Capítulo 33 A la mierda

1.1K 140 34
                                    


    Mis venas se hinchan al tenerte en mi mente,

Al camino de tu vida camino y ando,

Los pasos dejados son letras andan o,

Que escribe la vida por el amor solamente.

- No- interrumpió Eliza cuando Alycia intentó quitarle los pantalones- déjame a mi

Rodó hasta quedar encima de la ojiverde, intercambiando los roles, siendo esta ahora quien llevara las riendas de todo. Besos y más besos de esos labios carnosos, en ellos hallaba una segunda casa, en ellos perdía la cordura, cuando dos músculos húmedos se encontraban a medio camino, creando una conexión, la reacción en cadena que puede hacer el roce de sus lenguas, siendo este el punto más estimulante de sus cuerpos, pues en sus besos comenzaban sus más ardientes deseos, que sus manos cumplían. Aroma, que aroma el que desprendía la tez de la joven Blake, solo conseguía que Eliza quisiera cubrir cada centímetro de su cuerpo a besos, descendiendo lentamente, deleitándose de aquel privilegio, contemplar el hermoso cuerpo semi desnudo de la ojiverde, sentir como su pecho se agitaba conforme la excitación aumentaba y eso que no había llegado a los puntos más erógenos. El efecto que causaba el aliento cálido de la rubia acariciándola, como el sedoso roce del pétalo de una rosa deslizándose por su cuerpo. Alycia tuvo que controlar los tenues gemidos, que empezaban a despertar y empujar desde lo más profundo de su pecho hasta su garganta, sobre todo cuando sus senos fueron liberados de una inánime prenda, solo para ser nuevamente prisioneros ante las manos de la ojiazul.

Era como si cada roce de su lengua sobre su pezón erecto fuese como apretar un interruptor, que enviaba corrientes eléctricas hasta llegar a su sexo a cada vez más exigente. El cuerpo de la joven Blake cobró vida, moviendo la pelvis, buscando fricción, contacto, cualquier cosa que le diera alivio.

No solo la receptora obtenía su satisfacción, saborear cada rincón de su cuerpo era estimulante y cuando los gemidos silenciados llegaban a los oídos de Eliza, hacía de ésta una adicta, una enferma cuya cura se encontraba en aquella reacción química que solo se produce al final del acto, la unión de dos amantes, por fin hallar la incógnita que tanto anhelaban descubrir ¿serían las perfectas piezas de puzle que encajaría?

A bajo, a bajo, más abajo los roces de sus labios, recorriendo su abdomen, acariciando sus costados, quedándose con cada detalle de su tacto, los ojos de la imaginación. Exploró por encima de los pantalones deportivos, a pesar de las telas que tapaban aquello que tanto anhelaba probar, pudo notar el calor y la humedad. Besó su monte venus, hasta el momento mantuvo los ojos cerrados disfrutando de su cuerpo, hasta ese punto, el azul de sus ojos echaba en falta el verde esmeralda. Alycia también había mantenido los ojos cerrados, intentando controlar su respiración y los suspiros sonoros, hasta que lo sintió, sintió como la mirada azulada demandaba que la mirase, conectando cuando obedientemente se encontró con la mirada de Eliza. Intenso fuego, casi sin dejar de mirarse, la rubia procedió a quitar lentamente los pantalones deportivos de la joven Blake.

Ya no recordaba el enigma de la tarde, perderse entre el escaso bozo que ofrecía aquél hermoso manantial. Su olor, no era para nada desapacible, al contrario, le resultó más grato de lo que esperaba. Notó el temblor en las piernas de Alycia, no por desconfianza, no por temor al dolor, sin embargo, el temor de no gustar resultó ser su peor enemigo. Reaccionando, cuando sintió la caricia aterciopelada su lengua recorrer todo su sexo, desde su obertura hasta el punto donde lo sintió todo, donde todo su centro del universo se tambalea y pierde el eje, moviendo involuntariamente su cadera. Llevó la mano a su boca, no debía jadear demasiado fuerte. No hacía daño, no dolía. Al contrario, resultó ser unas sensaciones difíciles explicar con palabras. ¿Eso mismo sintió Eliza cuando ella lo hizo? Ahora podía comprender la sonrisa bobalicona que puso después. No quería que acabase, a su vez el cuerpo suplicaba por estallar, liberarse de toda esa tensión, encogió los dedos de los pies mientras notaba como subía por sus piernas. No, no podía más, resultaba ser mucho más intenso que los otros orgasmos que había experimentado. No podía, estallaba, se liberaba:

Alto FBI: Nueva Generación Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora