Han pasado dos semanas desde que está con Lian en su casa y nadie, además de ella y el gato, sabe que Milo vive allí. La madre de la muchacha está muy ocupada en vigilar su padre ya que él no vive en la casa y luego está Dante de muy mal humor. El día que él morocho le prometió a Lian portarse bien, fue el concierto de violín de Dante, ya que empezó a tocar ese instrumento. No recibió buenas críticas de sus compañeros músicos y él casi rompe el pedazos su violín. Pero su hermana estaba allí para consolarlo, Milo escuchó y no evitó llorar con su conversación.
—Dante. No importa lo que tus compañeros digan... —ella fue a la habitación de su hermano pequeño mientras él arrojaba algunas cosas que tenía al alcance. Solo quería dejar de existir.
—¡Si importa! —exclamó alzando su voz. Lian no se asustó por su tono y tomó su silla para girarlo y mirar sus ojos—. Ellos tienen más tiempo en esto, tienen razón —murmuró. Los ojos de Dante estaban rojos y empapados con lágrimas que eran retenidas inútilmente. Él cerró con fuerza los ojos y levantó el instrumento con intenciones de arrojarlo con toda su fuerza y rabia al suelo pero Lian fue más rápida, atrapando el violín antes que este sufra daños.
—¡Escucha! —ella tomó una posición firme mientras miraba a su hermano de la misma manera—. Tocas muy bien y si tienes errores es porque estás aprendiendo. No los escuches a ellos, debes oírte a ti mismo. —Lian suavizó su mirada y le entregó el instrumento a su dueño pidiéndole que toque para ella.
—Pero...
—Oye, yo nisiquiera puedo tocar el triángulo ese. Vamos —lo interrumpió antes de que pudiera negarse.
Dante asintió colocando el violín sobre su hombro y tomó el arco para comenzar a crear bellas melodías. Milo, quien se encontraba del otro lado de la puerta, se deslizó hacia abajo y terminó sentado en el suelo mientras lo escuchaba.
—¿De qué rayos estaban hablando?. Dante es muy bueno con ese instrumento —pensó. Pero la melodía se interrumpió de repente haciendo que vuelva su vista hacia el cuarto, Lian no le tomó importancia a que Dante se hubiera detenido y comenzó a aplaudir mientras le sonreía.
Él dejó caer lo que tenía en sus manos para poder abrazar a Lian con fuerza.
—Gracias Li —apenas habló, él estaba llorando pero esta vez de alegría.
—Por nada tonto —respondió su hermana sin ocultar sus lágrimas.
Al recordar ese momento, el morocho siente algo extraño en el pecho, inexplicable, frío, cruel. Un vacío.
—Él nunca fue así conmigo —murmura mirando mis zapatillas—. Supongo porque era lo que soy ahora. Un ser frío y vacío —susurra tocándose el pecho. Siente frío de nuevo, es curioso porque no debería ser así, también su estómago no paró de rugir la última semana. Es imposible que muera de hambre pero le es realmente molesto sentir y escuchar a sus entrañas reclamarle.
—Pareces un cadáver —en ese momento escucha una voz suave a sus espaldas, él estaba dando uno de sus paseos nocturnos.
—Es extraño, no sentí su presencia u olor —piensa Milo haciendo una mueca—. ¿Mmm? —él gira un poco para encontrarse con una chica de pequeña estatura.
—No lo soy, eso es imposible —responde tratando de cambiar de tema.
—No-oh —ella sonríe mordiendo su labio inferior. Tiene colmillos—. ¿Hace cuánto que no te alimentas? —le pregunta girando alrededor de Milo, lo inspecciona y él también lo hace. La chica tiene ojos marrones con rasgos asiáticos y su cabello es lacio, de un tono rojizo. Su cuerpo es delgado y pequeño. No debe tener más de 16 años.
—¿Estás sordo? —dice seria al ver que él no responde.
—Soy Milo, y han pasado dos semanas —contesta y su estómago gruñe en afirmación.
—Soy Edith, algo me dice que nos vamos a llevar muy bien, novato —murmura sonriendo.
—¿Novato? —repite poniendo las manos en los bolsillos—. Si supiera la cantidad de personas que asesiné con Walter —piensa para luego sacudir su cabeza y se pregunta, ¿desde cuándo tiene esos pensamientos?.
—Lo eres, tu olor te delata —responde esa niña.
—Eres como yo... ¿Hay más? —Milo siente mucha curiosidad sobre el tema, porque no sabía que había más seres como Walter.
—Con el paso de los siglos nuestro número se fue reduciendo, pero aveces me encuentro con sorpresas como ésta —comenta la chica señalándolo—. ¿Cuánto hace que eres un no muerto? —pregunta acercándose demasiado a él, sus manos se apoyan sobre el pecho del morocho y su aliento cálido está muy cerca de su boca.
—2 años —responde tomando las manos de ella para alejarlas. Él está muy frío al contrario de ella, hasta tiene las mejillas sonrosadas.
—¿En serio? —murmura bajando un poco la cabeza, luego lo mira a los ojos con una gran sonrisa y sus colmillos son como dos perlas—. ¡Puedo enseñarte muchas cosas! —dice y lo toma del brazo para comenzar a caminar, ambos se encuentran en las desoladas calles de la ciudad, son altas horas de la madrugada y por pronóstico de lluvia nadie se atreve a salir de su hogar.
—¿Enseñarme? Pero eres más pequeña que yo.
Edith le sonríe haciendo puntitas para acercarse al rostro de Milo.
—Eso es lo que tú crees, de igual manera a una chica no se les pregunta su edad —susurra acariciándole la mejilla—. Estás muy, muy frío.
Al oír eso él aparta su mano y agacha la mirada.
—Lo sé —habla cerrando los ojos con fastidio al escuchar su estómago gruñir.
—¿Qué tal si cazamos algo? —le pregunta teniendo las manos detrás de su espalda. Antes de que el morocho pueda responder, ella ya no está frente a él, no tiene idea de adónde fue.
—Es muy veloz —murmura sorprendido. Entonces sostiene su estómago mordiéndose el labio inferior para contener de algún modo el hambre. Lastima su labio pero la sangre que sale de él es de un color casi negro y no sabe a nada.
—¡Volví Milus! —exclama la chica dándole un gran susto.
Él deja sus pensamientos al ver que a sus pies se encuentra una chica un poco lastimada, también tiembla y está llorando.
—N-No... por favor —suplica mirando al morocho. A esto se refería Edith con cazar.
—Vamos Milo, debes saciarte —murmura mirando a la chica y luego lo mira a él. Sus ojos tiene un color celeste tétrico. Terrorífico.
Milo se arrodilla junto a la chica y comienza a desatar la bufanda que tiene alrededor de su cuello mientras la ve temblar.
—¡No me toques! —trata de golpearlo. Pero él atrapa su puño antes de que pueda tocarlo. Luego sujeta sus muñecas con una mano y con la otra aparta su ropa. Su cabello es corto y no estorba.
—Huele bien —murmura y escucha un tarareo de Edith en afirmación. Entonces muerdo el delgado cuello provocando que la chica grite y se queje.
—¡Duele, suéltame! —ella se sacude bruscamente haciéndose daño con los colmillos de Milo, que aún siguen en su carne. Él se aparta molesto porque apenas pudo probar un poco. Pero la suelta de repente, cayendo sentado en el suelo junto a ella—. Perdona —murmura para luego cubrir la dolorosa herida de su cuello con su bufanda. Pero Edith niega reprobando el comportamiento del castaño.
—No Milo —ella toma a la chica con una sola mano del mentón y entierra sus colmillos en la herida que él hizo, pasan unos minutos y luego Edith la suelta—. Primera lección, no se juega con la comida.
Él toca la mano de la chica, pero esta ya está fría, casi tanto como su cuerpo. Edith secó sus venas.
—Tampoco debías matarla —dice cerrando los párpados de la chica que estaban abiertos con esos ojos en la nada, muertos.
—Sólo es un humano más, somos superiores a ellos Milo. Y la última gota es la más exquisita —murmura lamiendo sus labios para luego sonreír—. Tienes mucho que aprender.
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Sed De Sangre [Secuela/dueño De Lobos]
VampirLian trata de vivir su vida luego de los acontecimientos pasados. Pero descubre que lo que atormentaba a Ruy, ahora está en Milo.