Jun #5

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Tebastian no los había dejado en paz después de la primera reunión. Por el contrario, iba casi todos los días a su casa o los invitaba a encontrarse con él en privado o con otros grupos de caballeros o nobles. Jun se encontraba poniendo naturalmente uno o dos platos extra a la mesa por si venía acompañado de Lidia.

El viaje para cruzar el río estaba pactado para dentro de unos días, pero primero debían consultarlo con Lord Él, procurar que otras personas lo mantuvieran entretenido mientras tanto y fueran ablandando el camino para que se tomara en serio la grave amenaza que se cernía sobre todos los que rodeaban el bosque. Para ello debían tener gente de su lado. Mientras más, mejor.

Aunque Tebastian no lo reconociera, Jun sabía que necesitaba a Ryon para darle credibilidad a su campaña. Estando él solo, los demás no lo habrían tomado en serio. La presencia de Ryon y el carisma de Rico jugaban a su favor. Además, no había contado con la energía de Angélica y las habilidades invaluables de Dox.

Había descubierto que el Caballero Blanco disfrutaba discutir con ella. Sobre cosas insignificantes, sobre todo. Simples ejercicios de ingenio. Y Jun respondía sin dejarse amilanar, tal como lo había hecho el primer día. Mientras más brillaba el caballero, más se oscurecía Ryon.

Después del incidente en el palacio y su intento de secuestro apenas habían hablado en un par de ocasiones. ¿La estaría culpando por haber hecho un trato que lo ligaba a otro caballero? En su defensa, no había visto otra opción. Ryon no podía guardarle rencor por eso. Jun sabía que estaba tenso por todo lo que estaba pasando y las reuniones constantes. Eso debía ser.

Jun estaba en el taller rayando caracoles inexpugnables con una lima vegetal y se le ocurrió que los huevos de rana del valle serían la receta perfecta para apaciguar el remolino mental de Ryon. Le darían paz para que pudiera pensar con calma en situaciones demandantes como aquella.

Alguien tocó a la puerta y Cezenia apareció en el umbral.

- Ya están aquí. Tebastian quiere que vayas a ver algo.

- Está bien. Solo me tardaré un minuto – dijo mientras se desabrochaba el delantal.

Guardó las cosas en sus respectivos lugares y corrió una cadena sobre la puerta del cobertizo. Era más una señal de advertencia por si a alguien se le ocurría curiosear. No había nada importante guardado allí. Jun no sacaba sus secretos a pasear muy seguido.

Los caballos estaban pastando sueltos y movieron las orejas cuando pasó junto a ellos. Hasta ahí llegaba el vocerío.

Entró en la casa y se encontró con que el comedor era un caldero que bullía de excitación.

- ¿No me crees? Solo hace falta comprobar los hechos – argüía Tebastian.

- No digas tonterías – el tono de Ryon sonaba cargado de impaciencia –. Te tenía por extravagante pero no pensé que creyeras en esas locuras.

- Calma, los dos – decía Rico con espíritu conciliador; su voz apenas se oía sobre la discusión de los otros dos.

- ¿Qué está pasando?

Ryon y Bastian estaban de pie en el centro con los rostros muy cerca y los ojos echando chispas. Los demás estaban haciendo sus cosas usuales. Rico, con la pierna mala en alto limpiando su montura. Cezenia, a su lado, cortaba pan en rodajas finas. Dox estaba afilando sus cuchillos con cuidado y sin abrir la boca.

Angélica estaba inclinada sobre el fuego con lo que parecía un derivado líquido de algún explosivo. Desde que Jun le había enseñado que las sustancias no explotaban al ser expuestas al fuego blanco, había estado experimentando con distintas combinaciones.

La caída del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora