Tenía la misma cara estirada, pero su expresión era completamente distinta. Jun no podía decidir si se trataba de la misma persona o no.
La mujer se acercó a ella con los ojos húmedos, estirando su mano para tomar una de las suyas. Jun se quedó muy quieta. No entendía bien qué era lo que estaba pasando o por qué la esposa de Lord Él estaba en un almacén subterráneo dándole palmaditas en una mano y sonriéndole afectuosamente.
Miró al otro sujeto. Ese sí se parecía a lo que recordaba. Los ojos negros desorbitados y la boca murmurando ininteligiblemente. Chi estaba muy calmado, parado al lado de Dox y mirando con atención a su alrededor. Lamentablemente, no había ningún pollo asado por allí.
- Hemos venido tan rápido como pudimos – le dijo la mujer aquella.
Jun la miró desde otro ángulo. ¿Adónde había ido su cara de palo?
- No tenemos mucho tiempo. Si me hubieran dicho antes que estaban planeando enfrentarse al Hombre, tal vez esta – buscó la palabra por dos segundos – catástrofe hubiera podido evitarse.
Su reproche iba dirigido principalmente a Tebastian. A Jun solo te tocaban las palmaditas.
Él la estaba mirando como si estuviera en presencia de un fantasma.
- ¿Evitarse, cómo? – interrumpió Dox, acercándose con Chi.
- Uf – resopló la esposa de Lord Él como si fuera a enseñarlos a leer desde las bases –. En primer lugar, podrían haber conocido la historia completa.
- Pero sí conocemos la historia – protestó Tebastian –. Tenemos los documentos más antiguos que hablan de ella.
La mujer estaba sacudiendo la cabeza, visiblemente más irritada que apenada en aquel momento.
- Esas son fuentes secundarias. No buscaron a los testigos.
Tebastian resopló.
- Para eso tendríamos que encontrar a alguien que haya vivido más mil años.
- O que haya vivido mil años en unos meses – respondió tercamente la otra.
Y luego levantó la mano que le quedaba libre. Su dedo índice, huesudo y fino, apuntó directamente a un punto entre los ojos saltones de Chi.
Jun intentó no reírse de aquella comedia absurda.
- ¿Cómo supo que estábamos aquí? – le preguntó antes de que pudiera seguir con aquel sinsentido.
- Monti me avisó. Me contó lo que había sucedido. No puedo creer que me lo ocultara por tanto tiempo, ese boticario traidor. Y lo que más me cuesta creer es que arriesgaran sus vidas para robar las tontas piedras de mi marido.
- Este...señora...
- Llámame Stella, querida.
- Madame – Tebastian llamó su atención súbitamente –, si Lord Él busca encarcelarnos o castigarnos por nuestros crímenes, creo que debería permitirnos acabar con esto primero.
- No seas ridículo, Bastian. Ese tonto fue el primero en salir corriendo. Ahora mismo debe estar tres ciudades más abajo, si no más.
- Stella – Jun empezaba a cansarse de ser interrumpida todo el tiempo –, nosotros no tenemos idea de cómo derrotar al Hombre y ningún ejército para enfrentarlo, así que tendrá que encontrar la solución en otra parte.

ESTÁS LEYENDO
La caída del bosque
FantasySobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...