El mensaje me deja atónita, en shock, paralizada. Lo suficientemente aterrorizada. Tanto que sé qué cualquier persona que me ame o quiera, quedará en el mismo trance que yo.
Así que antes de que Grant salga, escondo la carta lo más rápido posible, sin embargo no soy tan rápida como para lograr calmar mi pulso y mis manos que parecen gelatina.
Escondo las manos detrás de mi espalda para que no me delaten. Fallo.
—¿Ocurre algo? —Grant frunce el ceño.
—No. No, no, no. Nada de nada—respondo, al segundo me doy cuenta de lo patética que he sonado. Las cejas de Grant se arquean más.
—Danielle... No me mientas.—dice en un tono neutro, serio, dominante. Pero todo eso se desvanece cuando casi susurrando añade— Por favor.
No puedo mentirle. No a Grant.
El inconsciente me falla, ¿a caso no soy yo la que decidió esa misma mañana mentirle a Grant Gustin, con respecto a una cita? Sí, fui yo.
¿Seré capaz de mentirle en ambas cosas? Tendré que hacerlo. Por mí bien y por el suyo.
Pero mi inconsciente no deja de repetirme que todo lo que digo, son simples excusas para decir mentiras "blancas".
—Ven acá —su voz ronca me hace estremecer. Envía recorridos eléctricos por todo mi cuerpo. Me acerco a él.
Deposita un suave beso en mi mejilla, y yo gimo. No porque el momento en sí es excitante. Si no porque, no me había dado cuenta de que, cuando me dejó sola en la habitación, me sentía expuesta, en peligro. Y fue solo que me diera un cálido beso para sentirme nuevamente protegida e intocable.
Deja sus labios sobre mi mejilla, y comienza a acariciarla con un vaivén que me hace suspirar.
«Ay, Grant Gustin, ¿Qué me estás haciendo?»
En mi interior comienza a crecer un sentimiento incontrolable, poderoso. Una necesidad de Grant. De abrazarle, besarle. De sentirme suya, y sentirlo mío.
—Quiero besarte—ronroneo sin poder controlarme. A este punto de la noche mi cuerpo, mis palabras y mi mente hacen lo que desean.
—¿Y por qué no lo haces? —espeta él.
—No sé si quieres que lo haga—respondo mecánicamente.
Espero paciente su respuesta. Esperaba que me dijera un sincero sí, o un incómodo no, pero grande es mi sorpresa cuando su respuesta es mejor de lo que me imaginaba.
—Soy todo tuyo.
Y así, la poca capacidad de autocontrol en mi cuerpo explota en millones de pedazos.
No hay marcha atrás. Nunca la hay.
Nos besamos, comienza siendo un beso tímido, lento. Pero más tarde la pasión nos ciega a ambos. Un beso con frenesí, los vellos erizados. Él me besa con ahínco y yo no me quedo atrás. Es imposible quedarse atrás.
Cuando nuestras lenguas se rozan gimo, y siento como los músculos de Grant se tensan ante mi sonido.
Me sorprendo a mí misma siendo la que toma la iniciativa. Nunca fui de las que hacía eso, tomar la iniciativa no era algo digno de Danielle Panabaker. Comienzo a acariciar sus bíceps a través de la camisa blanca que ahora es su pijama.
Los dedos de Grant comienzan a recorrer el borde de mi suéter, hasta que sus dedos helados tocan mi piel cálida. Sus dedos, traviesos, buscan mi camisa, cuando por fin la encuentran, comienza a alzar tanto la camisa como el suéter para poder quitármelos.
Quedo en brásier.
Es algo injusto, yo estoy a punto de quedar semi desnuda, y el aún está con todos sus prendas puestas.
Le quito la camisa. Y por primera vez observo su torso desnudo. Fuerte, sus músculos tensos, todo un dios griego. Le vuelvo a besar, mientras el suavemente me tira en la cama, y se sube, sosteniendo todo su peso para no aplastarme, encima de mí.
Me separa las piernas atrevidamente para meterse entre ellas. Acaricia mis costillas.
No puedo pensar. Tengo mis cinco sentidos a flor de piel.
Pero mi cabeza se enciende nuevamente.
Esto está mal.
Muy mal.
No puedo hacer el amor con Grant. Entregarle toda mi alma y cuerpo, para mañana descaradamente mentirle. Observo el cajón donde metí la carta de amenaza.
Le he mentido en dos cosas, una absurda, otra alarmante.
No puedo hacer esto y fingir que nada sucede. Que todo está bien.
—Grant...
Sus besos llegan a la delicada piel de mi cuello.
—Grant... —repito.
Si sigue haciendo eso no podré detenerme.
—Esto no está bien.
Y eso ya despierta a Grant de su trance. Me mira fijamente.
—L-lo siento —se disculpa, preocupado. Se levanta de encima y se sienta, claramente apenado. —No debí de hacerlo tan rápido, lo lamento.
Le agarro de los hombros, calmándolo.
—Hey, no ha sido eso.
—¿Entonces? —inquiete él. Le hago un gesto tipo: no sé cómo explicarte. Y él lo comprende a la perfección. Nos sonreímos, para después abrazarnos. El se coloca su camisa, y yo mi suéter, y mientras el no me observa me quito el brásier.
—Gracias por entender—soy honesta con él. Otro chico tal vez se hubiese enfadado.
—Gracias por pararme.
Y así, en la comodidad de mi cama, ambos nos quedamos profundos, abrazados.Cuando despierto Grant ya no está. Pero hay un lindo cartel pegado en el enorme espejo: “SUERTE EN EL TRABAJO, NOS VEREMOS MAÑANA” Y a los lados del cartel, dispersadas. Fotos mías.
Con la ropa hecha jirones en el avión, y de ayer. Dormida plácidamente.
Sonrío, y no dejo de pensar que hace muchísimo tiempo no sonreía de aquella manera. Suelto carcajadas cuando veo otra foto, una selfie realmente. Grant sonriente, a su lado yo, dormida. ¡Es un tonto!
Un tonto muy lindo.
Me meto a la ducha, y me visto. Tacones grises, y un vestido gris. Me maquillo, y al final al ver el resultado no dejo de pensar en lo falsa que me veo así. No soy Danielle, ahora soy simplemente la secretaria de mi nuevo jefe, Julian.
Julian.
Hoy es la cita. Los nervios se me suben a la cabeza.
Pero no hay problema, si se pasa conmigo le aclararé las cosas y ya está. Luego le contaré la verdad a Grant.
¿Qué puede ir mal? Considerando que hay un loco maniático que me persigue, y me quiere violar para después cortarme en trozos de carne, y venderlos al mercado negro.
Nada podría salir mal esta noche.¡Hoooola! Melany volvió, ¿Cómo estáis? ¿Todo bien? :'D
ESTÁS LEYENDO
The Airplane
RomanceThe Airplane Primero su hermano, luego el tráfico, Danielle ya estaba desesperada. Todo parecía apuntar a que, el destino claramente no quería que ella tomara ese vuelo a Estados Unidos, o por el contrario, el destino quería que ella viajara con un...