Se habían sacudido a los bandidos de encima con ligereza. Con demasiada sencillez, en realidad.
Ryon se sentía más fuerte, tenía más energía que de costumbre y sus reflejos eran tan rápidos que lo habían sorprendido a él mismo. El resto de la tropa parecía estar bajo los mismos extraños efectos. Sus formaciones jamás habían sido tan cerradas y las órdenes de Ryon eran cumplidas a la velocidad de un rayo.
Apenas podía creerlo, aunque lo estaba viendo con sus propios ojos.
Cezelia pasó a su lado como una exhalación arrastrando a dos de los enemigos con sus hachas mientras Ryon bloqueaba a algunos otros con la espada. A su espalda, Rico contenía a otro que debía ser familiar cercano de un gigante, en tanto que Dox lo atacaba por el costado sin darle oportunidad de retroceder.
El filo de una pica rozó a Ryon en la punta de la nariz pero él se apartó con soltura y conectó el siguiente golpe justo debajo de la mandíbula de su contrincante, en el área donde la armadura no lo protegía.
Cuando Ryon combatía usualmente solo sentía la sangre bombeándole en el pecho y la adrenalina de la batalla. Sin embargo, aquella mañana era diferente. Todo era claro y preciso en su cabeza.
Esquivar a sus enemigos y atacarlos en su punto más vulnerable era pan comido. Podía adivinar sin esfuerzo la reacción del enemigo a sus golpes. La atención de Ryon se dividía sin esfuerzo entre sus propios enfrentamientos y el desarrollo de la batalla en conjunto. Comandaba precisa y ecuánimemente, como nunca antes lo había hecho.
A pesar de su inferioridad numérica, Ryon sabía que iban a vencer.
Un par de sus adversarios había decidido concentrarse en apartar a Ryon mientras los demás atacaban al resto del grupo. Él se dejó atraer a su trampa pero siguió moviéndose hasta que los tuvo exactamente donde quería. ¡Oh, sí! Porque cuando su gente terminara de jugar con los bandidos de aquel lado, Cezelia atropellaría a éstos por la espalda sin que la sintieran venir.
Uno de los hombres atacó a Ryon. Tenía unos músculos de acero y blandía la espada como un lunático. Le descargó una avalancha de golpes salvajes encima, envites furiosos e impredecibles que lograron desequilibrarlo.
Ryon miró sobre el hombro de la bestia que tenía enfrente. El segundo hombre había caído, víctima de una de las dagas envenenadas de Angélica. Los enemigos que no se retorcían en el suelo habían decidido salir huyendo para salvar la vida.
Solo Ryon y su adversario continuaban peleando. Movió el hombro derecho, donde un tajo feroz del contrario había atravesado su armadura barata. Ni siquiera le molestaba mucho. Además, por desgracia para el otro, Ryon era zurdo.
Ryon se lanzó contra él sin perder tiempo. Los golpes volaban por todas partes.
Sus amigos observaban el enfrentamiento, con pocas intenciones de interceder a menos que se vieran precisados a hacerlo.
Ryon eludía, rechazaba y respondía al mismo tiempo, pero su contrincante lo igualaba en destreza y fortaleza. Con un bramido de metales sus espadas se encontraron entre los cuerpos de ambos. Los dos empujaban con toda su fuerza e intentaban no perder terreno.
Los músculos de los brazos de Ryon se tensaron dolorosamente y apretó los dientes sin dejar escapar ni un solo sonido. El cuello se le contrajo de tal forma que sintió todos los nervios saltar al mismo tiempo.
El otro hombre se había tornado color granate por el esfuerzo con las venas marcándosele por toda la cara y dándole un aspecto feroz.
Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
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La caída del bosque
FantasíaSobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...