Capítulo 21

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Habían pasado cuatro meses. Cuatro largos meses.
Y todo parece como si fuese aquel día. Aquel mismo día.
—Cuídate mucho.— aunque Mike, mi hermano tratara de disimularlo era sencillo notar su preocupación. Desde el "incidente" con Julian, Mike nunca se despega de mi lado.
Por eso, la noche anterior yo misma me decidí a decirle lo que siento, que estoy bien. Que tarde o temprano tendré que enfrentar la vida como a todos nos toca: solos.
Él estuvo de acuerdo, no porque hubiese razonado y reflexionado, si no por seguirme la corriente a mí. En todo caso... No me quejo.
Así que aquella mañana planeé salir de mi apartamento e ir a la playa, a tomar un poco de sol, a volver a ser... Yo.
Me despedí de mi hermano y de mi sobrina, quién lanzó una risa ruidosa y que sonaba más como a un chillido. Pero a mí me pareció escuchar el mismísimo cielo.
Cuando el sol entró en contacto con mi rostro, jadeé. Hace tanto no me sentía así... Tan libre.
Comencé a caminar por las calles transitadas.
Pensé en Julián. ¿Qué será de él en aquella cárcel? Realmente no me importa.
¿Qué será de todas aquellas mujeres pelirrojas que asesinó? ¿Habrán podido descansar en paz ahora que él estaba pagando sus pecados? Espero que sí...
Inevitablemente pienso en él.
En sus ojos azules, en esa sonrisa coqueta, en ese cuerpo alto y siempre tan cálido. Su aroma a libertad y protección. Sus labios delgados y sabrosos. Su cabello castaño, y sus callosas manos.
¿Qué será de él? ¿Me habrá olvidado ya? ¿O seguirá pensando en mí de la misma manera en que yo pienso en él?
¿Aún recordará las palabras que nos susurramos, los besos que nos dimos, y nuestras noches pasionales?
Por más egoísta que suene (por el simple hecho de no desearle que haya podido seguir con su vida) espero que así sea.
Oh, Grant. Tanto daño que nos hicimos, que te hice y que me hiciste.
Y aún así, sé que nos amamos incansablemente.
Pido un taxi y este llega en cuestión de minutos. Le pido que me lleve a la playa. Éste sólo asiente y enciende la radio, supongo que para evitar un silencio incómodo.
«Julian Albert se ha suicidado esta mañana».
No me alarmo. Ni me inmuto. Solo agudizo el oído ante aquella noticia que ha llegado dando tumbos.
«En esta madrugada a las 7.00 AM exactamente. Julián Albert el asesino de veinte chicas, se ha suicidado en su celda. El hombre de veinticinco años, y todo un empresario importante se ha abogado a sí mismo con su cuchara del almuerzo, además de haberse hecho varios cortes en su piel...»
¿Con una cuchara? ¡Ja! Esperaba algo mucho mejor de una mente "maestra" como la suya.
«También ha dejado un mensaje escrito con su propia sangre. No, no un mensaje. Un nombre: Danielle Panabaker. Esta joven fue su última víctima...»
Pero el resto de la historia ya no la escucho. Solo me quedo en blanco.
Cuando llego a la playa me quitó los zapatos, y corro hacia el mar (sí, literalmente corro) pateo el agua, y me siento viva. Realmente viva.
La brisa se aproxima de forma brusca y yo la recibo contenta cuando la brisa del mar se enredan en mi cabello castaño rojizo.
Cierro los ojos y aspiro.
Dios. Esto huele a gloria.
Cuando abro los ojos estos mismos toman el control. Y comienzan a observar todo a su alrededor, buscando eso que tanto desean ver. Ese alguien que mi corazón anhela.
Tiene que estar acá. Él tiene que haber venido. Debemos estar juntos. Tal vez no para siempre. Pero sí ahora.
Ahora debemos ser él y yo. Nadie más. Sin psicópatas de por medio, sin secretos. Sin micrófonos ni cámaras en mi recamara.
Solo una relación formal.
Pero mis esperanzas se desvanecen. No está. Si él estuviera acá mis ojos ya lo hubiesen visualizado. Mis ojos se llenan de lágrimas.
Le he perdido. Le he perdido por orgullo, por no poder perdonarle.
—Pelirroja—dicen a mis espaldas. Escucho una risita y no necesito darme vuelta para saber quién es. Sonrío para después girarme.
Su pecho está al descubierto, y lleva una pantaloneta, del lado derecho sostiene una tabla de surf.
Sus ojos brillan, incluso más intensos que el mismo mar que se abre a nuestras espaldas y bajo nuestros pies. Su sonrisa sigue siendo hermosa, y tiene un poco de barba. El cabello castaño mojado se le pega a la frente.
—No soy pelirroja. Soy castaña rojiza...—replico en tono socarrón.
Grant se carcajea. Se acerca y me estrecha la mano.
—Grant Gustin. Agente del FBI. Soy hijo único. Amo leer. Amo ver series, y soy un buen cantante. Odio mi nariz, pero amo mis ojos. Adoro el helado y surfear. Y amo a una chica pelirroja que cuando sonríe muestra unos hermosísimos hoyuelos en las mejillas sonrosadas.
Trago saliva fuertemente.
—Soy Danielle Panabaker. Soy secretaria. Amo leer también. Amo quedarme en casa, y hace poco intentaron asesinarme—ambos nos reímos— amo mi cabello castaño rojizo, odio los dedos de mis pies... —nos callamos, es el mar quién se hace escuchar y el barullo de las personas. Suspiro— Y yo también te amo, Grant Gustin.

The AirplaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora