Capítulo 33

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Raymond una vez mas fue al destacamento para averiguar en donde se encontraba Jade. Al desmontarse de su vehículo entró sigilosamente y vio que no había nadie en la oficina principal, continuó caminando hasta el cuarto que usaban como interrogatorio y vio que la puerta estaba cerrada y dentro estaban los civiles en una conversación que el no pudo evitar escuchar.

—Coronel, fue lo mejor haberla llevado a un hospital psiquiátrico  y le sugiero que abandone su investigación— se escuchó decir al Oficial.

—Creo que voy a parar con eso ahora, y de igual manera se sabrá todo algún día— dijo el coronel.

Raymond no se molestó en tocar la puerta porque ya había escuchado lo sufuciente, y al parecer a esos hombres solo les interesa ese tema.

Raymond inventó una mentira para los guardias que le habían preguntado el porqué de el estar ahí.

Se montó en su vehículo y supo de inmediato en que hospital ella estaría, porque su familia no la iba a llevar tan lejos si pretendían visitarla.

Antes de llegar a dicho hospital, se detuvo a hecharle combustible a su vehículo, porque ya había dado demasiadas vueltas sólo por averiguar dónde está Jade, y  nunca imaginó que la llevarían a ese lugar.

El estaba apurado, quería llegar cuanto antes para hablar con ella, pero después de salir de la gasolinera se encontró con un pésimo tráfico camino al hospital.

De nada valía tocar bocina. El calor estaba incrementado hasta el punto de hacerlo sudar, y eso solo aumentaba su desesperación.

***


Jade estaba sentada en un rincón de la acolchonada pared en forma de un ovillo. En su mente habían cientos de pensamientos que no la dejaban en paz y ya le hacía falta hablar con alguien que no sea algún médico del lugar. La idea de que sus padres le hallan prohibido las visitas, era algo que la ponía cada día peor, porque ella necesitaba conversar con alguien, y necesitaba que ese alguien fuera Javier, pero todo eso es algo que ella sentía y quería mas que nada.

La idea de pasar los días en plena soledad es algo que cada día me atormentaba más, quiero y deseo salir de aquí, yo no estoy loca.

Mi madre supo desde siempre lo de mis pesadillas pero... Nunca imaginé que esto llegara a tal extremo.

En una pequeña libreta yo escribía diversas cosas que por mi mente pasaban, y siempre la tenía conmigo para que nadie tuviera acceso a ella. Era mi único pasatiempo y algo que ocupaba mi mente un buen rato.

Ya que Amelia no está, trataré de olvidar las constantes discusiones con Ricardo, y mas esas inolvidables salidas que solo disfrutas con tus amigos, aquellos amigos que significan todo para ti, pero... Nunca sabrás cuando dejen de estar ahí, no siempre una tragedia de muerte puede alejarte de ellos para siempre, porque también lo puede ser una dolorosa traición, de esas que te hacen querer no volver a confiar en nadie mas.

Talvez nunca hablé de mi vida amorosa, y en esta libreta no tengo nada que escribir sobre ello. Toda mi vida la dediqué a mis estudios, obviamente si tuve uno que otro pretendiente, pero nunca me atreví a iniciar algo serio, hasta hace un par de años, sólo que en esta relación descubrí no tener la madurez suficiente para eso. Tampoco me enamoré, jamas supe que era sentir las famosas "Mariposas en el estómago" pero sin embargo nunca me enfoqué en eso.

Dejé de escribir por un momento cuando alguien había tocado la puerta para entrar, y yo escondí la libreta y aquel bolígrafo en mi pantalón.

Pensé que debía usar el cuchillo que tengo guardado debajo del colchón, pero... Algo me decía que no lo hiciera.

Los dos enfermeros de siempre habían venido para darme unas pastillas extrañas para no tener pesadillas, era algo bueno por ese lado, solo que... Ya estaba acostumbrada a eso, a soñar lo mismo desde hacen un par de meses, aquella casa y el fantasma de una niña que solo causa susurros en mi cabeza.

***

Raymond iba de camino al hospital, realmente tenía ansias de hablar con Jade, y aunque el sabía que ella no estaba acostumbrada a platicar con el, supuso que no le importa porque debía de sentirse sola y abandonada.

De cualquier forma era la mejor amiga de su fallecida amante Amelia y no estaba mal la idea de conversar un poco sobre eso, si es que no le hacía sentir incómoda.

Dos meses atrás...

Amelia iba sentada en el asiento del copiloto en el vehículo de Raymond, quien estaba a su lado.

Era una noche hermosa, en la radio solo se escuchaba pura bachata romántica lo cual era unos de los gustos de Amelia. Raymond  conducía pasivamente por la autopista que estaba iluminada por las luces de las lámparas del camino.

—Raymond ¿A donde me vas a llevar?— preguntó Amelia con una media sonrisa.

—Aún no puedo decirtelo— respondió mientras tenía las manos puestas en el volante y de reojo miraba el rizado cabello de la muchacha y un vestido color azul oscuro que tenía puesto esa noche la morena.

—¿Acaso tan misterioso es, que no puedo saber?— preguntó ella a la vez en que alzaba una de sus cejas.

—No te desesperes, porque hoy te prometo que la pasarás bien— aseguró Raymond con una leve sonrisa, mientras seguía con su vista puesta en el camino.

Aquella noche el la había llevado a un restaurante no tan fino, pero agradable para ambos.

Amelia no esperaba nada mas, ella adoraba que la invitaran a salir a cenar, pero que fuera  a un restaurante, eso la ponia aún mas contenta.

Raymond pagó todo lo que esa noche consumieron, y el lo disfrutó mas debido a que tenía un buen tiempo ahorrando para esa noche.

Al final de la cena, poco antes de irse, el sacó una cajita roja y se la dio a Amelia y ella de inmediato aceptó con una sonrisa.

En el interior había un collar de plata con el nombre de Amelia en letra cursiva y hecho del mismo metal.

Actualidad...

Raymond soltó un suspiro de nostalgia al recordar aquella noche inolvidable, y mas aún aquel beso apasionado que Amelia de dio en la boca después de haber recibido aquel collar.

Asesinatos en el Km 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora