Jun tiró de las cinchas de la montura. Esta vez quería estar segura de que su caballo no la tiraría a medio camino.
Las personas corrían por las calles de la ciudad como si no hubiera un mañana, todos apurados por llegar a algún sitio, ¿quién sabe dónde? No era tan bonita como había sido Lelea, pero estaba bien. Tenía un buen Lord cuidando de ella y suficiente espacio para todos sus habitantes. Y Jun estaba a punto de decirle adiós.
- ¿Hay algo que pueda hacer para que no te marches?
Jun sonrió, suprimiendo la tentación de convertir aquella conversación en una de sus riñas habituales.
- Puedes intentarlo, pero la última vez no te funcionó bien.
- ¿Te resistes a mis encantos? – dijo Tebastian acariciándose la cabeza limpiamente rapada con su única mano buena.
- Sí, eso creo.
Se veía como una versión extraña y menos estilizada de sí mismo sin sus rizos.
Él le acomodó mejor la vieja bolsa sobre el hombro, entrecerrando los ojos para protegerlos del sol del mediodía.
- Si quieres seguirle el rastro no voy a discutírtelo. Aunque no pensé que se irían tan pronto – señaló al resto de la tropa con la barbilla –. Parece que se escaparon de algún hospital.
La mirada de Jun los recorrió a los cuatro, magullados, demacrados y esperanzados.
- Tienen todas las extremidades en su lugar, por lo menos.
- Te portas imposible – suspiró Bastian, ayudándola a subirse al caballo con un solo brazo.
Jun gruñó con los dientes apretados al apoyarse en el pie izquierdo.
- He recorrido mucho camino. Llegué a pie y me voy montada.
Desde el otro grupo de caballos se oyó un bufido.
- Llegaste sola y miserable y te vas siendo líder de una partida. Ya sé, no me lo agradezcas – se burló Angélica.
- Claro, te lo debo a ti en especial.
Angélica rio por lo bajo y Rico se carcajeó de lo lindo, dándole codazos a Cezenia. Dox no dijo nada. Se había vuelto más taciturno que de costumbre desde la muerte de Ryon.
Todos habían acordado acompañarla sin que Jun tuviera que pedírselos. El grupo no iba a separarse mientras el Hombre del Bosque estuviera todavía por ahí.
- Dile adiós a Lidia por mí.
Tebastian asintió.
- Claro – Bastian le agarró el brazo de nuevo –. ¿De veras quieres hacer esto?
- No podré pensar en nada más mientras siga suelto.
Jun miró a la ciudad extraña que la había hospedado por unos días. No iba a dejar que le pasara lo mismo que a la última.
- El veneno no fue suficiente para matarlo, pero funcionó. Está herido. Solo debemos seguir sus huellas.
- Y terminar con él.
Tebastian le apretó el brazo. Jun no podía pedirle que lo dejara todo atrás una vez más y se fuera con ellos.
- Bueno – la mano del caballero soltó la suya y sonrió socarronamente –, espero que no regreses corriendo a buscarme cuando estés en peligro.
- Y tú no vayas persiguiéndome cuando no lo estés – Jun sabía que había llegado la hora de despedirse.
- Touché. Tal vez...tal vez nos volvamos a encontrar.
- Sí. Tal vez.
- Entonces, hasta pronto.
- ...adiós.
- Adiós.
Jun espoleó su caballo, que se puso en marcha con ligereza. Apenas iba cargada. Llevaba una manta y poca comida, dos posesiones personales que no valían un céntimo y un manojo de bulbos de Jacinto.
Toda su vida en una bolsa. Y lo que había ido dejando en el camino.
Y el camino que tenía por delante.
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La caída del bosque
FantasySobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...