El día se vuelve más ajetreado a cada hora, minuto y segundo que pasa. Esto es tan agotador.
Papeles aquí y allá. Teclear más de mil veces en una sola hora.
Y lo peor de todo: Julian. Que aunque lo intente con todas mis fuerzas, no puedo esquivar sus miradas tiernas hacia mí.
Tecleo, y siento una mirada puesta en mí. No necesito preguntarme de quién será. Sé quién me escruta.
La mirada me martillea. Se me clava, y hace el aire tenso. Volteo a verlo, Julian me sonríe, y esta vez, yo no puedo evitar no hacerlo.
Hemos cruzado miradas desde que llegué al edificio. Pero solo esta vez, ninguno la ha evadido, y hemos sonreído.
Julian me hace un gesto con la mano. Quiere que vaya a su despacho. Dejo la papelería en mi escritorio, y me dirijo hacia él.
Es gracioso, porque todos me miran con tristeza, o curiosidad asombrada. Piensan que me regañará, o en el peor de los casos, quedaré sin empleo. Y yo sé que no será así.
Cierro la puerta detrás de mí. El rostro serio de Julian pasa de la tensión a la despreocupación total.
Sube los pies a su escritorio. Imagino que nadie más acá a visto así a nuestro jefe. Tan... Normal.
—¿Chocolates? —extiende una cajita enfrente mío. Me carcajeo y tomo uno. —¿Sabes? Mi madre. Ella era una mujer excelente. Me traía juguetes nuevos todos los días. Dulces. Y entre todos esos dulces me traía chocolates. Muchísimos, de todos los sabores y formas.
»» Pero como toda familia. Todos tienen su parte buena, y su parte mala. Los chocolates marcaron parte de mi vida. Llegaron a convertirse en mi peor trauma.
Le escucho atentamente, a cada paso de sus palabras, el chocolate se vuelve más amargo.
Creo que me contará toda su historia, y agradezco que no lo haga, realmente no sabría cómo consolar a un desconocido.
Salgo a las seis de mi trabajo. La cita es a las ocho, tengo tiempo de sobra.
Me tomo el tiempo justo para relajarme bajo la ducha, me lo merezco después de este día tan duro de trabajo.
De nuevo me debato entre qué usar. ¿El vestido negro? No, ese es de Grant... Lo usé con él. No lo haré con nadie más.
Tengo un vestido rojo que es de tirantes y me llega por las rodillas. Pero tiene un escote algo pronunciado.
«Usaré mi chaqueta de Jean, y no sé notará» me tranquilizo.
Seco mi cabello mientras saco el vestido, los tacones rojos, la chaqueta, y el maquillaje que usaré.
Visualizo la puerta, se ven las sombras de los pies que se pasean al otro lado. Recuerdo la nota, y la persecución que sufrí ayer. ¿Será una buena idea salir hoy, cuándo todo lo peligroso ha sido tan reciente?
Bueno, no me puedo quedar estancada ¿o si?
Me visto. Evito usar mucho maquillaje, solo un labial rojo, y algo de rubor (Con Grant, ni siquiera me preocupe del maquillaje). A diferencia de la cita con Grant, esta vez opto por peinarme, y no dejar mi rebelde cabello por los aires. Me cojo una cola de caballo alta. Y estoy lista.
Todo es tan distinto. Julian y Grant son tan diferentes.
Con Grant estaba nerviosamente contenta. Con Julian... Me siento asustada. Asustada de que intente besarme, y yo tenga que enviarle a la "friendzone"... Pasará lo que tenga que pasar. Pero algo tengo presente. Que, aunque Grant y yo aún no somos nada, no quiero serle 'infiel'.
Me haré respetar y a su vez, lo respetaré a él.
Aunque intento no puedo no hacer comparaciones con Grant.
Julian si ha traído una limusina, y esta vez la luna no está tan brillante como aquella noche.
Comemos dentro del restaurante, no afuera de él, como algo simple y sencillo.
Comemos posta bolongé (el nombre es tan difícil de recordar, que supongamos que realmente se llama así).
—¿Y quieres vino? —me pregunta él. Yo asiento, tímida.
—Me encantaría.
El mesero se va, y comienzo a sentir la tensión.
—Gracias por aceptar salir conmigo.
—Bueno, sí no lo hacía me despedías...
El rubio se carcajea, y yo me uno a él.
—¿Cómo te está yendo? En todos los sentidos. Laboral, económico... Sentimental.
Casi me atraganto con el pan que entregan de aperitivo.
—¿Estás bien? —se preocupa.
—Sí, sí... —busco una excusa rápidamente—¿Qué tiene esto? —Toso. Incluso sin tener ganas.
—Maní.
¿Un pan con maní? ¡Okaaay!
—Soy alérgica.—espeto, aunque no sea cierto del todo.
—No lo sabía, ¿Quieres que llame una ambulancia?
—No. Está bien —le paro, antes de que mi mentira piadosa aumente.
Traen por fin la comida. Es enorme.
—Laboralmente estoy bien. Económicamente, mejor que nunca. Y sentimentalmente... Estoy conociendo a un chico.
Espero que no piense que es él.
—Yo he tenido muchísimos amoríos a lo largo de mi vida—narra él —Pero todas terminan fallándome... No he tenido de encontrar a una chica que sea hermosa, comprensiva, y divertida.
Está a punto de agarrarme la mano, pero yo me dispongo a comer rápidamente.
La noche se me hace eterna. Me divierto con Julian, pero una parte de mí sabe que estoy siendo falsa. No soy Danielle, sigo siendo la secretaria.
Volvemos en la limusina.
—Te traje esto...
Y saca un enorme ramo de rosas. ¡Vaya! ¿Enserio esto hace la gente en las primeras citas? ¿Eso no es un poco... Exagerado?
Sin embargo las acepto con una sonrisa y le abrazo, él se encarga de alargar el momento.
—Llegamos—me avisa él. Mis músculos se relajan. Pero se vuelven a tensionar cuando bajo de la limusina.
Me encuentro a Grant, al lado del edificio. Con una rosa en la mano, y algo distinto en la otra. Se irgue cuando me ve.
Primero le observa a mí, luego al increíblemente ramo de rosas rojas que llevo en las manos. Que son tan grandes, que me ocultan casi medio rostro.
Debe de sentirse humillado. Porque observa su rosa. Es solo una, roja. Pero no se compara con el que el magnate rubio me dio.
Pero para mí, esa pequeña rosa, vale más que todas estas.
Me ha venido a buscar. Me quería sorprender, pero el sorprendido ha sido él al no encontrarme.
—Danielle... —musita.
—Grant —suspiro.
—Buenas noches—interrumpe el rubio, colocándose a mi lado.
«Me cago en todo» pienso yo.
—Grant, mi jefe. Julian, mi... Amigo. —los presento. Se estrechan la mano.
—Pensé que estarías en el apartamento—añade Grant, ignorando a mi jefe.
—Lo siento, Grant... No pensé que vendrías hoy.
Grant esboza una sonrisa. Parece estar a punto de lanzar por los aires su diminuta rosa.
—¿La rosa es para mí? —añado antes de que realmente la arroje.
—¿Para quién más si no? —su tono sarcástico me llega. Está dolido, y es por mi culpa.
—Es hermosa—le confieso.
—Bueno, no tanto como... Esas—señala las rosas. Se escuchan risitas atrás de Julian. Nuevamente lo ignoramos.
—Es hermosa—repito.
—Compré una película... «Fallen» —observa la portada, y vuelve su mirada a mí —y te traje esto.
Saca un libro de una bolsa. «Violet and Finch».
Me ha comprado un libro. Nadie había hecho eso antes por mí.
—Supuse que te gustaría mucho... Aunque si no te gusta lo podem...
Lo abrazo, sin importarme nada. Si Julian está o no.
—¿Puedo dormir contigo esta noche? —pregunta él en voz alta. Sé porqué habló tan alto, quería que Julian le escuchase. Que supiera que hoy dormiría conmigo, y que en alguna ocasión anterior, también lo hizo. Quiere dejar en claro, que el es el único hombre con el que dormirá hoy.
Después de decirle que sí puede quedarse a dormir. Me digno a despedirme de mi jefe.
—Gracias por todo, Julian. La pasé increíble.
—¿Puedo tener esperanza de que esta no será la última vez?
«Ojalá sea la primera y última vez»
—La esperanza es lo último que se pierde—sonrío. Nos abrazamos, el sube a su auto lujoso, y yo subo a mi habitación, con Grant pisándome los talones.¡So tell me what you want, what you really, really want! Okno. Me calmo.
Gracias por leerme, os quiero muchísimo. Un montón. Dejadme vuestros comentarios, para saber qué pensáis, o qué os parece mi historia.
All the love xox.
ESTÁS LEYENDO
The Airplane
RomanceThe Airplane Primero su hermano, luego el tráfico, Danielle ya estaba desesperada. Todo parecía apuntar a que, el destino claramente no quería que ella tomara ese vuelo a Estados Unidos, o por el contrario, el destino quería que ella viajara con un...