Capítulo 20

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Mi respiración era regular. Y aquello me hacía dudar en qué estado estaba. No quería abrir los ojos y que la vida me diera el frío golpe.
No, no. Está bien si me quedo con los ojos cerrados, está bien si por unos instantes me niego a la realidad que me tocó.
Juro que he estado inconsciente unas dos o cuatro horas.
Me acarician el brazo, un roce leve, tan leve que puedo jugar que ha sido accidental. Me quedo inmóvil.
—¿Danielle? ¿Danielle?
Me llama una voz profunda, los oídos me pitan y mi rostro se crispa cuando un dolor agudo me llega al cerebro.
—Puedes abrir los ojos... Estás bien.
Mi corazón da un vuelvo, ¿habla enserio? ¿Estoy a salvo de todo... De Julian?
Abro los ojos lentamente, porque sé que después de tantas horas en la oscuridad abrir los ojos de golpe, sería masoquista.
Cuando me acostumbro a la luz me giro para ver mi acompañante.
Es un doctor, y estoy en un cubículo con una horrenda bata blanca. Pero estoy a salvo.
Me da un ataque de nervios, y comienzo a reír. El doctor no sabe si reír conmigo, o inyectarme algún suero para que me relaje, o enviarme directamente al ala de psiquiatría.
No puedo parar de reír. Estoy viva, sana y salva. Me río de la muerte, y entre todas las cosas: me río de él. No logró asesinarme.
—¿Qué ha sucedido? —inquiero al fin, limpiándome unas cuantas lágrimas que se me han escapado de la risa.
—¿Quieres la historia larga o la corta? —pregunta ella de vuelta. Respondo que está en sus manos, solo quiero saber lo que sucedió.— Estuviste dos días allí.
¿Dos días? Fue una eterna esclavitud para mí. En ese frío metal de cama, muerta de miedo, hambre y frío. Desnuda y desamparada. ¡Qué no me vengan a decir a mí que fueron dos días!
—La policía llegó a tiempo. Estaba a punto de...
—Dígalo. —le insto a hablar con una sonrisa de oreja a oreja, para que comprenda que estoy emocionalmente bien. No me afectará nada de lo que me diga.
—Cuando estaba a punto de violarte, Danielle. La policía llegó, trataron sólo de capturarle, pero estuvo a punto de apuñalarte. El agente se vio obligado a matarle. Llegó esta madrugada, todo es muy reciente...
—Nadie ha... Preguntado por mí? —cruzo los dedos por debajo de la manta que me cubre, rezando en silencio para que mi hermano haya preguntado por mí, y que este de camino acá. Necesito ver un rostro aliado y amigable después del tormento que pasé.
—Tu hermano y sobrina vienen en camino, Danielle.
Suelto el aire contenido, y los ojos se me llenan de lágrimas.
—Y el agente Gustin...
Abro los ojos de par en par. Y no sé porqué. Sé que Grant debió estar muy preocupado por mí. Extrañaba esa familiar sensación de sentirme bien solo al escuchar su nombre.
El doctor se aclara la garganta.
—Se nos ha informado de vuestra estrecha relación... Pero considerando los acontecimientos, nosotros mismos le hemos prohibido que la vea hasta su aviso... ¿Desea ver al agente Gustin, señorita Panabaker?
No sé si quiero verlo. Una parte de mí lo desea enormemente. Abrazarlo, decirle que uno de mis deseos antes de pensar que moriría era estar entre sus brazos. Pero mi otra parte recordaba que me mintió, que desde un principio sus intenciones era solo información. Niego con la cabeza, no estoy preparada para ello. El doctor hace una mueca, decepcionado. Segundos después de silencio entra el amigo de Grant, el chico rasta que me guió a una de las mejores noches de mi vida. Quedamos solos en mi cubículo.
—¿Cómo estás?
—Viva. No te das cuenta de lo mucho que aprecias la vida hasta que hueles la muerte.
Asiente.
—Quería hablar contigo sobre... —se sienta en una silla de plástico— aquello.
—Grant me mintió. Punto—zanjo la conversación, más fría de lo que pretendía.
—No elegimos de quién nos enamoramos, Danielle. Y él no eligió hacerlo de ti, solo pasó... —suspira, y antes de que yo diga algo continua con su retahíla:— En la agencia nadie supo de vuestra flamante cita.
Me quedo helada.
—¿Qué?
—Siempre teníamos la vista fija en ti. El peligro que corrías. Pero Grant se las ibgeniaba para poder estar contigo lejos de todo ello, la cita fue una de esas veces. Y cuando estabáis solos en tu cuarto, tapaba las cámaras y micrófonos. Varias veces se ganó problemas por ello. No quería exponer lo vuestro como si fuese un reality show...
Uno de las cosas que más me preocupaba: la exposición. Creí que todo lo que alguna vez le dije a Grant, o hicimos había sido visto por todo el FBI. Pero no es así. Grant cuidó de mi, de nosotros. Nadie nos vio haciendo el amor, durmiendo juntos, besándonos ni desayunando.
—Cuando vio que las cosas iban muy lejos contigo, pensó en decirte la verdad, pero el jefe mayor lo prohibió ya que aquello te podría desequilibrar en sobremanera. No fue fácil para él mentirte todo ese tiempo. Pero tenía su dualidad: protegerte con una mentira y a la vez amarte. O decirte la verdad, descuidarte y que lo odiases. —el chico rasta limpia unas lágrimas calientes de mis mejillas. No me percaté de que estaba llorando— Nunca quiso hacerte daño, Danielle. Mira, soy su mejor amigo, y jamás vi a ese hombre amar tanto y con tanta valía a una mujer...
Nos quedamos en silencio, hasta que él se marcha lentamente. Me levanto para ir al baño y en la trayectoria paso por la puerta de salida, me pongo en puntillas para ver por la ventana.
Grant está afuera. En una de las sillas de espera, con los codos en las rodillas, y los ojos llorosos. Está ahí por mí. Incluso después de que yo lo traté mal, y me alejé.
Tiene la camisa llena de sangre, y tiembla ligeramente.
Ha sido él quien ha disparado a Julian. Grant me ha salvado, no ha dejado de hacerlo desde que nos conocimos en el avión.
¿Qué tan fuerte es nuestro amor como para perdonarle?

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