Jun #11

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Tenía la misma cara estirada, pero su expresión era completamente distinta. Jun no podía decidir si se trataba de la misma persona o no.

La mujer se acercó a ella con los ojos húmedos, estirando su mano para tomar una de las suyas. Jun se quedó muy quieta. No entendía bien qué era lo que estaba pasando o por qué la esposa de Lord Él estaba en un almacén subterráneo dándole palmaditas en una mano y sonriéndole afectuosamente.

Miró al otro sujeto. Ese sí se parecía a lo que recordaba. Los ojos negros desorbitados y la boca murmurando ininteligiblemente. Chi estaba muy calmado, parado al lado de Dox y mirando con atención a su alrededor. Lamentablemente, no había ningún pollo asado por allí.

- Hemos venido tan rápido como pudimos – le dijo la mujer aquella.

Jun la miró desde otro ángulo. ¿Adónde había ido su cara de palo?

- No tenemos mucho tiempo. Si me hubieran dicho antes que estaban planeando enfrentarse al Hombre, tal vez esta – buscó la palabra por dos segundos – catástrofe hubiera podido evitarse.

Su reproche iba dirigido principalmente a Tebastian. A Jun solo te tocaban las palmaditas.

Él la estaba mirando como si estuviera en presencia de un fantasma.

- ¿Evitarse, cómo? – interrumpió Dox, acercándose con Chi.

- Uf – resopló la esposa de Lord Él como si fuera a enseñarlos a leer desde las bases –. En primer lugar, podrían haber conocido la historia completa.

- Pero sí conocemos la historia – protestó Tebastian –. Tenemos los documentos más antiguos que hablan de ella.

La mujer estaba sacudiendo la cabeza, visiblemente más irritada que apenada en aquel momento.

- Esas son fuentes secundarias. No buscaron a los testigos.

Tebastian resopló.

- Para eso tendríamos que encontrar a alguien que haya vivido más mil años.

- O que haya vivido mil años en unos meses – respondió tercamente la otra.

Y luego levantó la mano que le quedaba libre. Su dedo índice, huesudo y fino, apuntó directamente a un punto entre los ojos saltones de Chi.

Jun intentó no reírse de aquella comedia absurda.

- ¿Cómo supo que estábamos aquí? – le preguntó antes de que pudiera seguir con aquel sinsentido.

- Monti me avisó. Me contó lo que había sucedido. No puedo creer que me lo ocultara por tanto tiempo, ese boticario traidor. Y lo que más me cuesta creer es que arriesgaran sus vidas para robar las tontas piedras de mi marido.

- Este...señora...

- Llámame Stella, querida.

- Madame – Tebastian llamó su atención súbitamente –, si Lord Él busca encarcelarnos o castigarnos por nuestros crímenes, creo que debería permitirnos acabar con esto primero.

- No seas ridículo, Bastian. Ese tonto fue el primero en salir corriendo. Ahora mismo debe estar tres ciudades más abajo, si no más.

- Stella – Jun empezaba a cansarse de ser interrumpida todo el tiempo –, nosotros no tenemos idea de cómo derrotar al Hombre y ningún ejército para enfrentarlo, así que tendrá que encontrar la solución en otra parte.

La caída del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora