Una mano ajena

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Esa noche Wonho no pudo dormir, sentía el dolor constante en el cuello, parecía que tenía pequeños pinchazos que no le dejaban de arder. Se quejó y se fue a bañar. Kihyun se había encerrado en su habitación sin responderle, parecía que iba a ser algo rutinario. Por otro lado se miró al espejo, estaba descuidado, no podía salir y no tenía peluquero en ese lugar.

El baño hizo que el dolor se calmara un poco y como pudo se relajó. No estaba muy entusiasmado de ver al pequeño ese día, le había torturado demasiado en muy poco tiempo. Pero para su sorpresa se encontró pensando en el chico de cabellos rosas más de la cuenta. Practicó varias canciones e hizo la cena para ambos, solo le gustaba cocinar ramen, esperaba que no tuviese molestias al respecto.

Le esperó sentado en la mesa y pasadas las diez le escuchó entrar y se acercó a la puerta para recibirlo. Se sorprendió al ver a un chico junto a él, era grande, más que él mismo, aunque se notaba lo morrudo, Wonho tenía más músculos. Le miró un segundo y luego bajó la vista al del pelo de chicle, que estaba con los ojos fijos en el suelo.

—Deberías mirarlo de frente cuando llegas. — el hombre habló y Wonho ladeó la cabeza encontrándose con que Kihyun alzaba la vista como intentando tomar los consejos que le daban.

— Llegaste más temprano. Hice la comida. Aunque para dos, pero puedo hacer más. — Hoseok habló con tranquilidad y sintió un golpe de lleno en su mejilla cuando terminó de pronunciar. El tipo le había abofeteado y no era la mano del menor, ésta era pesada, tanto que le latió y dejó una marca profundamente roja.

—¿¡Por qué le golpeaste?! Hyunwoo, le hiciste daño. Ah, Wonho... — el pequeño se desesperó y cuando se estaba acercando al peli blanco, éste dio pasos hacia atrás, estaba temblando, pero de rabia. Contuvo todo lo que tenía dentro y cuando le volvió a ver acercándose se dejó hacer. La pequeña mano pasaba por su mejilla.

— Me dijiste que querías que tu esclavo fuese tuyo. No puedes dejar que te maneje. Que no haga nada sin tu aprobación, Kihyun. Esa es la manera de entrenarlos. — Hoseok alzó la vista, miraba con odio al hombre que estaba detrás del chico, quería matarlo y estaba seguro de que podía darle una buena paliza. Su respiración estaba agitada y apretaba los puños, estaba arto de los golpes.

— N-no necesito otro entrenamiento, yo nunca haría nada en contra de mi amo, lo tengo en la sangre. Solo dime como quieres que me porte y lo haré. Lo que sea.— El chico se arrodilló de golpe y se frotó el rostro. Kihyun enseguida empezó a llorar, era lo único que sabía hacer. Llorar. Todo lo intentaba resolver de esa manera, Wonho quiso zamarrearlo para que respondiera. El morocho alto le miraba expectante, alzando una ceja.

— Dile que se quede así hasta que le digas que se puede levantar. Mientras tanto... creo que me tienes que contar algunas cosas más. —el más grande le tomó por el hombro y empezó a caminar con el pequeño chico a la cocina, Wonho estaba por seguirlos pero sintió la voz del chico repetir exactamente las palabras, ordenándole quedarse ahí. No pudo hacer otro cosa más que aceptar la desdicha y esperar, para peor estaba hambriento.

Pasó al menos media hora cuando escuchó los pasos del más pequeño, miró de reojo y suspiró. Traía un trapo con hielo y una crema. Wonho se dejó hacer desde sentado en el suelo y apoyó la palma de la mano en su frente.

— ¿Por qué trajiste a alguien para que te enseñe a entrenarme? ¿He hecho algo mal? — hablaba susurrando, con miedo, literalmente era como si cada cosa que pudiera hacer estuviese alrededor de lava ardiente. Kihyun le miró y negó un poco.

— Le diré que se vaya. — y así fue, luego de una hora en donde Hoseok no pudo escuchar nada de la conversación que los otros tenían el extraño se fue. Le miraba con el entrecejo fruncido, parecía completamente confundido y negaba cada tanto. Pero no emitieron ni una sola palabra para que Wonho pueda al menos imaginar lo dicho. Una vez que cerraron la puerta el rubio buscó los ojos ajenos.

—¿Puedo levantarme? Tengo hambre.— Kihyun asintió y le dio la espalda, Wonho no le siguió.

— ¿Puedes comprarme algo para el pelo? Lo dejaré negro si no quieres que vaya a la peluquería. Pero así esta horrible. ¿Si? — 'Maldición' pensó cuando el sonido del llanto ajeno volvió a empezar. Fue a rastras hacia el pequeño y le abrazó con cuidado, hundiéndole en su pecho.

— No llores. Ni siquiera entiendo por qué lloras ahora. — Hoseok estaba frustrado, irritado y sorprendido por su gran autocontrol. Al final le cargó hasta la cocina, no habían comido, así que simplemente puso a calentar la olla otra vez. Kihyun estaba sentado en una esquina de la mesa. 

—Te llevaré a la peluquería. Lo prometo.—  el chico de pelo rosa tartamudeaba y temblaba mientras lo decía, pasándose las manos por la frente y rostro. ¿Por qué le costaba tanto eso? El rubio mordió sus labios y empezó a servir ambos platos, se quedó frente a su dueño por unos instantes y le tomó el mentón para poder verle.

— ¿Eres celoso? ¿De qué? ¿Desconfías de mí? Necesito que hables conmigo. Te escucho llorando todo el tiempo y no sé por qué. — acarició con el pulgar sus labios y bajó a besarle la mejilla, recogiendo esas lágrimas con cuidado. Yo debería ser el que llore. Wonho pensaba por dentro, pero le sonrió a medias y fue directo a la comida, la tragó como si fuese la última vez, tenía mucho hambre. La noche la pasaron separados y obviamente Kihyun no respondió a nada.

A la mañana siguiente el chico se levantó y vio que un pequeño de pelos rosas estaba sentado a su lado en la cama, mirándole fijo el rostro mientras pasaba los dedos por el collar en su cuello. Wonho le miró y sonrió, sintiendo un poco de vergüenza.

— ¿Kihyun? ¿Qué te trae por aquí esta mañana? — consultó con suavidad y estiró la mano para poder acariciarle y atraer sus dedos para besarlos uno a uno. El más chico empezaba a acumular un hermoso rojo en las mejillas. Era tan precioso que le confundía.

— Vamos a la peluquería. ¿Cuántas veces tienes que ir para mantenerte eso? — la pregunta estaba cargada de miedo, de pena, de dudas, de unos celos que el esclavo había aprendido a distinguir y que siempre le traían heridas.

— ¿Estará bien si lo dejo negro? — le vio bajar la cabeza y subir los hombros.

— Lo que tu quieras estará bien para mi, te espero abajo, hice el desayuno. — se levantó y no le miraba, Wonho pensó que luego se arrepentiría de sus próximas acciones.

— Kihyun... ¿Me puedes besar? — le había sujetado los dedos para no dejarle ir.

Te compro, te tengo [Kiho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora