Capítulo 4

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Cuando despierto, Grant ya no está. Se ha ido. Me ha dejado sola, y no entiendo porqué eso me preocupa.
Pero veo en el sofá una computadora portátil, encendida. Al lado de esta, una cámara fotográfica profesional.
Me levanto rápido, y me mareo un poco.
Aún está aquí, me lo dicen sus cosas abandonadas, y tengo curiosidad por saber qué hay en ese portátil.
¿Guardará Grant algún secreto?
Me excito solo de pensarlo.
Me acerco cautelosamente a su computadora, no hay nada abierto. Podría abrir alguno de sus programas, pero ya sería bastante evidente, y muy arriesgado para mi persona.
Así que agarro la cámara, hay una foto suya, con un saco azul, y un gorrito. Está en la nieve, sonriente. Abrazando por la cintura a una chica. ¿Será su novia? ¿Amiga? ¿Su hermana? O tal vez su madre es muyyy joven.
Pulso el botón para ver más fotos.
Soy yo... En el aeropuerto.
Yo, hablando con el rubio de ojos azules.
Yo, dormida.
¿Pero qué coño...?
Se abre la puerta del baño, no me da tiempo de esconder la cámara, i fingir que he sido una nena buena y poco curiosa.
No puedo evitar abrir los ojos como platos, él se queda serio, intimidante, brazos en jarra.
—Y... Yo...
—Por favor —musita él —no pienses cosas que no son...
—¡Hay fotos mías aquí!—exploto.
—¿puedo explicarte?... Sé que te dije que... Trabajaba en una editorial... Pero también soy fotógrafo independiente... Y... —se ríe traviesamente, y no sé si asesinarlo brutalmente, o besarle. —y te vi allí en el aeropuerto... Loca de remate, a punto de llorar por lo horrible de tu traje... Y me pareciste bellísima, Danielle... Solo... Me enamoré de ti, y... Supuse que no te volvería a ver nunca más, y un arte tan perfecto como tu, debe ser recordado por siempre.
No sé si creerle o no.
—Debiste preguntar primero.
—¿A, si? —me reta él —¿Qué te habría dicho? «Ey, hola. No te asustes, pero me has parecido guapísima, y te tomaré fotos desprevenida... Pero tranquila, no soy un acosador».
Ok... Punto para el chico de ojos azules. Cero para mí, la Pelirroja.
—¿Enserio crees que soy linda?
No sé porqué pregunto eso. Y me avergüenzo al darme cuenta de lo tonto e infantil que ha sonado aquello. Pero es tarde. Grant se ríe, y se acerca a mí, me acomoda un mechón.
Dios, ¡Mi cabello! Debe estar hecho un asco, siempre amanece así. Justo cuando creo que no puedo avergonzarme más, miro mi reflejo en el enorme espejo. Sí, estoy hecha un asco, y parezco una indigente.
—No, Danielle... No eres bonita. Ni linda. Ni hermosa... Eres única, y diferente a las demás, eso, ante mis ojos te hace la chica más perfecta que he conocido en años... Eres especial, lo veo en esos ojitos. Y en esos labios tan rojos... En ese hermoso cabello castaño rojizo, en ese cuerpo que ¡Guau!... En esa forma de reírte de todo... De aún ser una niña, y ser a la vez una mujer... Eres perfecta.
—¡Basta! —le cayo, aunque sé que ya terminó su discurso derrite corazones.
—¿Por qué?
—Porque no soy de las que tiene aventuras de una noche. Si sigues diciendo esas cosas, te besaré. Y el día de mañana, ambos tomaremos caminos distintos... Y todo habrá sido en vano.
Y como si no le importara nada de lo que dije, se relame los labios, y susurra:
—¿Quieres besarme?
—Hay cosas más importantes que saber si quiero besarte.
—¿Quieres? —insiste. Dios, qué terco que es. Sé que si no le respondo sinceramente, no dejará de insistirme...
—Dios, si. Me muero por hacerlo...
—¿Desde que me viste? —inquiere. Me río.
—no, quería asesinarte. Tirarte del avión sin paracaídas.
Él se carcajea.
—Yo lo he querido hacer desde que te vi... No he parado de pensar en eso. ¿A qué sabrán tus labios? ¿Serán secos o suaves? Pero la única respuesta que encuentro es que, eres irresistible.
Observo que se acerca peligrosamente a mí. Quiere besarme, y yo a él. Pero no, así no. Quiero estar segura.
Me giro antes de que me toque o logre rozarme los labios con los suyos, y le entrego la cámara.
—¿Puedo verlas?
—Con una condición...
—Tienes condiciones para todo ¿eh?
—Serás mi modelo ¿te parece?
¿Yo? ¿Modelo? No tengo ni el cuerpo, ni el rostro para ello.
Pero tímidamente acepto.
—Y... Abre un espacio en tu agenda, chica castaña pelirroja.
—¿Un espacio en mi agenda? Vivo muy ajetreada, solo tengo la noche a partir de hoy...
—¿En la noche? Perfecto para mí... Mañana, a las ocho, paso a recogerte.
—espera ¿Qué?
—Puede que lo hayas olvidado, Danielle. Pero yo no... Tendremos nuestra cita, y no te vas a escapar.

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