11. Un viaje de redención.

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—Así que díganme —dice mi madre mientras intenta aparentar tranquilidad—, ¿qué los trae por aquí?

—Bueno...

—Seguro tendrán asuntos que tratar con mi hija. Lamento si les ha causado algún problema. Después de todo ella es un poco atolondrada. Últimamente ha causado muchos problemas a muchas personas, así que entenderé si tienen alguna queja.

Alex la mira.

—Y ella... ¿está bien?

Mi madre parpadea, sorprendida por el cambio de rumbo de la conversación.

—Bueno... la verdad es que no sé qué responder a eso. Después de todo solo está pagando por sus acciones. No sé si sabrán acerca del libro que publicó. Salió en las noticias. Bueno, eso enfadó a mucha gente. Así que no puedo decir que esté feliz de la vida, después de todos los inconvenientes que nos ha causado.

Alex frunce el ceño hacia ella mientras yo me aguanto las ganas de reír. Después de todo no esperaba menos de ella.

— ¿Inconvenientes?

—Ha habido muchos problemas. Si tienen alguna queja para ella, deberían ir a ver a su hermano. Él podrá darles información de cómo contactar con ella.

Alex está patidifuso.

— ¿A qué se refiere? ¿En dónde está?

Aquí es donde se entera de la mitad de las cosas. Pero no debo preocuparme. Incluso si se entera de algo de información, no podrá encontrarme con tanta facilidad.

—Se fue a Los Ángeles.

— ¿Qué? —Alex está anonadado—. Tiene que ser una broma.

—Oh no. Aunque no sé para que volvió ahí. Tal vez para escapar de todo.

— ¿Escapar de qué? —pregunta Alex, ya con las ansias apoderándose de él.

—Pues... de los periodistas, de los rumores y de las amenazas.

— ¿La han amenazado? —A cada minuto parece estar más angustiado.

—Oh sí. Incluso un día lanzaron un ladrillo a su habitación en medio de la noche. —Observo a Alex. Parece que en cualquier momento le dará un paro cardiaco—. Pero estas cosas pasan. Es por eso que debemos elegir bien nuestras decisiones.

Alex agacha el rostro y aprieta la mandíbula, como si la situación lo superara.

—Tengo una queja para ella—farfulla con un toque de rabia en la voz—. Deme la dirección de la casa de su hermano.

Lo observo con la boca abierta mientras mamá se levanta de su sitio. Esto es increíble. ¿Él tiene una queja para mí? ¿Con qué derecho?

—Russell, usted-

—No es lo que cree—me interrumpe con la voz grave—. Es obvio que su madre no la quiere. No puedo decirle mis verdaderas intenciones a ella.

Eso me alivia, aunque de inmediato me siento estúpida por el pensamiento. Supongo que recordó alguna conversación que tuvimos, y confirmó que mis palabras eran ciertas. Aunque papá parece no estar en casa. Me pregunto cómo habría reaccionado él al verme.

Mi madre no tarda en regresar con la dirección, aunque yo ya sé dónde es. Al recibirla, Alex se pone de pie y camina hacia la puerta. Yo lo sigo. Al notar que nos marchamos, mamá pone sus armas en acción.

—Escuché que la despidió. Ella es algo torpe, pero si necesita a alguien que reemplace su lugar, puede contar con mis servicios. Estoy dispuesta a mudarme si necesitan un servicio de veinticuatro horas.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora