Cuando las hamburguesas llegan. Temo comenzar a comer como cerda, o mancharme el vestido. Pero Grant me sonríe, y eso me tranquiliza. La hamburguesa es de doble carne, doble queso, doble tocino, y con mucho aderezo. Más una ración de papas fritas a un lado. Dios santo, hoy terminaré con la panza de un hombre calvo, de cincuenta años que maneja un camión.
Al momento de agarrar la hamburguesa, la kétchup se derrama por mis dedos. Joder, debo de estar roja hasta las orejas.
Suelto la hamburguesa para limpiarme, pero no hay servilletas.
—No te preocupes por limpiarte—se mofa Grant— estas hamburguesas están sobre cargadas, te ensuciarás a cada rato.
—No quiero ensuciarme... —digo, sonando muy obsesiva. Me avergüenzo. Grant me quita la servilleta de las manos, yo lo fulmino con mi mirada.
—Danielle, eres una chica simple, descomplicada, que lleva un hermoso vestido y está comiendo una hamburguesa con doble tocino, y se chupa los dedos llenos de kétchup. Eres la chica más hermosa que he visto en el mundo.
Dejo de chuparme los dedos.? Por qué tiene que decir cosas de ese estilo? ¿No se puede callar sin más?
El mesero trae unas tazas de chocolate humeante, y esponjoso cuando acabamos las hamburguesas. Cuando deja la taza en frente mío, me percato de que es el chico de rastas, me sonríe.
Me dispongo a ponerme los guantes nuevamente, pero Grant me detiene.
—No, no, no.
—¿Qué por qué? —frunzo el ceño.
Se levanta de su asiento y me extiende la mano. ¿Cómo se sentirá su tacto? Lo descubro segundos después, manos carrasposas y grandes. Todo un hombre.
Entrelazamos los dedos, y siento como mi corazón comienza a acelerarse. Me invita a caminar por la hierba. Lo dudo unos segundos, llevo tacones, se harán mierda.
Pero el mismo lo dije anteriormente. Solo soy una chica ordinaria en un bonito vestido, al lado de un chico guapo de esmoquin negro, capaz de comerse una hamburguesa con doble queso.
Me quito los tacones negros, y los dejo en mi asiento. Nos observamos y sonreímos. Estoy a punto de extenderle la mano, para que entrelacemos los dedos nuevamente, pero Grant agarra su taza de chocolate, y me hace un gesto para que yo imite su acción.
Caminamos por la hierba, hace que me pique los pies, y el viento gélido me hace gemir instantáneamente. Nos acercamos a unos juegos infantiles. ¿Acaso nos pondremos a saltar en una cama elástica? Si vienes de Grant, no me sorprendería.
Pero me guía a los columpios, me siento en el que está al lado del pasamanos. Grant deja su taza encima del puente de madera por el que los niños saltan y saltan. Se quita su chaleco negro y me lo pone sobre los hombros, su olor me embriaga inmediatamente, y su prenda de ropa aún tiene su calor corporal, me hace sentir en casa.
Queda solo con su camisa blanca elegante, con un botón sin colocar, dejando a la vista su cuello.
Comienza a quitarse el moño del cuello. La verdad, ese moño se ve bastante incómodo, yo ni me lo habría puesto. Deja el moño en el puente, y su cuello se vuelve aún más visible, veo un lunar pequeño a un costado de esa piel, que desde mi lugar se ve sensible. Cuando lo conocí no me fijé en esos pequeños detalles. Pero hoy, mis sentidos están al cien por cien. El lunar en su cuello, sus hoyuelos, esos ojos azules, su camisa que se pega descaradamente a su torso, haciéndolo ver varonil.
Su olor, a libertad, a un ser indomable. Su cabello castaño, despeinado, como desde lo conocí.
Observo cuando comienza a deshacerse de los botones de sus muñecas, y se arremanga la camisa hasta los bíceps, veo sus músculos, sus brazos, fuertes.
Agarra su taza, y se sienta a mi lado, en el otro columpio.
—Es una linda noche—rompo el silencio, y tomo un sorbo de la caliente taza, sabe delicioso— gracias Grant la he pasado genial.
—No hay de qué —esboza una sonrisa.
—¿Por qué llamé tu atención? —inquieto, confiada. Grant me observa atónito, sin entender— dijiste que me viste desde que entré en el aeropuerto, hecha jirones... Y dices que trabajas en una editorial, lees libros. Pero no te he visto leer ninguno... ¿Y dejaste a tus amigos, solo para invitar a una desconocida a tomar un frapuccino?
Grant agacha la cabeza. He sido dura con él, esa no era mi intención.
—¿No confías en mí?— pregunta, triste, con aire de preocupación.
—No quise decir eso... Es solo que...
—Todo te parece muy... Casual.
—No, causalidad —le corrijo. —Grant confío en ti, enserio... Y me gustas, eso me aterra.
Sus ojos se vuelven a fijar en los míos, le brillan con esperanza. He dicho que me gusta, lo he admitido. Ya no hay marcha atrás. Las verdades saldrán a la luz de la luna.
—¿te doy miedo?
—No, tu no. Lo que pueda llegar a sentir por ti. Lo que pueda llegar a ocurrir entre nosotros.
—¿Por qué?
—Porque llevamos pocos días de conocernos, y ya me tienes loca, Grant Gustin...
A lo lejos comienza una tonada lenta. Grant se levanta y pone su taza y la mía en el puente. Me quita su chaleco y yo gruño cuando el viento gélido me azota nuevamente.
Entrelaza nuestros dedos, trago saliva fuertemente. Tengo la boca seca, el corazón a mil, y los pies parecen pegados de raíz.
Me ayuda a levantarme, sin querer tropiezo y quedo muy cerca de él. Se ríe, y yo le imito el gesto.
Pone su mano en mi cintura, agradezco que la tela de mi vestido sea tan fina, porque logró sentir el calor de su tacto. Toco la tela de su camisa, y subo mi mano hasta su hombro, tocando su torso, el me aprieta más la cintura, mientras nuestras manos libres se unen.
—No soy bueno bailando —informa.
—ni yo—corroboro.
—Podemos no bailar, y solo quedarnos así. Como estatuas. —dice en broma.
—¿Podemos hacer eso? —respondo en tono divertido. Grant se ríe, me suelta la mano y me acomoda un mechón de cabello.
—Podemos.
Pero no nos quedamos estáticos. El me acaricia la mejilla, y yo me aferro con ambas manos a sus hombros. Se acerca a mí, y yo cierro los ojos, dispuesta a recibir el beso, pero solo siento su nariz contra la mía, y nuestras respiraciones entrecortadas. Ansiosas por algo más que un roce de narices. Me da un beso en la mejilla.
Mis dedos comienzan a juguetear con el cuello de su camisa, ansiosos.
Quedamos de frente otra vez, cerca.
Podría haber sido una de las reglas de la primera cita, o la noche fría, o la luna, que te obliga a hacer lo que más deseas.
Cuando su labio inferior roza el mío, siento todo mi cuerpo arder. El viento frío ya no importa, porque el calor de Grant y el mío, es suficiente para mantener mi calor corporal, de hecho, se excede.
—No te irás a arrepentir —comento en tono burlón, aunque en el fondo, es sincero lo que digo. Espero, de corazón que no se arrepienta. Que esto no se convierta en un error. Grant sonríe en mi boca.
—Nunca me arrepentiría de besarte.
Y acto seguido, nos besamos. Me estrujó contra sus brazos y pecho, y sentí sus manos recorriendo toda mi espalda. Yo no me quedé atrás, acaricié su torso ancho y fue la mejor sensación del mundo.
En efecto, si antes de conocer a Grant, no había vivido realmente. Antes de el, tampoco había besado.¡HOLA! ¿Cómo estáis? ¿Os está gustando? Espero que sí, esta historia la estoy haciendo con muchísimo amor. Gracias por todo el apoyo que habéis estado demostrando.
All the love xxx. Lamento esto chicas, no sé porqué, pero el capítulo no se subía completo, tuve que re subirlo. Perdón. Besos.
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The Airplane
RomanceThe Airplane Primero su hermano, luego el tráfico, Danielle ya estaba desesperada. Todo parecía apuntar a que, el destino claramente no quería que ella tomara ese vuelo a Estados Unidos, o por el contrario, el destino quería que ella viajara con un...