- Stref, ven acá – llamó el boticario.
Un hombre se deprendió del grupo de extranjeros que había amontonados en una esquina. Tenía una cicatriz abultada en la frente que a Ryon se le hacía muy familiar.
- Échale un vistazo a esto, Stref – Signor Monti hizo que aquel hombre observara las piedras de cerca –. ¿Qué te parece? ¿Puedes sacar algo de ellas?
El otro se encogió de hombros. Miraba más a Ryon que al circón y ya estaba empezando a incomodarlo.
- Cinco días.
- Dos – rebatió Dox.
- ¿Tenemos siquiera dos días? – gruñó Angélica.
Rico se encogió de hombros como respuesta. Estaban en una situación verdaderamente incierta. Con Tebastian desaparecido, Lord Él tras sus cabezas y el Hombre del Bosque amenazando por quién sabía dónde.
Stref se acercó y tomó una de las piedras. Ryon dio un respingo de sorpresa, listo para partirle un brazo si se atrevía a algo, pero el hombre no le hizo caso. Observó el cristal azul nebuloso a través de varias luces y lo hizo rebotar ligeramente contra una de las paredes del almacén.
Todos lo miraban hacer conteniendo el aliento.
- Puedo terminar una espada simple en día y medio.
- Trato.
El herrero extendió las manos para recibir el cargamento de piedras.
- Vas a tener que dármelas si quieres que haga el trabajo.
Ryon se estaba aferrando al delantal. Le costaba fiarse de un sujeto cualquiera después de que habían pasado por tanto para conseguir aquel circón.
- Stref es un artesano de mi entera confianza – le aseguró el boticario.
Jun tenía una expresión agotada y resignada. ¿Qué más da? ¿Crees que podemos encontrar a alguien más que quiera forjar una espada para unos fugitivos en menos de dos días?, parecía decir.
Tenía razón.
Ryon se desató el delantal y le pasó su contenido al tal Stref, que desapareció tras unas cortinas tupidas.
A Ryon no le sorprendía que Monti tuviera las herramientas necesarias para forjar una espada allá abajo. El boticario tenía más secretos que Los Corolarios. Si Lord Él buscaba una razón para estar nervioso, tal vez Signor Monti pudiera darle algunas.
Ryon se sentía aturdido de repente. Los acontecimientos se arremolinaban en su mente. Desde aquella tarde había perdido su casa y debía esconderse de los guardias reales. Además, tenía que rescatar a un caballero de la prisión y luchar contra un ser sobrenatural que podía matarlos a todos en cualquier momento, con una espada que no existía aún.
Contó seis cabezas en silencio. Por lo menos estaban todos en el mismo lugar. Todos excepto uno.
- Mañana nos encargaremos de rescatar a ese tonto Caballero Blanco. ¿Dónde podemos dormir?
- Aquí mismo, si quieren – ofreció el boticario –. También hay espacio junto a los sacos de especias.
Por lo visto iban a compartir refugio con los otros protegidos de Monti.
Jun ya se estaba echando en el suelo. Angélica protestaba pero se había acostado también. Cezenia y Rico escogieron lugares adyacentes pegados a la pared y Dox se sentó cerca.
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La caída del bosque
FantasySobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...