Capítulo 34

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Raymond había llegado al hospital psiquiátrico donde estaba la muchacha, y cuando puso un pie dentro de aquel edificio, sintió un escalofrío recorrer su espalda.

De inmediato caminó hasta la oficina de la secretaria y preguntó por Jade.

—¿Es usted algún familiar?—  preguntó la mujer de piel morena y pelo crespo de color negro.

—Soy... Un amigo de ella, vine a visitarla.

—Lo siento señor, pero ella no puede recibir visitas de particulares.

—Pero es importante.

—Lo siento, pero la señorita Minaya tiene prohibidas las visitas.

—Está bien entonces, que tenga un buen día.

—Gracias.

Raymond se sentó unos momentos en la sala de espera hasta que la secretaria de distrajera y el pudiera ingresar al pasillo donde sabía que Jade estaría.

Pasaron diez minutos y en cuanto la secretaria estuvo ocupada con unas personas, el aprovechó y caminó sigilosamente para no llamar la atención.

Estando en el pasillo de los cuartos de los enfermos mentales, no pudo evitar sentir que se le erizaba la piel al escuchar risas macabras y gritos desgarradores de aquél pasillo.

Por lógica imaginó que el de Jade sería el mas silencioso de allí.

—Disculpe ¿qué hace usted aquí?— preguntó un hombre con ropa de civil.

—Vine por orden del coronel Jiménez— mintió.

—Hmm... Muestreme su permiso.

—OK, en seguida— dijo Raymond con naturalidad simulando estar sacando algo de sus bolsillos, pero en un instante sacó su mano y en forma de puño la estreyó en el rostro del civil, haciendo que caiga inconsciente sobre el brillante piso.

Raymond sacudió un par de veces su mano para disipar el dolor y luego tomó el cuerpo del hombre y lo entró dentro de un cuarto de limpieza. Cuando iba a salir vio que tenía unas llaves en su cinturón y las tomó debido a que pensó que eran las llaves de aquel pasillo donde se hallaban encerrados los dementes.

Después volvió hasta la puerta de el cuarto de Jade y tardó varios momentos en encontrar la llave correcta, hasta que consiguió abrir la puerta.

Jade pudo los ojos como platos por la inminente sorpresa y se puso de pie, ya que estaba sentada en forma de ovillo. Jade Trató de fingir emoción, ella nunca esperó tal visita directamente a su cuarto y sin avisar.

—Hola Jade ¿cómo estas?— saludo mientras esbozaba una sonrisa.

—Ray...mond, yo... No esperaba... Tu visita— dije entre balbuseos, y sentí como mi corazón se detuvo un momento cuando el entró de sorpresa.

—Si, lo sé. Yo supuse que no debía ser mal amigo y... Vine a visitarte— dijo mientras se encogía de hombros.

—Sabes... No te creo— dije en seco.

—¿Por?

—Porque me hubiesen venido a buscar para que fuera al lugar de visitas— dije mientras me cruzaba de brazos y fruncía el ceño.

Raymond solo puso una sonrisa maliciosa en su rostro mientras caminaba hacia mi, yo solo me aferré a la pared mientras sentía mi corazón acelerado.

—Escuchame Jade, yo te agradezco que estuvieras aquí, al parecer si eres una amiga confiable— dijo tomandola por el mentón y mirandola a sus verdes ojos llenos de miedo.

Asesinatos en el Km 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora