Capítulo 13

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Pero el tipo, ágil, desaparece en la noche.
A lo mejor se tiró por el ventanal, trepando por las ramas que se pegan al edificio. Grant vuelve al cuarto, corriendo.
–Llama al FBI.—me ordena. Luego sale corriendo por la puerta.
No es hasta que agarro el teléfono que veo que mis manos tiemblan descontroladamente.
—¿Alo? —contestan en la otra línea.
—H... Hay un... Un hombre en mi apartamento... Nece.. Necesito ayuda.
Les doy mi dirección. Y me doy cuenta del terrible silencio que hace. ¿Enserio me quedaré aquí sin hacer nada? No, no lo haré. Me pongo un suéter, y al igual que Grant, salgo corriendo en busca de quién ahora de está convirtiendo en mi tormento.
—¿Sabe hacia dónde se fue mi compañero? —pregunto al recepcionista.
—Por... Por ahí—está asustado. Pero no más que yo, debió de haber escuchado mi grito, todo el edificio debió escucharlo.
Ya se escuchan las sirenas, tengo que irme rápido antes de que algún oficial me digan que me quede, que tengo que estar protegida. Al diablo. No seré una damisela en peligro.
Corro, corro, hasta que las sirenas se escuchan más lejos. He salido hecha un rastrojo, debo de tener lagañas, y un aliento horrible pero ¿A quién le importa esas pequeñas cosas cuando un asesino en serio está detrás de ti, te sigue a todas partes, y ahora sabe cómo entrar al único lugar donde duermes? Lo que me hace pensar en, ¿Ahora dónde viviré, dónde pasaré la noche? Ya todo es muy arriesgado.
Todo está oscuro, muy oscuro. ¿A dónde voy ahora? No importa sigo caminando.
Llego a un callejón sin salida, lleno de basura y escombros.
Levanto los brazos, frustrada y doy la vuelta para marcharme, rendida.
Pero resulta que llegué al lugar correcto, o el incorrecto, porque antes de marcharme veo un líquido viscoso en el suelo. Semen. Este chico parece que tiene algunos fetiches raros. Unas bolsas se mueven a lo lejos, es él. Y sin pudor el hombre se va acercando a mí desde lo lejos. Cada vez más cerca, cada paso suyo es sin duda una muerte asegurada para mí.
La luz de la luna por fin refleja su rostro, pero me sorprendo aún más al ver que, lleva un saco que le cubre la cabeza, y un pasamontañas.
Tiemblo demasiado, y trago saliva antes de hablarle. Lo menos que quiero es que mi voz se quiebre, demostrando inevitablemente mi terror. No puedo mostrarle lo asustada que estoy, aunque es ridículo, porque sé que se nota a flor de piel.
—¿Qué quieres?
Nada. No me habla, se acerca un paso más, yo retrocedo uno. Sonríe, le divierte la cacería.
Siento por un instante que mi corazón deja de latir cuando se lanza hacia mí, y me agarra el cuello con ambas manos.
Doy manotazos en el aire, buscando poder darle un golpe brusco en la nariz, los ojos u oídos (para poder desestabilizarle). Al final me rindo, y le doy un rodillazo en su talón de Aquiles (el de todo hombre) o sea, su entrepierna.
El hombre gime entre dientes y se irgue para poder volver a tomar aire. Para mi mala suerte se recupera velozmente y me da un puñetazo en el estómago, el aire me abandona. Toso. Me agarra del cabello, y yo, ya predecible pero más rápida que él le doy otro rodillazo en su entrepierna, esta vez más duro.
—¿Sigues con ganas de masturbarte, imbécil? —le reto. Gran error mío. Me mira a los ojos. Reconozco esa mirada, esos ojos. Pero no tengo tiempo de escrutarlo, tengo que correr antes de que me mate, tarde o temprano me ganará, es más grande y fuerte que yo. Cuando doy media vuelta me agarra del tobillo, caigo al suelo dándome un golpetazo con el asfalto en la barbilla, me clava los dedos en el delicado hueso. Grito.
El hombre se aleja de mí, me va a matar. Pero cuando me giro para ver dónde está, veo que el hombre no se alejó voluntariamente, le han alejado de su festín de sangre.
Grant.
Observo cómo lo golpea, con fuerza. La sangre le sale a borbotones del rostro. El tipo logra darle un golpe en la barbilla, y el estómago, pero el resto del tiempo son golpes por doquier dados por Grant.
—¡Hijo de puta! —exclama Grant, quién está rojo, a punto de estallar de ira. Da otro puñetazo definitivo y el tipo cae en el suelo, inconsciente.
Grant se limpia el labio ensangrentado y corre a mí, me levanto.
—¿Qué intentabas hacer? —me riñe.
Y tiene razón. ¿Qué planeaba hacer? No soy fuerte, soy delgaducha. Solo quería demostrarle por lo menos a ese hombre que no me gusta que la gente se masturbe en mi patio.
Las lágrimas me escuecen los ojos, un ruido sordo y ambos miramos atrás. Ha escapado... De nuevo. Las sirenas se acercan hasta que nos envuelven las luces azules y rojas.
Abrazo a Grant.

El hombre es astuto, ni una sola huella, ni sangre suya, ni cabello. No hay rastro de que el hombre siquiera hubiese estado acá.
Nos llevaron de vuelta al hotel, tanto a Grant como a mí nos interrogaron a parte. Cada uno con su versión, la cual tarde o temprano se entrelaza con la del otro.
Me dijeron que me quedara en mi cuarto de hotel por hoy. Mañana me buscarían ellos mismos otro lugar más seguro. Por ahora, pasaría la noche allí, con Grant, y la policía rondando por allí.
Cierro la cortina del ventanal, aún veo al hombre allí, de pie, tocándose, mi piel se eriza.
Grant sale del baño, aunque cabello aún está mojado, y ya su barbilla se ve roja, me da un corto beso en la frente. Ninguno de los dos ha dicho nada, no hay nada qué decir. Entro a ducharme.
Mientras el agua caliente cae por mi piel siento la puerta principal cerrarse. A lo mejor Grant salió a hablar con la policía. Trato de relajarme. Miro mi estómago, hay un moretón justo donde el hombre me golpeó. Ni hablar de mi tobillo, sus dedos marcados. No quiero ni verme el cuello...
Me seco el cabello, y enrollo mi cuerpo con una toalla, me observo en el espejo. Sip, tengo sus marcas en mi cuello y siento deseos de llorar nuevamente.
Me siento tan... Sucia. Tan desagradable. Me siento violada, vulnerada, me siento una mierda ahora mismo. Mi piel pide ser arrancada lentamente. Ese tipo me ha tocado, me ha maltratado, ha ensuciado mi piel brutalmente.
Salgo del cuarto de baño. Grant está sentado frente a mí, en la cama. Con los codos sobre las rodillas, y sus manos apretando su barbilla, ¿En qué pensará? ¿Creerá que soy valiente por haber ido detrás del hombre, o estúpida por la misma razón? Eso no me importa saberlo ahora.
La puerta tiene seguro, el ventanal está cerrado y tapado con las cortinas.
Todo apunta a que es hora de dormir. Pero yo no quiero dormir.
Grant me observa de pies a cabeza. Mi cuerpo arde ante su mirada penetrante.
Comienzo a desenrollar la toalla, sin apartar mi mirada de la suya, él tampoco deja de mirarme fijamente, resistiéndose a mirar como lentamente me desnudo en frente suyo.
La toalla cae en el suelo, y Grant pierde el juego de miradas. Sus ojos pasan de los míos a mis pechos, luego mi cintura, cuando su mirada llega a mi entrepierna veo que traga fuerte.
Me acerco a él, y me subo a sus pies a horcajadas, completamente desnuda. Volvemos a mirarnos fijamente.
—¿Qué haces?—pregunta. Acaricia mi cabello, y olfatea mi cuello para después darle un beso. Gimo.
Nos miramos para después besarnos.
Cuando nuestras lenguas se tocan sé que no hay marcha atrás, nunca la hay. Y aunque la hubiera, no quiero ir hacia atrás. Sus manos bajan por mi espalda. Sus dedos me rozan apenas, haciéndome enloquecer.
Le quito la camisa blanca por encima de su cabeza, y acerco mis senos a su pecho. Su calor me llena. Me siento completa.
—Te quiero—susurra contra mis pechos mientras deja un camino de besos por ellos.
—Te quiero—respondo, muy honestamente.
Y esa noche, juntos. Entre gemido y gemido, y entre besos húmedos, no temo clavarle mis uñas en su ancha espalda cuando él me penetra. Y no temo mirarlo a los ojos mientras apasionadamente hacemos el amor.

¿Qué pensaron, pervertidas? ¿Qué iba a narrar todo el acto? Ahre, jaja. Espero os haya gustado este capítulo. Feliz día o noche. Besos.

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