Dahlia

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A pesar de que no sepas que siquiera existo, yo siempre he estado en la camilla de a un lado, mirando como tu vida se debate pensando en si sigues vivo o no.

¿Sabes algo?
La gente no cambiará por más que lo desees.
Ellos que están en mejores condiciones no serán más amables contigo por tener una enfermedad terminal, así como tampoco los doctores sentirán empatía por tu dolor. Ni tu tan ansiado suicidio lo cambiará.

Mientras tanto, yo me mantengo mirándote, todas las tardes como observas perdidamente el atardecer que da directo a nuestra ventana.
Eres hermoso, tanto como las flores de Dahlia, aquellas por las cuales tengo una bonita obsesión.

Te dibujo todos los días mientras comes, miras el firmamento con tristeza, o simplemente duermes (poco o mucho, hasta que los dolores provocados por el cáncer te remonten a la realidad).

Eres una persona sumamente valiente para mí: Llevas más de una semana en este lugar, y a pesar de las malas caras que todos te ponen al ver tu diagnostico, pese a lo terribles que son las quimioterapias (lo digo por experiencia), eres imperturbable.
Sin embargo, ello no impide que rompas en llanto cuando solo estamos tú y yo, encerrados en esta habitación, mientras yo finjo dormir para que puedas desahogarte.

No sé cuanto tiempo dures vivo, por ello, en esa tarde en que el otoño recién llegaba, yo hice un esfuerzo gutural por ir hasta donde tu camilla, sentarme a un lado tuyo mientras ningún medico se acercaba, y te susurré con ternura, irrumpiendo tus pensamientos al ver el atardecer.

—Sé que crees que siempre estarás solo, pero niño, te aseguro que al dar el anochecer, cada vez confirmo tu belleza impecable. Para mí eres una hermosa flor de dahlia –Te dije, desconcertandote.
Para que comprendieras mis palabras, acto seguido te mostré mi cuadernillo de dibujos en donde no sólo pintaba al oleo esas bellísimas flores que tanto admiraba por su estética y variada figura, sino porque me recordaban tanto a ti: Firmes, y ante todo: Muy lindas.

Tú reíste al verme ahí, cual sí estuviese loco.
Entonces, extendiste tu cansado cuerpo a la base de la cama hasta donde tu diagnostico, y con desprecio, lo lanzaste hacia mí.

Atento, con los reflejos al mil, pude atrapar aquel diagnostico que, obviamente, me hizo abrir los ojos.
Mientras tanto, tú agachaste tus ojitos.

—¿Lo ves...?–Alargaste tu voz ronca ya–¿Cómo puedes venir a decir esas estupideces de las flores cuando tienes tanto miedo a mi diagnostico?–Soltaste sin soltura.

Pero yo negué enseguida, mirando tus ojitos y sosteniendo una de tus manos libres con las dos mías, mandando al carajo aquel diagnóstico.

—Me importa una mierda que tengas un severo y contagioso cáncer de piel. Al final, yo también me he de morir de algo, ¿no?–Solté, notando como ahora tú, mi adorable flor, abrías tus pupilas cual sí fueran hermosos pétalos revelando su autentico color.

Titubeste entonces.

—P-pero antes... Tus ojos se abrieron mucho.

Y yo, por mi parte, lentamente me acerqué a tu rostro, sobando con dulzura tu mentón mientras veía esos hermosos ojos dorados que posees.

Sobre tus labios, susurré:

—Es porque no imaginé que mi flor tuviese un nombre tan hermoso, Haou–Y acto seguido, miré tus ojos con inseguridad, como pidiendo permiso para besarte.

Tú no pudiste evitar soltar lagunas de confusión y un poco de duda, pero aún así me besaste por propia voluntad, no sé sí porque también era de tu agrado, sí porque mis palabras habían logrado convencerte, o porque desde hace tanto tiempo necesitabas un poco de cariño.

Así, el tiempo pasó.
No tardaste mucho para aceptar ser mi novio.

Yo enseguida anuncié ello a todas mis visitas, mientras te trataban de manera cariñosa por ser mi novio, aunque por tu parte, no tenías a quién presentarme pues nunca iban a verte en tu estado.
Tus padres preferían únicamente pagar tu tratamiento y pretendían que te pudrieras aquí adentro, aunque con lo que no contaban es que este chico que antes era un gran pintor, te llenaría de afecto que ellos nunca quisieron darte.

Sin embargo, el dolor cada vez nos iba consumiendo más y más, a cada uno por nuestra parte.
Habían veces en que no sabíamos ni qué elegir: si resguardarnos en los brazos del otro, que poseíamos casi la misma enfermedad, o ignorarnos como sí no nos conociéramos, pues las quimio no nos dejaba energías para interactuar.

Eran días desgarradores, aquellos en los cuales también, dormido, asegurabas que anhelabas poseer alas y mandar al carajo todo a cambio de diez minutos sin dolor.
No sabes cuanto me quebraba eso.

Pero sin dudar, yo siempre me presentaba ante ti como el amante fuerte y férreo que nunca se dejaba vencer, y todo por ver una pequeña sonrisa en tu rostro antes de que te llevaran a ese infierno al que llamaban tratamiento.

Y así, en una tarde cualquiera, a mi bella dahlia de nombre Haou le regalaría una hermosa pintura que llevaría su nombre: Con un hermoso castaño aún con cabello café predominando en su verdadera calva reluciente, rodeado de prados hermosos en donde las típicas flores estuviesen presentes, teniendo de fondo un hermoso cielo azul, ese que tanto añorabas ver desde que te internaron.

Había terminado ya la obra, después de dos horas, y esperé paciente a un lado de tu cama, sitio en donde deposité el cuadro pequeño y finalmente me dediqué a esperar tu regreso... Aquel que nunca ocurrió.

Esa tarde tan devastadora, los médicos me trataron como a un animal, alejandome de tu cama vacía que pronto sería ocupada por otro niño en el mismo estado.

Me cargaron hasta donde mi camilla, y acto seguido, tiraron el cuadro que con tanto amor te había dibujado a ti, mi hermoso Haou.

Entonces, ellos comenzaron a quitar tus cosas pese a mi suave llanto que tenía como transfondo el grave dolor que yo sentía.

Y entonces me pregunté: Tu muerte... ¿Habrá sido por culpa del destino o de algún dios negligente? ¿Tal vez un demonio injusto? O era que simplemente la naturaleza había escogido como víctima a un inocente que debía de vivir mucho más que aquellos que desde siempre lo habían mirado con desprecio, lo habían privado de cariño siendo su familia, y se habían burlado de él por una enfermedad estúpida.

Pensando estaba, hasta el momento en que mis ojos se cerraron para siempre, trazando por fin un notorio camino para mí entre la vida y la muerte.

Y hasta el día de hoy, dulce dahlia castaña, no he dejado de buscarte, en esos días con atardeceres preciosos, como los que tanto te gustaban, en esas noches, en las cuales gritabas que sólo querías morir para descansar.

Hasta entonces, una y otra vez, no me cansaré de hacer una expedición en este lugar hasta saber que has estado bien, que has florecido finalmente, y que ya no sientes el mismo dolor que te atormentaba como el que sentías estando en vida.

* * *

Historia corta, inspirada en:

-Un vago recuerdo que tuve hoy de madrugada.

-Mi canción favorita de todas, que se encuentra en multimedia: Dahlia (Grupo: X Japan).

-Una película que me hizo llorar mucho hace unos minutos.

Espero no les haya parecido muy largo o aburrido u u
Pero enserio me sentía con ganas de expresar lo que sentía en este mini relato.
Andaba (o ando :v) algo triste.

🌸Drabbles Dark/Spiritshipping.🌸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora