Capítulo 24. (1/3)

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No podía ser tan mala, me sentía tan jodida anoche que en serio no podía dormir jajajaja. No voy a matar a Harry, mi corazón no lo permite. Lo hago por ustedes ahhhhh.
Ahora tengo que explotarme el doble para re escribir el destino de ésta historia.
Perdón por el capítulo tan corto, ya verán, y ya no lloren.

Su cuerpo entero está bañado en sudor; puede sentir las sábanas pegadas a su cuerpo y el frío aire de un día nublado entrando por la ventana.
Escucha tres golpes en la puerta y abre los ojos al instante.
Las manos le tiemblan y se pasa una de ellas por la frente al sentir el agua escurrirle por las mejillas.

Se descubre las piernas y toca sus dos extremidades completas con alivio, el alma le regresa al cuerpo y aunque batalla para llegar a la puerta, se siente muy a salvo al abrirla.

Harry está parado frente a él, con una mochila en el hombro y lo está mirando con cara de pocos amigos.

— ¿No te has cambiado, imbécil? — pregunta y pone los ojos en blanco. — ¡Apúrate!

Edward escucha su voz y su corazón late con mucha fuerza. Se acerca a él y lo abraza, Harry se queda extrañado y le pasa las manos por la cintura.

— Te amo — el chico de tatuajes le besa la frente, las mejillas y los párpados cerrados. — Te amo, te amo, te amo.

— ¿Okay? — Harry hace una cara de asco y eso a su hermano le importa poco.

— No estás muerto — levanta los brazos y le toca la cara con desesperación. — Gracias al cielo.

— ¿De qué demonios hablas? Ya se hizo tarde para el festival, habrá mucho tráfico en la carretera.

Edward lo jala del brazo y lo hace pasar a su habitación. Lo tira en la cama y Harry gruñe. Se acuesta a su lado y lo abraza nuevamente, sube una pierna al abdomen de su hermano y se acomoda en el hueco de su cuello.

— Me niego a ir — murmura y cierra los ojos.

— Levántate ya — ordena. — Deja de joder, ¿qué te pasa?

— Tuve una pesadilla horrible — le besa la mejilla repetidas veces. — Vi tu muerte y mi pierna amputada.

— Enfermo — Harry alza las cejas. — Y yo que pensé que estabas todo sudado por hacerte la paja mañanera.

— Ricitos — murmura y pega la nariz al cabello del otro chico. — Ricitos bonitos, ricitos bonitos.

Harry suelta una carcajada y aprieta los ojos.

— ¿Te convertiste en el Edward de seis años que me decía eso en la escuela?

El de tatuajes sonríe y asiente.

— Quiero estar todo el día contigo — se pega más a él y Harry finge vomitar.

— Que asco, muévete.

— No.

— Edward...

— Ya te dije que no.

— ¿Entonces no iremos? — suspira.

— Por supuesto que no — niega frenéticamente. — Y debo revisar mi automóvil.

Edward & Harry. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora