Valeria.
Como un suricato me asomé al salón, dejando ver solo mi cabeza por un lado de la puerta. Mi padre se encontraba recostado y mi madre leyendo revistas de belleza.
- Hey, buenas - me miraron - me voy a dormir que tengo sueño.
Mi madre frunció el ceño y antes de que me fuera para mi habitación dijo lo que yo no quería que dijera.
Mierda.
- Donde te crees que vas, ven aquí. - tragué saliva mientras rezada un padre nuestro, y me acerque a mi madre - Estas castigada. Dame el movil.
Suspiré indiganda. Sabía lo que pasaria si no le daba el movil.
- Toma guapa. Me largo.
No escuché respuesta porque en menos de tres segundos ya estaba metida en mi habutacion con la puerta y el pestillo cerrado para que nadie nos molestase.
- Mis padres son unos plastas, que ganas de ser mayor de edad para irme a vivir lejos.
Dani me miró divertido mientras se acostaba en mi cama.
- Pues ya te queda menos. ¿A donde quieres irte a vivir?
- Lejos - pensé - A Corea del Sur.
- ¿Con chinos? - soltó una carcajada.
- Coreanos, perdona - dije con una sonrisa pervertida mientras me acostaba a su lado.
- Mmmm...¿y esa sonrisa? - levanta las cejas y sonríe.
- Que los coreanos están re buenos.
- Mas que yo? No creo - se relamió los labios y se acercó mas a mi. Su mano rondeó mi cintura.
- No te lo tengas tan creido, listo - coqueteo.
Cada vez me pegaba más a él. Hasta que unió sus labios con los mios de nuevo.
No entendía por qué sus labios eran tan suaves.
Nuestras lenguas se movían al compás del beso.
Al terminar, él mordió mi labio inferior. Santa gloria, que alguien me ayude, o moriré con este dios griego.
{...}La noche pasó. Y no ocurrió nada, Dani durmió en el suelo.
La maldita alarma de Dani sonó a las siete de la mañana.
- Dani vas a tener qud compar otro movil si no apagas eso en menos de cero coma tres segundos - dije con una voz dormida pero a la vez borde.
Me hizo caso y la canceló al instante.
- Buenos dias, princesita.
Se tiró encima mia y me empezó a dar besos por el cuello y a hacerme cosquillas.
- Ay Dani, por favor por favor para JAJAJA - reía
- ¿No te gustan las cosquillas?
Solte una carcajada, y empecé a hacerle cosquillas a él.
De repente unos porrazos se escucharon en mi puerta.
- ¿Valeria?
Mierda.
Mierda.
Mierda.
- Oh, no. Mi padre. Dani, te mata.
La cara de dani se descompuso y corrió hacia esconderse bajo la cama.
- No salgas ni hagas ningun ruido por tu vida, y por tus fans, tio - susuré mientras me drigia a abrirle a mi padre.
- ¿Que está pasando? - su cara era un poema.
- ¿Nada? - intenté disimular.
- Escuché la voz de un chico.
Tragué saliva.
- Pues debes ir al otorrino, porque en ves de sordo, escuchas lo que no es.
Me miró mal, y bebio un trago de su taza de café mañanera.
- No te quiero ver desobedeciendo a tu madre. Me voy a trabajar.
Asentí y se fué.
Volví dentro y suspiré.
- Por los pelos.
Dani salió de abajo de la cama.
- Tenía los huevos en la garganta - reía ante lo que dijo.
Miró su reloj de muñeca y se le cambió la expresión.
- Mi tren sale en menos de una hora. Tengo que irme ya, Val.
- Puedo acompañarte a la estación si quieres.
Asentió.
- Vamos.
Me vestí en el cuarto de baño. Recojí mi largo pelo en una trenza. Y me puse mis superstar.
Salí del baño. Mi madre salió a comprar, y me padre estaba trabajando asi que tenía buena vía de escape para Dani.
- Danielín, ¿ya te vas? - dijo Paula a nuestras espaldas en el momento que ibamos a abrir la puerta para salir de casa.
- Tengo que irme con Jesús.
- Bueno, ve con él. No dejes solo a mi otro niño. - lo abrazó - te quiero, ¿tu me quieres?
- Te quiero también - sonrió Dani y le dijo adios con la mano.
Bajamos las escaleras y salimos al portal. Antes de que nadie oudiera vernos nos pusimos las capuchas y gafas de sol. Aunque solo fueran las ocho de la mañana.
Andamos lo más rapido posible hasta llegar a la estación de tren. En el camino ninguno de los dos pronunció una palabra.
- Pasajeros al tren con destino Madrid, pueden subir - el maltido altavoz de la estación amargó mi día.
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Voy a hacer maratón XDDDDDD
SALU2
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Déjame Quererte → Gemeliers
Teen FictionQue raro es ese momento en el que dos personas se cruzan sin saber que van a terminar queriéndose.