Ryon #4

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La guardia privada de Lord Él los estaba esperando afuera de la muralla de Lelea cuando llegaron por fin a la ciudad. Uno de los soldados se acercó a recibirlos y Ryon salió a su encuentro.

- ¿Algo que reportar?

- Un ataque aislado pasando la laguna Srarb. Ninguna baja, ningún herido. No pudieron acercarse al tesoro.

Ryon había dispuesto a su grupo de manera que cubrieran el carromato por todos los flancos posibles. Les hizo una seña para que se apartaran y dejaran a los soldados acercarse a comprobar que los sellos estuvieran intactos.

Al finalizar, el que parecía su jefe le lanzó a Ryon una bolsa pesada llena de monedas.

- Tomaremos las riendas desde aquí – le dijo.

Ryon asintió. Claro que no los iban a dejar ver adónde llevaban todas esas joyas. Apostaba a que Lord Él ni siquiera permitiría que el carro entrara a la ciudad por la puerta principal. ¡Malvado viejo tacaño!

- Nos vemos – Ryon se despidió del carretero.

El conductor le devolvió el saludo con pereza. En realidad había sido un viaje bastante aburrido, descontando el intento de asalto de tres muchachos escuálidos. ¿Qué clase de cosas estaban pasando por ahí para que unos niños se atrevieran a atacar a una guardia armada? Parecían más dignos de lástima que de miedo. Hasta tenía ganas de regresar a buscarlos y traérselos a casa.

La única otra cosa interesante que había ocurrido había sido la caída de Rico. Era gracioso porque se jactaba de ser un jinete experto y, sin embargo, su caballo lo había tirado al asustarse con unas zarzas y había terminado rodando por una pequeña pendiente. Luego se había vuelto a montar con la mandíbula apretada y no había vuelto a abrir la boca durante el resto del viaje.

- ¿Qué, te comió la lengua el gato? – se burló de él Ryon mientras se acercaban a la casa.

- No tengas vergüenza. Errar es de jinetes expertos – apostó Angélica desde atrás.

Rico solo les lanzó una sonrisa triste.

- Creo que voy a necesitar ayuda para bajarme cuando lleguemos a casa – miró a Ryon antes de que pudiera hacer otra broma –. La pierna hizo un ruido extraño cuando me golpeé contra el suelo.

- ¿Está rota? – se alarmó Cezenia que cabalgaba a su lado.

- Me adelantaré para avisarle a Jun– dijo Dox haciendo acelerar su caballo.

Ryon lo perdió de vista enseguida. Miró a Rico sin entender qué era lo que había pasado. Estaba molesto por no haberse dado cuenta antes del extraño comportamiento de Rico. Iba tan concentrado en terminar bien aquella misión que no le había prestado atención a nada más.

En cualquier situación sus amigos debían ser siempre la prioridad. Así había sido siempre, pero desde la fiesta Ryon no lograba ser él mismo. Estaba apenado por haberse quebrado de aquella manera en público. Sin embargo, lo que más le preocupaba era hacer algo que pudiera dejarlo en falta ante Lord Él. Por eso aquella misión debía ser perfecta.

Por eso Ryon lo había olvidado de todo menos el carruaje marrón sin insignia ni escudo reconocible que los esperaba cuando llegaron a las minas. ¡Qué egoísta había sido!

- ¿Por qué no lo dijiste? – le preguntó a Rico con un nudo en la garganta.

- No quería que nos atrasáramos por mi culpa – Rico se encogió de hombros –. A Lord Él no le hubiera gustado que lo hiciéramos esperar. No es la gran cosa – añadió cuando vio las expresiones de Cezenia y Ryon –, es posible que ni esté rota, o no habría podido volver a montar.

La caída del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora