- No puedes ir con la pierna así.
- Tonterías. No voy a dejarte sola con el viejo. A saber qué se trae entre manos. Ayúdame a subir.
No había manera de convencer a Rico de que no la acompañara a ver a Lord Él, así que Jun lo sujetó mientras se impulsaba adentro del carruaje. El lacayo cerró la puerta tras ellos y, acto seguido, el carruaje en marcha.
Jun no se sentía de humor para hacerle la corte a Lord Él después de lo que le había contado Rico. Todavía no podía creer que ese desalmado le hubiera hecho una proposición tan hiriente y obscena a Ryon. Y frente a un montón de gente. Intentó atraer la mirada de su compañero pero él se había girado de frente a la ventanilla, dándole la espalda.
A Jun el camino se le hizo interminable. La única vez que había visitado el palacio había sido para asistir a la fiesta, y esa noche había estado tan entretenida con las chicas y los vestidos que no le había prestado la más mínima atención al viaje. Ahora sabía que los jardines de Lord Él eran tan grandes como media Lelea y que había tantos guardias allá adentro que fácilmente podría haber sido una ciudad dentro de la otra.
Rico la sorprendió al apretarle una mano.
- Sea lo que sea, estaremos bien.
- ¿Qué crees que quiera?
- Probablemente no sea nada – sonrió él, dejando salir al aire –. Los nobles se aburren todo el tiempo, así que tienen que buscar distracciones.
Jun no se tragaba ni una sola palabra.
- Piensas que tiene que ver con la expedición de Ryon y Tebastian.
- ¡Caray! Yo que quería animarte – protestó Rico, dándole una palmadita sobre la misma mano que le había apretado antes –. Mira que me he tomado tu pis sin chistar.
- Armaste un escándalo. Además, no era mi pis.
- Bueno, ¿a quién le gusta tomar pis?
- Si estás intentando cambiar de tema no te va a salir bien.
- Déjame ganar por lo menos una vez, mujer. ¡Qué mezquina eres!
Jun empezó a reírse. No podía evitarlo. El humor era el arma especial de Rico.
- Todo saldrá bien – le dijo una última vez.
Jun quería creer lo mismo pero sospechaba que su amigo no estaba tan despreocupado en realidad como su exterior daba a entender.
El carruaje se detuvo delante de una escalinata y el mismo lacayo de antes les abrió la puerta. Al final de las escaleras, un mayordomo bastante joven salió a recibirlos.
- Bienvenidos – les dijo mientras los conducía adentro del edificio.
Habían entrado por una puerta diferente a la que habían usado durante el baile. Jun no reconoció ninguno de los salones por los que el mayordomo los fue guiando. Había decenas de puertas, corredores bifurcados y escaleras. Si se había perdido en la fortaleza de Tebastian, allí no podría encontrar la salida ni con un mapa.
Rico avanzaba cojeando y apoyándose en su hombro. Su expresión medianamente tensa se transformó en una completamente relajada cuando llegaron ante Lord Él, quien estaba sentado en una silla alta rodeado por una corte de nobles y caballeros que miraron a Rico y a Jun como a un par de moscas en el mantel.
- Majestad – lo saludó Rico al retirarse el mayordomo –, siéntase en toda libertad de reír ante mis torpes intentos de hacerle una reverencia en una sola pierna.
ESTÁS LEYENDO
La caída del bosque
FantasySobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...