XXIX

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Sehun estuvo encerrado alrededor de una semana entera.

No fue fácil para él asimilar el hecho de que había estado muy equivocado en muchas cosas. Cosas importantes que lo habían marcado.

Luhan se había ido. Al igual que Baekhyun alguna vez, y no era culpa de nadie más que de él mismo. Lo aceptaba, lo entendía. Viendo en retrospectiva, nunca había sido capaz de darle a Baekhyun todo lo que necesitó y quería. Creyó habérselo dado todo, pero no fue así. Sólo pensó en sí mismo. Con Luhan fue igual. Se esforzó tanto en alejar al mundo, que olvidó vivir el presente plenamente, resguardado de enemigos imaginarios, creándose impedimentos para evitar salir y no tener que enfrentar lo inevitable: había elegido una vida de músico, había elegido ser conocido, no podía controlar la opinión pública, pero tampoco podía escapar de ella.

Sabía a lo que se estaba enfrentando, pero nunca quiso aceptarlo.

Sentía muchísima vergüenza. ¿Cuántas pistas le había dado la gente a su alrededor? ¿Cuántas veces había sido advertido? ¿Cuántas manos extendidas rechazó como un bastardo arrogante? La negación rotunda y la terquedad en la cual había estado infundado a posta durante años se desmoronó de la forma más estúpida y simple posible: con un simple soplo, como si nunca hubiera sido lo suficientemente fuerte en realidad. Ya no tenía motivos ni tiempo para continuar metido en su pequeña burbuja de supuesta seguridad: todas las equivocaciones y motivos erróneos estaban allí, burbujeándole en la superficie de la consciencia.

Ya no podía escapar.

No quería escapar.

Verlo a Baekhyun le había abierto los ojos, que Luhan se fuera también. Minseok ni siquiera lo miraba... Su mejor amigo, aquel que estuvo a su lado día y noche durante años. Quería odiarse con todas las fuerzas, pero el sentido más práctico le decía que aquello no tendría sentido. ¿Qué arreglaba sentándose en la cama, regodeándose en la desdicha y arrepentimiento? Como un baldazo de agua helada, los asuntos que fingió que no existían y que ignoró por tanto tiempo, se presentaron ante él con suma claridad.

No. No se quedaría sin hacer nada. Había sido un cobarde por años, siempre fue consciente de eso y jamás se esforzó por corregirlo.

Tenía que seguir los pasos de Luhan. Tenía que convertirse en un buen hombre honesto consigo mismo y con el resto. Ahora entendía su rechazo: nunca hubiera podido ser completamente feliz y libre a su lado si no se encargaba antes de cambiar, tal y como él lo había hecho. Luhan era su ejemplo, era su meta.

Era lo que quería. Ahora estaba claro.

Después de mentalizarse lo suficiente, decidió comenzar de una vez por todas con aquel plan de cambio que incluía recuperar a Luhan.

Y no fue fácil, porque comenzó con lo más difícil de la lista...

-¿Minseok?

Su voz sonó ligeramente aguda y petulante, como nunca. Este estaba de brazos cruzados observando por la ventana, estaba atardeciendo y los tintes naranjas y dorados cincelaban los prados. Cerró la puerta aun cuando no recibió contestación alguna una vez dentro, aclaró la garganta y se quedó prudentemente apartado, retorciéndose los dedos detrás de la espalda.

-Quiero decirte algo.- Volvió a decir bajito.

Se estaba muriendo de miedo, pero había decidido no huir de lo que ya era inevitable. No había marcha atrás. Estaba seguro de que Luhan había enfrentado sin fin de ataques de pánico y lágrimas de terror antes de poder hablar, de poder salir al mundo una vez más. Esto no era nada, si no lo hacía no sería capaz de verlo a la cara.

Notas del alma (HunHan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora