Ah... y no te atrevas a mirar lo que hay dentro—le advierto con voz lúgubre.

Ella se estremece. Sin embargo, debe ser solo porque soy Michelle. Después de todo, tengo fama de ser estricta.

—E-Entendido. No lo haré.

Me retiro de allí y me dirijo al ascensor. Cuando estoy dentro, presiono el botón de mi destino y las puertas se cierran. Cierro los ojos mientras llego. No quiero tener esa imagen en mi mente otra vez. Por alguna razón me está pasando cada vez que entro a un ascensor. Lo que me faltaba.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora