Tarde en la feria

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—Dime algo... ¿Cómo acabamos con éste par de psicópatas? –Indagó con un peculiar temor cierto castaño, mirando como su hermano mayor y su pareja compraban cuatro entradas en la taquilla.

Su mejor amigo se rascó la cabeza, igual de intrigado.

—Nunca debimos hacer esa apuesta, ¿verdad?

Y apenas concluyó su oración, su hermano mayor de ojos ámbar los dirigió a ambos a la entrada de aquel parque de atracciones con juegos que parecían ser más bien instrumentos de tortura para ambos muchachos menores.

¡Oh, sí tan sólo hubiesen sido más inteligentes a la hora de apostar cuantas galletas podía comerse Judai en un minuto!

Pero aquello ya era pasado, y ahora ambos debían de afrontar las consecuencias.

Así, los cuatro caminaron hacia adentro.
Mientras Haou miraba atento cada juego que le gustaba, Jehu le tomaba más fuerte de la mano, mirándolo a él.

Después de todo, subiría a todo lo que Haou le ordenara.

Y mientras, los hermanos menores no podían creer que iban a subir a dichos mecanismos letales.

—Y... ¿Los carruseles no están permitidos? –Dijo tímido el dulce Judai, recibiendo de respuesta una carcajada sonora y un gesto socarrón por parte de su cuñado.

—¿Estás loco, princesito? ¡Sube a un verdadero juego!–Se burlaba Jehu.

Pero determinado chico oji jade no le iba a perdonar el descaro.

—¡Oye! No le hables así a Judai, hermano–Trató de sonar impotente Anderson.

No obstante, el más alto de los cuatro lo miró desafiante.

—¿Qué pasa, Johan? ¿Acaso quieres ponerle el ejemplo al bebé que tienes a un lado? ¡Vamos! Nosotros te esperamos aquí.–Le retó.

Johan por su parte asintió con muchas ganas de callarle el pico a su hermano.
Estaba bien sí a él lo fastidiaba, ¡pero nunca a su mejor amigo!

Entonces el menor de los Anderson subió a una especie de atracción en forma de montaña rusa, pero más pequeña.
Con todas sus fuerzas, esperaba no devolver su desayuno, ¡y menos enfrente del más bajito!

Y así, la fila cada vez se hacía más corta, haciendo que sus piernitas delgadas tiritaran de los nervios.
Y los minutos pasaron, hasta el momento en el que su turno había llegado.

Con una cara de querer largarse de ahí, entró a la zona de abordaje, hasta el momento en que un empleado le anunciaba que él no podía subir debido a la estatura.

Feliz, Anderson por poco se come a besos al trabajador.

—¡Gracias, gracias, gracias! –Saltó con emoción, creyendo que sus acompañantes no lo mirarían, pero apenas bajó, pudo presenciar como Jehu, y hasta el mismo Haou, se desconjonaban en una risa tremenda al ver a Johan casi llorando de alegría por no subir.

Y justo cuando el peli turquesa no creía poder estar más avergonzado, vio el teléfono de Jehu en donde estaba en vídeo su reacción.

Y así, todos siguieron su marcha, con un par muy divertido, un avergonzado Johan y un nervioso Judai.

El ultimo por su parte estaba muy agradecido de Johan por haberlo defendido.
Justo estaba por decirle sus palabras de sincero cariño, cuando los mayores esta vez los miraron pícaramente a ambos, señalando a la casa del terror.

Obvio el espontáneo Johan negó en repetidas ocasiones, pero grande fue su sorpresa al ver que su mejor amigo tomaba la iniciativa y daba un paso al frente.

🌸Drabbles Dark/Spiritshipping.🌸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora