- ¿Me explicarías una vez más qué se supone que están haciendo?
Tebastian se paseaba frenéticamente por el almacén subterráneo, dando vueltas alrededor de ellas con tanta rapidez que Jun apenas alcanzó a verlo al girar la cabeza buscando su voz. Se llenó los pulmones de aire antes de responder.
- Sabes que los bulbos del Jacinto tienen propiedades venenosas al ser ingeridos, aspirados o entrar en contacto con la piel.
- Sí.
- Entonces, si aislamos la sustancia que produce los efectos negativos, tendremos el veneno que derrotará al Hombre del Bosque.
- ¿Y qué pasa si no funciona? Pensábamos lo mismo sobre la espada – el Caballero Blanco se apartó los rizos compulsivamente –. Esta vez no tenemos más que los balbuceos intermitentes de un indigente chiflado y la interpretación de una ociosa dama de la corte.
- ¿Y qué tal si ustedes dos se callan de una vez y me dejan trabajar en paz?
Angélica estaba cuidadosamente envuelta en capas de tela protectora, inclinada sobre un set químico que Signor Monti había dejado allí abajo al marcharse. Jun jamás olvidaría que detrás de aquellos tirabuzones de muñeca de lujo estaba agazapada una química de miedo. La daga envenenada que le había dado había terminado salvando varias vidas en un momento crítico.
- Otro cargamento – anunció Rico, llevando una gran caja en brazos y dejándola frente a Jun, quien inspeccionó el contenido con ojo crítico antes de volver sobre sus pasos.
Lamentablemente, Lelea no tenía mucho que ofrecer en cuanto a riqueza botánica. Jun sabía que iba a ser difícil encontrar suficientes jacintos para extraer el veneno que necesitaban. Por suerte para ellos, la sustancia que estaban buscando también se encontraba en otra gran variedad de plantas y, gracias a las notas de su padre, no fue le fue difícil identificarlas.
Les había dado la tarea de recolectarlas a Dox, Cezenia y Rico. Ella las clasificaba y Angélica se encargaba de la parte química. Lidia había salido a explorar. Tebastian solo daba vueltas y más vueltas, no lo suficientemente recuperado para estar a cargo de ninguna tarea.
- Dime que al menos tienes un plan.
Jun no levantó la cabeza esta vez.
No tenía un plan. No uno bueno, al menos. Todo lo que se le ocurría era cargar contra el monstruo y hacerlo tragar el veneno o metérselo en la sangre de alguna manera. Hasta en su cabeza sonaba bastante desplanificado. Pero tenía que intentarlo.
- De todas maneras pienso hacerlo sola.
- No seas ridícula, Jun. Lo has visto antes...y yo también. No te voy a dejar hacer esto por tu cuenta.
Angélica resopló, apartándose la mascarilla de la boca.
- Estamos todos jodidos ya sea que vayas sola o que nos dejes aquí, así que yo pienso echarle un buen vistazo a ese tipo pase lo que pase. Tal vez me lleve un brazo o algo, no lo sé. Se vendería bien.
- Además, eres la que menos experiencia de batalla tiene de todos nosotros.
Tebastian se cruzó de brazos, saltando un poco al rozarse la muñeca recién reparada con el antebrazo opuesto, como si no hiciera falta añadir nada más.
Tenían razón. Esta era, ahora sí, su última oportunidad. Hasta la persona más incompetente era necesaria si querían que funcionara esta vez.
Lidia traspasó la puerta con un rugido de madera y metales. Cezenia, Rico y Dox también entraron en la habitación.
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La caída del bosque
FantasySobrevivir en Lelea se ha convertido en una tarea colosal. Hordas de forasteros abarrotan las calles de la ciudad, disputándose los escasos trabajos en oferta, mientras la misma fuerza misteriosa que los obligó a abandonar sus hogares se cierne amen...