Capítulo 14.

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El clima de Londres no es tan malo como esperaba, ya que no hace tanto frío y eso le permite moverse con facilidad debajo de ese hoodie negro que lleva puesto.

Al caminar por el aeropuerto, sus ojos de sienten pesados. A pesar de que ahí son las once de la mañana, le tomará un par de días acostumbrarse al horario.

Su padre y el chofer de éste, lo esperan en la puerta del lugar. El hombre de canas se acerca a su hijo y lo abraza.

— Hola Des — saluda, como de costumbre, llamándolo por su nombre.

— Edward — le besa la frente y le palmea el hombro antes de subirse a la camioneta.

Una vez adentro, el chico guarda silencio y escucha a su padre pedirle a Peter su chofer, que los lleve a un restaurante cercano para almorzar.

— Papá solo quiero llegar a casa y dormir — dice. — El cambio de horario ya me provocó migraña.

— Necesitas comer y además hace mucho que no te veo.

Edward no protesta y mira hacia la ciudad, nublado como siempre. Luego la camioneta se estaciona y bajan. El chico observa la que ha sido su cafetería favorita desde siempre.

Entra y el olor a chocolate caliente le inunda las fosas nasales. Toma asiento y Des frente a él.
La mesera viene a tomarles la orden y al reconocer al chico tatuado, lo saluda con gusto, ya que cuando solía vivir ahí, pasaba mucho tiempo en ese lugar.

Edward ordena un chocolate caliente y un sándwich de queso mientras su padre pide un café y unos waffles.
Desayunan en silencio, y Des ve a su hijo con los ojos entre cerrados y entonces se da cuenta de que en serio tiene mucho sueño.

Deja unas cuantas libras en la mesa y se levanta, Edward va detrás de él literalmente arrastrándose y su padre se ríe de su estado. Vuelven a subir a la camioneta y el chico se concentra en no quedarse dormido pero es casi imposible.

Ve su enorme residencia frente a sus ojos y un montón de recuerdos le llegan a la mente.

Como aquella vez que lo sacaron en una camilla con un tanque de oxígeno conectado al cuerpo y escuchaba a su hermano y padres llorar.

Parpadea al ver a Anne, su madre esperándolo con una sonrisa y baja corriendo de la camioneta para abrazarla con fuerza y besarle la frente.

— Hola preciosa — dice. — Te he extrañado mucho.

— Hola cielo — la mujer le besa la mejilla y Edward sonríe.

— Peter, encárgate del equipaje — escucha a su padre decir y el hombre asiente.

— Voy a dormir un rato, hablamos más tarde.

— Edward, asistirás con nosotros a un evento de la empresa.

— Ay no me digas, apenas llegué y ya quieres volverme loco.

Anne también se ríe y lo ve entrar apresurado, Edward va escaleras arriba y abre la puerta de su antigua habitación. Todo está como antes, pero ya no huele a él, huele a limpiador de pisos y eso no le desagrada del todo.

Edward & Harry. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora