1 [Notas]

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Como todas las noches encuentro una nota junto a mi ventana. Han pasado dos años desde su muerte, ya soy mayor pero él jamás dejará de tener 21 años. No lo he visto desde el entierro, cuando sellaron el ataúd, él sólo parecía dormido. En paz. Pero no es así, Milo está aquí y ahora es como su hermano.

—¿Qué haces Li? —Dante entra a mi habitación sin llamar y tengo que ocultar la nota rápidamente.

—Sólo me preparo para dormir. —Él hace una mueca y luego ladea la cabeza.

—¿Qué tienes detrás de la espalda? —murmura entrecerrando los ojos.

—Mi trasero, genio. Ahora sal de mi habitación. —Giro su silla y lo empujo hacia la puerta para luego cerrarla en su cara. Que molesto. Está sospechando, jamás le había guardado un secreto a Dante por tanto tiempo y pronto lo descubrirá. Sólo espero que ese día tarde mucho en llegar.

Una vez con la puerta bajo llave camino hacia mi armario y saco una pequeña caja que guardo muy bien, allí tengo todas las notas que Milo me envía desde su muerte.

"Sé que me viste, guarda el secreto"

Fue la primera, luego me llegaron otras diciendo que se sentía extraño, que tenía frío y sus colmillos lastimaban su labio inferior. También me contaba que sólo salía de noche, dijo que extrañaba el cielo azul con esponjosas nubes blancas pero que el cielo oscuro y estrellado es igual de bello.

Releo las notas y una sonrisa se posa en mis labios, sin darme cuenta también unas pequeñas gotas saladas se deslizan por mis mejillas. Lo extraño. Sé que está vivo, no literalmente pero... lo extraño, quiero verlo, no me es suficiente con estas notas. Quiero verlo con mis propios ojos, abrazarlo ya que salvó mi vida y la de todos, escuchar su voz, volver a ver sus curiosos ojos. Los mismo que tenía cuando intentaba explicarle que no era un vampiro.

Sé que él hizo muchas cosas malas en el pasado pero en la vida no es todo blanco y negro. Todos somos grises. Y quisiera tener una manera de comunicarme con Milo, decirle que quiero verlo.

—Ya sé —tomo mi diario de notas y comienzo a escribir, tal vez él esté cerca, tal vez no. Pero dejaré una nota para él en mi ventana. Tengo la esperanza de que la leerá y espero que acepte verme.

En la noche...
Voy a mi cuarto a alistarme para dormir pero esta vez me encuentro con una sorpresa sobre mi cama, no puedo ver quién es ya que todo está oscuro. Doy un paso hacia atrás, pero luego me veo a mi misma siendo levantada por unas manos como si fuera una bebé, el piso queda lejos de mi alcance y lo encuentro ante mi vista.

—Milo —susurro luego de un tiempo en silencio, me perdí viendo su nuevo aspecto. Está muy pálido y sus manos están heladas, su cabello está opaco y sus ojos ya no tienen ese brillo. Tal vez ya no sea él.

No hace ningún movimiento, sólo me sostiene como si no pesara nada, lentamente veo que sus comisuras se elevan y termina dándome un abrazo. Quedo un poco impactada por esto, por lo frío que es su cuerpo, pero correspondo de todos modos rodeando su cuello con mis brazos.

No sé cuánto tiempo pasamos así, pero pude escuchar su voz grave diciéndome —Buenas noches, Li.

—Buenas noches —respondo levantando mi cabeza para mirarlo. Él baja los brazos y termina por liberar mi cuerpo.

—Eres tan cálida —comenta más para él que para mí—. Perdón por entrar así, es que vi tu nota y no pude esperar —se disculpa jugando con un mechón de mi cabello.

—Está bien, tú y yo tenemos muchas cosas de que hablar —sonrío mientras tomo su mano. Antes de salir de mi habitación debo asegurarme que nadie vea a Milo, sobretodo Dante. No hay moros en la costa, entonces lo llevo a la cocina a rastras mientras que él sonríe.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunta mirando a su alrededor. Yo le doy la espalda y comienzo a buscar los pastelillos que guardé en el refrigerador, están muy abajo y debo inclinarme—. Que linda vista —lo escucho comenta a Milo, lo miro sobre mi hombro y lo veo observándome, más bien, a mi trasero.

—Los encontré —murmuro tratando de cambiar el tema. Dios, que vergüenza. Siento mi cara muy roja también.

Él suelta una risa baja mientras toma unos pastelillos para comerlos.

—Estás rojísima —dice con la boca llena—. Te vez linda así.

¿Cómo quiere que no esté roja si me dice esas cosas? Lo odio.

—No digas idioteces —rodo los ojos y comienzo a jugar con lo que tengo más a mano, un cuchillo.

—Deja eso Li, puedes...

—¿Tienes miedo a que te lastime? —pregunto arqueando una ceja. Él niega con la cabeza.

—Tú puedes lastimarte —completa su frase haciendo que el cuchillo se me resbale de las manos. El mismo cae produciendo un sonoro ruido, pero lo que me preocupa es la herida pequeña que me hizo en el dedo. No tardará en sangrar.

Levanto la mirada y ahora Milo se encuentra frente a mí, sólo unos centímetros nos separan, sus ojos se ven más oscuros de lo normal y comienzo a temblar. Todo estaba bien y lo arruiné.

—Te lo dije —susurra tomando mi mano con la suya. La levanta suavemente hasta sus labios para lamer la pequeña gota y luego coloca una curita con cuidado de no lastimarme. Estoy más tranquila al comprobar que sigue siendo el mismo de antes.

Sed De Sangre [Secuela/dueño De Lobos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora