Capítulo 19

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Aquella chica que apareció de repente no era nada más y nada menos que Ana Lidia.

-Ana, Dios mío__ dijo Ricardo yendo rápidamente a abrazarla.

Ella en pleno abrazo no pudo evitar ponerse a sollozar involuntariamente solo de pensar en como había estado Ricardo todo este tiempo sin haberla visto y mucho menos saber de ella.

-Ricardo... Fue horrible, no te imaginas lo que pasé allá__ dijo recostando su rostro sobre su hombro.

-Me pueden explicar que les pasó a ustedes mientras estuvieron secuestradas_ dije mientras me rescostaba de la pared.

-Yo solo que quiero ir a mi casa Jade__ dijo Amelia pasando una mano por su despeinado cabello.

***

Los civiles de la policía nacional estaban debatiendo un poco acerca del tema que últimamente se a convertido en una misión imposible, pero era algo de esperarse ya que en República Dominicana siempre hay dificultades para investigar ese tipo de casos vinculados a secuestros y asesinatos sin pista alguna.

-Coronel Jiménez, yo tengo algo que  decir__ dijo el oficial García.

-Dígame García, espero que sea aúnque sea una pista de alguno de los asesinatos.

-Pues... Algo así. Según lo que estuve investigando sobre su sobrina y su amiga, hay varias personas que pueden decirnos varias cosas sobre ellas.

-García, entienda que eso ya no sirve de nada. Usted sabe que tuve que cancelar las interrogaciones debido a que no estábamos consiguiendo nada a favor. De quién yo esperaba algo de información era de la señorita López, pero lamentablemente desapareció sin dejar rastro alguno__ dijo el coronel poniendo dos de sus dedos en el puente de su nariz mientras cerraba los ojos un momento.

-Esta bien Jiménez. Cuando tenga alguna pista le informaré ¿puedo retirarme Coronel?__ preguntó García.

Jiménez asintió sin decirle nada, indicandole que podía irse.

El oficial se retiró del despacho del Coronel, con la mente enredada. Aquel hombre nunca imaginó que investigar sobre el paradero de la sobrina de su superior se le haría tan difícil, es como si hubiera un misterio sin resolver en medio de todo esto.

***

Dos dias antes (Patricia y Ana Lidia)

Ya llevo aquí secuestrada más de un mes. Cada día esto se pone peor y se que en cualquier momento será mi turno para la tortura.

La rubia llamada Patricia Jiménez, estaba encerrada en un cuarto con un pésimo estado de limpieza, debido a que en ciertos rincones se podían ver algunas ratas y el techo de este tenía filtraciones y sin mencionar el olor nauseabundo que había en dicho lugar.

-Oye Barbie, te traje tu comida__ dijo un hombre de estatura muy alta con una máscara en su rostro, mientras que en sus manos traía la asquerosa comida que me mantenía con vida.

-No tengo hambre__ respondí en seco mientras estaba hecha un ovillo sobre la cama.

-Es una pena, pero de igual forma la dejaré ahí para ti.

-Llevate tu asquerosa comida al infierno__ bufó Patricia con odio.

De inmediato aquel hombre sonrió de manera sádica y dejando el plato en el mugriento suelo para ir a golpear a Patricia.

La chica pataleaba y gritaba a la vez para quitarse a aquel tipo de encima, hasta que ella le pateo la entrepierna con su rodilla haciendo que aquel hombre la dejara en paz mientras se alejaba bufeando unas maldiciones y saliendo de aquella mugrienta habitación con olor a muerte.

Ana Lidia.

La noche había caído, y una vez mas a esta hora se escuchaban gritos desgarradores de personas siendo torturadas de la peor manera solo por sastifacción de esos malditos asesinos.

La otra chica que estaba conmigo en este asqueroso cuarto con filtraciones y un olor terrible a humedad se estaba volviendo loca, yo no aguantaba un día mas aquí y lo que mas me atormenta es el hecho de que mañana seré unas las siguientes en morir de la forma mas horrorosa.

-Tengo que salir de aquí, Vamos a morir... Vamos a morir__ repetía mi compañera de cuarto una y otra vez entre sollozos y arrinconada en una esquina de este cuarto.

-¿Quieres callarte?__ de dije para poder pensar.

En ese momento la mujer que tenia un aspecto sucio y su cabello desordenado, se hizo un ovillo y empezó a sollozar silenciosamente.

Ricardo... Dios mío, ayudame a salir con vida de esta locura__ pensé sentada en la cama en posición fetal con el rostro mirando hacia aquel rayo de luna que entraba por la persiana.

La tristeza y la desesperación me imbadían y no quería perder la cabeza tratando de encontrar la forma de salir, cuando en realidad estoy encerrada y si se puede decir en una muy mala situación porque ninguno de mis amigos tienen la menor idea de en donde estoy.

***

Al día siguiente desperté con un dolor horrible en mi brazo debido a lo mal que yo había dormido.

En ese momento alguien abrió la puerta y me puse alerta de inmediato.

-Buen día preciosa, hoy me cobrare la patada que me diste ayer__ dijo tomando mi rostro por la barbilla.

Yo sentía una repulsión enorme hacía aquel asqueroso hombre con aliento a muerte y solo me irritaba la piel el hecho de no ver su rostro. Mientras el hablaba empezó a pasar sus asquerosas manos por mis piernas y me deje llevar solo para alcanzar unas llaves que tiene colgadas.

En cuando tuve la oportunidad mordí su labio inferior hasta casi arrancarcelo. En mi boca sentí el sabor metálico de la sangre la cual de inmediato escupí.

Aquel enmascarado se dirigió hacia mi sacando una daga de su bolsillo.

-¡Ven acá maldita!__ dijo con enojo mientras se aproximaba a atacarme.

Yo trataba de esquivar sus brazos para no ser herida, pero no sirvió de nada ya que me hirió de todas formas, haciendome ahogar un grito.

Por suerte la puerta estaba aún abierta y traté de correr hacía ella sin que aquel demente me atrape y me asesine.

-¡Perra!__ vociferó con la máscara escurriendole sangre de su boca que goteaba al suelo.

Patié su brazo haciendo que la daga callera a otro lado que no vi, el hombre de olor nauseabundo se abalanzo nuevamente sobre mi y me golpeó el rostro varias veces, casi no me podía defender debido a que mi brazo estaba herido. Entonces  aproveché para usar una de las llaves y clavarla directamente en su ojo.

Herida y cojeante, con el rostro adolorido, salí corriendo de aquel lugar con dificultad, y la respiración agitada, al mismo tiempo en que involuntariamente soltaba uno que otro jadeo, mientras ponía una mano en mi brazo para no perder más sangre.

Asesinatos en el Km 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora