Jun #4

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Jun sintió el peso de la cabeza de Ryon sobre su hombro. Había tratado de moverse hacia el balcón para no llamar la atención. Por suerte, los invitados de la fiesta parecían muy interesados en los bocadillos y las anécdotas graciosas como para prestarles atención.

Ryon soltó un sollozo con los dientes apretados.

Hacía mucho tiempo desde la última vez que Jun había llorado. Lo que era más, tampoco tenía ni la más remota idea de cómo consolar a otra persona. Subió y bajó los brazos un par de veces, sin saber muy bien qué hacer con ellos.

El cuerpo de Ryon la tenía aprisionada contra la pared. No estaba apoyado en ella por completo; Jun era una intermediaria entre Ryon y la superficie húmeda y fría. Estaba atrapada. No podía llamar a ninguno de sus amigos sin causar una gran conmoción y aquello era lo menos que quería hacer en ese momento.

Jun inspiró profundamente y trató de recordar cómo la consolaba su padre cuando estaba triste de pequeña. Le recorrió la espalda a Ryon torpemente dándole palmaditas suaves. Intentó hacer lo mismo con su cabello y terminó con la cara de Ryon metida en la curva que formaban su cuello y su hombro al unirse.

El pecho le palpitó dolorosamente cuando los dedos temblorosos de él estrujaron uno de los lados de su vestido. ¿Qué le habían hecho a Ryon? ¿Quién lo había herido de aquella manera?, se preguntó Jun, sintiendo el impulso incuestionablemente femenino de una leona cuando uno de sus cachorros está en peligro apoderándose de ella. Aquel acceso de furia la asustó y Jun se removió un poco, incómoda.

Entonces Ryon se separó de ella como si hubiera despertado de un sueño terrible.

- Lo lamento – balbuceó él limpiándose la cara –. No sé qué me ocurrió.

- Está bien – Jun estrechó sus manos vacías sobre el regazo –. Todos tenemos razones para llorar. Así es como funciona el mundo, aparentemente.

- A ti no te he visto llorar.

- Y espero que siga así.

Un silencio pesado se alzó sobre ellos. La música del salón era un fondo ruidoso en comparación con el sonido de la llovizna sobre la piedra desnuda. 

Ryon caminó hasta el otro lado del balcón y se recostó contra la barandilla.

- Entonces – le dijo tentativamente rascándose la parte posterior de la cabeza –, ¿esto queda entre nosotros dos?

Jun se encogió de hombros.

- Soy buena guardando secretos – le dedicó una pequeña sonrisa torcida.

- Creo que ahora estoy en deuda contigo.

- Yo todavía no te he pagado por aceptarme en el grupo.

- Claro que sí. Con creces.

Otro silencio incómodo.

- ¿No me vas a preguntar por qué lloraba? – preguntó Ryon aclarándose la garganta.

- No – Jun apartó la vista.

No le interesaba saber la causa. Sentía que ella también corría el peligro de romper a llorar si seguían hablando de eso.

Ryon apoyó un brazo en el muro y se impulsó hacia adelante.

- En todo caso, deja que te eche una mano cuando lo necesites. Si alguna vez quieres hablar de las cosas que te molestan...o cualquier cosa. En serio, escucharé lo que sea.

La caída del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora