Mi lugar, tu prisión

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El camino había sido jodidamente largo y aburrido, Wonho no concebía pasar mas de dos horas dentro de ese auto y encima solo. Ya había bebido y comido todo lo que estaba a disposición. Había intentado conversar con el que manejaba y fue en vano. Al final logró dormirse, acostado en todos los asientos del auto.

En algún momento llegaron y al escuchar la puerta abrirse miró y suspiró, el lugar era un desierto, podía ver campo a ambos lados. Salió de una vez y nuevamente un señor de traje le fue dirigiendo el camino. ¿Que le pasaba al de cabellos rosas? ¿Por qué le dejaba solo? Wonho estaba casi de mal humor y no se impresionó en absoluto por la inmensa mansión que recorría, solían ser de ese modo. Le llevaron hasta lo que sería su nueva habitación. Las cajas con sus cosas estaban allí en medio del lugar, miró alrededor y buscó los ojos del tipo de cara larga.

— ¿Y Kihyun? — el hombre parecía impresionado por haber escuchado el nombre del señor de la casa y carraspeó.

— Cuando él lo quiera ver se lo hará saber. Abajo esta la cocina y su baño está ahí mismo. — y así se fue, dejando a un muchacho con demasiadas energías a su propio juicio.

Se bañó, acomodó las cosas en el lugar, incluso se puso ropa de casa. Frustrado por seguir solo empezó a armar las pesas para poder ejercitarse. Supo que había caído otra vez la noche cuando su estómago gruñó. Agradecía no tener vergüenza de nada, fue a la cocina y seguía sin haber rastro de su dueño. Se preparó ramen por sus propios medios y pasadas las doce de la noche escuchó el sonido de unos pasos. Literalmente salió corriendo, se sentía como un maldito perro esperando por su amo. Hoseok estaba acostumbrado a estar rodeado de gente, de sus compañeros o de quienes lo pedían, siempre estaba con alguien. Le había tomado una especie de fobia a la soledad, a los espacios cerrados y a las alturas.

Caminó hasta la puerta y le vio llegar. Era una miniatura de hombre, sus cabellos rosas le daban un aire dulce y su expresión fría y amarga le otorgaban un toque especial. Hoseok le sonrió y se acercó rápido, besándole los labios como si fuese lo más natural del mundo. 

— Pensé que me ibas a dejar solo toda una vida. —tenía el brazo apoyado en el pequeño hombro. Kihyun por el contrario tenía los ojos abiertos y su rostro estaba rojo y titubeaba en qué hacer. Enseguida golpeó la mejilla del más alto, se escuchó el sonido picar y Wonho apretó los labios en una linea recta. Le miró y sacó la mano rápidamente de su hombro, mirándole estupefacto y quieto como si estuviese frente a la muerte.

— No somos novios. No quieras tratarme como a las mujeres que te compran. Cuando quiera un beso tuyo te lo ordenaré. — le apuntaba con un dedo acusador y empezó a caminar rápido hasta la cocina, miró que las cosas estaban usadas y había un plato limpio en un costado y otro a medio comer. El otro chico se acercó despacio detrás de él, aún pasaba la yema de sus dedos por su mejilla.

— Lo siento, tenía hambre, hice un plato para usted también. Se lo calentaré si quiere. — susurraba despacio parecía que toda su energía se había consumido. El mas chico solo atinó a asentir y se sentó del lado limpio, apoyando los dedos en el borde de la mesa. Su rostro estaba aun sonrojado y tenía los labios apretados. Hoseok se acerco a calentar la comida y cuando estuvo listo le sirvió cuidadosamente, apoyando los palillos a un lado y poniendo los aperitivos en los cuencos pequeños a su alrededor. Así y en silencio volvió al plato que estaba comiendo. 

— ¿Me puedes decir por qué me compraste? — se animó a preguntar después de un rato de incomodo silencio, alzando la vista, encontrándose con unos ojos grandes. El chico no tardó en golpear el tazón contra la mesa y se levantó, yéndose por el pasillo a lo que parecía ser su habitación. Antes no le había parecido algo importante, pero de repente parecía que su mundo giraba en torno a eso. Wonho le corrió y se puso en frente.

—No lo pregunté con mala intención. Solo quiero saber por qué gastaste tanto dinero en alguien que no quieres que te hable ni te toque. — el chico de pelo rosa trato de esquivarlo y mientras avanzaba el otro retrocedía, pronto colapsó y dejó salir un quejido bastante agudo.

— Esta bien. Métete en la habitación. — movió la cabeza toscamente, apuntando hacia un lado, Wonho miró una puerta marrón oscura y bajando la cabeza se metió dentro.

— No es lo que quería decir. —

—A-acuéstate por completo, alza las manos. — tartamudeaba mientras daba órdenes, al esclavo no le estaba gustado la situación en absoluto, el miedo empezaba a recorrerlo. Sin embargo igualmente hizo caso, sintiendo el peso del más chico sobre sus caderas, se terminó de mover al medio de la cama con él arriba y estiró los brazos.

— ¿Esto es en serio? — preguntó dudoso cuando unas esposas le eran puestas en cada extremidad. El rostro del chico estaba irrazonablemente rojo. ¿Para qué hacía eso si le daba vergüenza? Wonho bufó y miró al techo hasta que unas pequeñas manos pasaron por su cuello.

— Cállate, hablas en momentos inapropiados. Eres hermoso, siempre lo fuiste es por eso... — susurró y antes de escuchar una respuesta acomodó una bola negra de plástico en su boca, enganchándola por detrás. Los ojos del de cabello bicolor se abrieron y atinó a forcejear contra las cadenas. La mirada entre miedo y enojo del pequeño le hizo detenerse, pero le seguía mirando, tenía mil jodidas preguntas a su boca. Por suerte se detuvieron cuando unos besos suaves pasaron por su cuello. Eran besos inexpertos, toscos y a la vez cargados de deseo. Le estaba quitando las prendas con tanta ansiedad que no sabía como reaccionar.

Hoseok... lo único importante es que eres mío para siempre. — le abrazó el torso desnudo y se acomodó allí, pronto el peli blanco le vio sacando las frazadas para apoyarlas arriba de ambos. ¿Qué estaba pensando? ¿Cómo sabía su nombre real? ¿Qué estaba haciendo?

Al final efectivamente el pequeño chico se enrolló en un inmovilizado Wonho, durmiéndose al cabo de media hora. Para el mayor fue más tiempo, estaba incómodo y tenía muchas preguntas en su cabeza, el chico le conocía de antes y él no, ¿cómo podía ser?, por suerte en algún momento se durmió.

Cuando despertó seguía atado de pies y manos y la bola seguía en su boca. ¿Qué hora era? Probablemente de madrugada, el chico seguía enrollado en su torso y le escuchó moverse, luego sintió algo mojado en su pecho, se removió pero no podía ver. Supo que estaba llorando cuando el sonido empezó a ser más firme. Quería abrazarle y preguntarle que le pasaba pero no podía moverse en absoluto. Odió un poco el mundo y golpeó un poco las cadenas, probando si era posible romperlas. Miró para arriba y notó que la madera estaba cediendo. Frustrado por lo que iba a tener que hacer tomó aire por la nariz y empezó a golpear con fuerzas, Kihyun enseguida se despertó, de golpe y asustado. Unos estampidos más tarde Wonho estaba con las muñecas sangrando pero liberado de la madera.

Alzó las manos para quitarse el artefacto de su boca y respiró hondo. El rostro del chico estaba deformado por completo.

— Háblame, por favor. No me hagas esto, n-no me gusta. — Kihyun se limpió las lágrimas y se quedó con la vista fija en sus muñecas magulladas, negaba una y otra vez.

—Te hiciste daño la piel. — respondió en seco y se levantó yendo a lo que parecía ser un baño. Wonho le quiso seguir desesperado, pero sus tobillos estaban agarrados a la cama, tironeó y gritó con fuerzas, impotente por completo. Cuando le vio llegar guardó silencio y tomó dos bocanadas de aire para volver a hablar.

—Dime qué está pasando. Háblame. — repitió y repitió, observando al chico que le había sacado las esposas y ahora le vendaba la piel con mucho cuidado.

— Basta de hacer preguntas y dar órdenes Wonho. Soy tu amo, compórtate como lo que eres. Quiero que duermas ahora. No vuelvas a lastimarte nunca más. Recuéstate. No quiero escucharte. — la voz había sido lo suficientemente autoritaria para que el chico se quede callado, pronto unas pequeñas manos le inclinaron hasta acostarle y antes de lo esperado estaba durmiendo, al menos ahora podía pasar el brazo alrededor de la cintura ajena, lo cual ayudó bastante a su conciencia. Algo tenía, algo estaba pasando que le estaba haciendo comportar de ese modo y estaba desquiciado por saberlo.




Se ve que esto va a tener un poco más de drama que el otro (?)

Te compro, te tengo [Kiho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora