Ryon y Jun estaban escondidos tras una esquina esperando a que Lidia apareciera. Era ya de tarde y ellos dos lucían muy, muy discretos con sus capas oscuras con capuchas. Nada sospechoso.
- Actúa como si fueras invisible – le dijo Ryon a Jun.
- Lo intento, pero es un tanto difícil con toda esta gente pasando y mirándonos.
Hasta la parte trasera del palacio de Lord Él estaba en el centro de la ciudad, y aunque no había tanta gente como en el mercado, las personas caminaban de un lado a otro y les echaban unas miradas cuando se los cruzaban. Vestir una capa negra en verano no estaba a la moda, aparentemente.
- Al menos intenta que no te vean la cara. Lo último que necesitamos es que alguien nos conecte con lo que va a pasar.
- Está bien.
Entonces, ahí estaban. Encogidos detrás de una pared, con las capuchas echadas sobre el rostro y sudando como animales. Y Lidia no llegaba.
A Ryon le habría encantado que hubiera una opción para regresar el tiempo atrás, cuando el Hombre del Bosque no era real y su única preocupación era ahorrar suficiente dinero para que Cezenia y Rico se casaran y que se fueran a romancear a otra parte. También para comer, si alcanzaba. Lo único que habría extrañado sería no haber conocido a Jun.
La miró, medio agachada sobre el piso sucio, medio asustada porque se iban a meter en un palacio custodiado por cientos de guardias a robar unas piedras de las que saldría una espada que tal vez mataría a un personaje del folklore popular que amenazaba con hacerlos desaparecer a todos.
Le pareció adorable.
Finalmente vieron a Lidia, quien les hizo señas para que se le unieran. Ahora estaban pegados contra la verja del patio del palacio y el corazón de Ryon le latía como un tambor en el pecho. No sabía qué iban a encontrar allá adentro, no tenía experiencia combatiendo con esas dos y le preocupaba que Jun solo tuviera un puñal para defenderse.
Habían estado entrenando desde el incidente del "secuestro", pero las espadas que tenían en casa eran demasiado pesadas para ella. No podía ni levantarlas. Así que las habían cambiado por dagas y cuchillos. Jun no era mala. Pero era tan pequeña que tendría que acercarse una barbaridad para poder hacer algún daño. Ryon no pensaba dejar que eso ocurriera.
- Tebastian ya está adentro. ¿Listos? – les preguntó Lidia.
Jun asintió y Ryon se limitó a mostrar el pomo de su espada.
Lidia se cercioró de que nadie estuviera prestándoles mucha atención y los guio hasta una puertecita de metal. Hizo un ruido que probablemente era una señal de algún tipo y un muchacho delgaducho que usaba un delantal manchado salió de los matorrales y abrió los candados.
Lo siguieron sin intercambiar palabra. Ryon era el último de la fila y vigilaba que nadie se les echara encima de improviso. El muchacho del delantal les dijo mediante señas que se quitaran las capas y se pusieran delantales como el suyo. Ahora Lidia y Ryon llevaban sus espadas en las manos e intentaban esconderlas con su cuerpo o bajo los delantales.
Por suerte, los guardias no los estaban mirando. Era el cambio de guardia y estaban entretenidos reportándose los unos a los otros. Usar un delantal en aquella casa era mejor que un manto de invisibilidad.
Cuando estuvieron cerca del edificio, el tipo los llevó hacia unos escalones que bajaban hasta una bodega. ¿De dónde conocía Lidia a ese muchacho que, obviamente, trabajaba en las cocinas del palacio y arriesgaba su trabajo, y tal vez su vida, para ayudarlos a entrar a escondidas?
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La caída del bosque
FantasySobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...